“Id al mundo entero y proclamad el evangelio a toda la creación” (Mc 16,15)
- Entendemos ese envío de Jesús a países lejanos. ¿Hemos comprendido que nos ha enviado también a individuos o grupos instalados en las periferias sociales?
- Si Jesús nos encarga de proclamar el evangelio a toda la creación ¿podremos caer en la tentación de discriminar a algunas personas o culturas?
- El Señor no nos ha enviado a dar soluciones técnicas, económicas o políticas. ¿Comprendemos lo que implica anunciar su evangelio?
- Jesús sabía que, por proclamar el evangelio, sus discípulos recibirían algún veneno mortal. ¿Estamos dispuestos a aceptar los riesgos que se expresan en esa imagen?
- Sabemos que el evangelio significa “buena noticia”. ¿No habremos caído alguna vez en la tentación de convertirnos en amargados “aguafiestas”?
- ¿En un mundo como este qué puede aportar la proclamación del evangelio para convertir la cultura de la muerte en una cultura de la vida y del amor?
- ¿Y yo no habré sustituido la proclamación del evangelio del Señor por la manifestación o imposición de mis propios proyectos e intereses?