El documento enviado al Vaticano señala como urgente la iniciación cristiana, el protagonismo de los pobres, el papel de la mujer, la misión y la escucha y el acompañamiento
Las aportaciones de la Iglesia en España para la segunda sesión de la Asamblea del Sínodo de los Obispos sobre el tema de la sinodalidad —que se celebra en octubre— ya están en Roma. Tras meses de trabajo y con un descenso en la participación con respecto a la fase anterior, las diócesis españolas y más de una veintena de realidades eclesiales recogen en el Documento de Síntesis de la Conferencia Episcopal Española Hacia Octubre 2024 una serie de prioridades, así como propuestas concretas para convertirse realmente una Iglesia sinodal en misión.
El trabajo de las Iglesias locales, movimientos, grupos y vida consagrada se enriqueció con un encuentro nacional en Madrid el pasado 4 de mayo en la sede de la Conferencia Episcopal, con la presencia del presidente de la CEE y arzobispo de Valladolid, Luis Argüello, y Vicente Jiménez Zamora, administrador apostólico de Huesca y Jaca y coordinador del Equipo Sinodal de la CEE, entre otros obispos. Ambos son padres sinodales.
Según recoge el texto definitivo, las prioridades se clasifican en función de las tres partes del documento Informe de Síntesis —«El rostro de una Iglesia sinodal»; «Todos discípulos, todos misioneros»; «Tejer lazos, construir comunidad»— surgido de la primera sesión de la Asamblea del Sínodo. Así, con respecto a la primera parte del documento, uno de los puntos más repetidos en las aportaciones tiene que ver con la iniciación cristiana. «Es importante subrayar que todos formamos parte de la comunidad, con una gran variedad de vocaciones y ministerios, comunidades que han de ser dinámicas, donde se desarrollen procesos fraternos de apertura y acogida y donde sus miembros se sientan llamados a la misión», subraya.
También recoge, siendo conscientes de que uno de los retos es dar a conocer a Jesús en la sociedad de hoy, la importancia de que la iniciación cristiana y el primer anuncio se complementen, se renueven y sean entendidos como procesos de renovación de la fe. Una tarea, continúa el documento de aportaciones, que corresponde a todos los miembros de la Iglesia, a todos los bautizados.
Otra de las prioridades señaladas son los pobres como protagonistas de la vida eclesial: «Es una forma de coherencia evangélica entre lo que pensamos, decimos y obramos como forma de dar testimonio». Esto implica, añade, que se denuncien las causas de la pobreza, se levante la voz ante la injusticia, se descubran las nuevas pobrezas y se actúe de forma coordinada.
De nuevo, ya sobre el segundo apartado del informe de síntesis, la reflexión que llega de las diócesis y otros grupos pone el foco en las mujeres, cuyo papel debe ser reconocido en su importancia, fundada en la «igual dignidad que nace del Bautismo». «Se considera prioritario su presencia activa en todos los ámbitos de la vida de la Iglesia, en los órganos de participación, formación y decisión, así como asumiendo tareas de responsabilidad a nivel pastoral y ministerial», subraya.
También se afirma la necesidad de que los miembros de la Iglesia sean testigos de Dios en el mundo, sin replegarse: «La Iglesia es misión para todos». Y agrega tres cuestiones fundamentales: el cuidado y acompañamiento de la familia; el mayor protagonismo, la escucha y la cercanía con los jóvenes; y el compromiso de los fieles laicos en los distintos ambientes sociales, culturales y laborales.
Y sobre la tercera parte de la síntesis de la primera sesión del Sínodo de los obispos, los trabajos en las diócesis destacan la necesidad de poner en juego la escucha, la acogida y el acompañamiento. «Se necesita construir comunidades abiertas y con capacidad de acogida. Es importante ampliar la escucha para estar atentos a la realidad que nos rodea, procurando crear espacios donde acoger a todos, creyentes y no creyentes», subraya el documento de aportaciones.
A modo de observación general, el documento reconoce que son muchas las experiencias que se están llevando a cabo para hacer que «la sinodalidad cale en la vida cotidiana de nuestras comunidades». Además, constata que las aportaciones muestran la enorme pluralidad de nuestra Iglesia y que en ellas también se encuentran lo que la Iglesia aporta en su vida de esos años: el Congreso de Laicos Pueblo de Dios en Salida y el trabajo posterior por itinerarios —este año se abordó el Primer Anuncio—, el Servicio de Pastoral Vocacional o el Congreso sobre Educación.
Propuestas concretas
En la segunda parte del texto, se recogen una serie de propuestas concretas sobre la renovación de ministerios y órganos de participación o la introducción de nuevos. En concreto, sugiere que los consejos pastorales «sean obligatorios y no solo aconsejables, para lo cual hay que reformar el Código de Derecho Canónico». También reclama la renovación de los consejos económicos, ya obligatorios. Pero, además, pide normas para su desempeño: que funcionen con espíritu sinodal; crezcan en comunicación interna y también hacia fuera; fomenten la renovación y ampliación de sus miembros; aseguren que sean órganos deliberativos y decisorios y no solo consultivos; que sea un órgano evaluable y se favorezca la interconexión de los diversos consejos.
Otras cuestiones que se apuntan en el documento son la agrupación de parroquias en unidades pastorales, la revisión del diaconado permanente como servicio a los más pobres —incluida una reflexión sobre el posible acceso de la mujer al diaconado— y que el pueblo de Dios sea consultado para los nombramientos, también en el caso de los obispos.
Como novedades, se pone encima de la mesa la creación de los ministerios de la acogida, la escucha y el acompañamiento, grupos de acción pastoral en los arciprestazgos, estructuras o mecanismos que posibiliten la evaluación, equipos parroquiales de evangelización o la implantación de un Servicio Vocacional.
Durante la jornada de trabajo del pasado 4 de mayo, Luis Argüello reconoció en la Eucaristía conclusiva que el proceso ha servido para sacar brillo a lo que significa la vocación bautismal, pero advirtió ante la tentación de vivir esta experiencia como «una especie de lucha entre realidades eclesiales» o «búsqueda de poderes». «Somos un pueblo débil, pero estamos, sin duda, siendo agraciados por una siembra. Y queremos compartir y sembrar, porque la sinodalidad no es un tema, sino una forma de ser. Es la Iglesia que camina y se reúne, la Iglesia del Cenáculo y de la salida apostólica», concluyó.