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Por una tecnología con valores

De un tiempo a esta parte, la tecnología, especialmente la llegada de la inteligencia artificial, está ocupando un espacio cada vez más relevante en nuestras vidas y en nuestras conversaciones. La tecnología desde hace décadas ha avanzado con el objetivo de hacer nuestra vida más fácil y cómoda. Permitimos que las máquinas calculen, escriban, corrijan, creen e, incluso, piensen por nosotros.

Así, por ejemplo, nos hemos acostumbrado a saber con exactitud las calles por las que transitamos y, si nos perdemos, tenemos un guía solícito y no hace falta que elijamos al azar a alguien para que nos sitúe y ayude. Cuando queremos adquirir un producto, el abanico de posibilidades es amplio y con un par de búsquedas virtuales tendremos la información necesaria para ir a comprarlo o mejor aún, para que nos lo entreguen en casa. Si sufrimos por alguien, un mensaje rápido nos aliviará de inmediato.

Y ahora hemos dado un paso más con la inteligencia artificial, partiendo de cantidades ingentes de datos generados por nosotros mismos podemos crear en poco tiempo lo que nos costaría invertir mucho, lo que nos maravilla. Sin embargo, no todo es coser y cantar. Según un reciente estudio publicado por el Fondo Monetario Internacional, esta nueva tecnología afectará aproximadamente al 40% de los puestos de trabajo a escala global y, en el caso de las economías avanzadas, el 60% del empleo sufrirá un impacto más o menos directo.

Precisamente, en relación con esta situación, el pasado 1 de enero el papa Francisco emitía un mensaje con motivo de la 57ª Jornada Mundial de la Paz en la que pedía que se pusiera la tecnología al servicio de la paz y de la dignidad de las personas: «La dignidad intrínseca de cada persona y la fraternidad que nos vincula como miembros de una única familia humana, deben estar en la base del desarrollo de las nuevas tecnologías». Los retos futuros que plantea la irrupción de la inteligencia artificial son mayúsculos y es necesario que los afrontemos teniendo siempre presentes los valores que Jesús nos enseñó, para que la tierra «llegue a ser morada digna de toda la familia humana» (Gaudium et Spes, 57).

Por eso, debemos tomar conciencia de la necesidad de utilizar la tecnología éticamente y de una manera responsable. No podemos olvidar que la inteligencia artificial es una herramienta que debe estar al servicio de toda la humanidad, sin descartar a nadie. Y es que, en el fondo, lo que nos hace humanos es la capacidad de sentir empatía por los demás, ser solidarios, amar, pensar en el sentido trascendente de la vida. Lo que podríamos definir como inteligencia espiritual.

Queridos hermanos y hermanas, pedimos a Dios que nos ayude a recordar nuestra dignidad humana y que haga de nosotros una herramienta al servicio de la paz y la concordia. Todas las respuestas que pueda darnos la inteligencia artificial no pueden olvidar los valores de Jesucristo. Él es el camino, la verdad y la vida.

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