El pasado 25 de junio, se presentaba en el Templo Expiatorio de la Sagrada Familia de Barcelona el libro titulado “Palacio. Gaudí. Astorga”, obra del historiador Jairo Álvarez. A la presentación acudimos el propio autor, junto con el director del Palacio de Gaudí – Museo de los Caminos de Astorga y un servidor. En la parte catalana estaban presentes el presidente nato de la Fundación Junta Constructora del Templo, el cardenal Juan José Omella, junto con el presidente delegado y otros miembros.
El evento buscaba, además de poner en valor nuestro Palacio y lo que significa, poner en ejercicio una cultura del diálogo y del encuentro entre dos Iglesias particulares y dos sociedades, como son la catalana y la astorgana que, aunque diferentes en muchos aspectos, coinciden en elementos sociales, culturales y religiosos relevantes.
La relación entre Cataluña y Astorga ha sido próspera y fecunda, sostenida por acontecimientos históricos como la Reconquista y culturales y religiosos como el Camino de Santiago. Dicha relación, ha ido ganando en intensidad especialmente desde finales del siglo XIX y a lo largo del XX. Incluso podríamos decir, sin miedo a equivocarnos, que un eje vertebrador fundamental de este vínculo especial ha sido y sigue siendo el Palacio de Gaudí, ligado para siempre a los desvelos de algunos obispos.
El primero de ellos, Juan Bautista Grau, nacido en Reus (Tarragona), el año 1832 y que llegó a Astorga para ocupar la sede episcopal en el año 1886. Recién estrenado su ministerio, y tras el desafortunado incendio del viejo caserón que servía como residencia a los sucesores de Santo Toribio, contrató los servicios del nobel arquitecto Antonio Gaudí para erigir una nueva Obispalía. Pese a las reticencias con que se encontró, siguió adelante con la idea, para lo que desplazó también a la capital maragata a personal cualificado como el maestro constructor Miguel Dalmau y el carpintero Joan Munné.
En segundo lugar, nombramos a otro obispo catalán, Mons. José Castelltort, nacido en Igualada el 21 de marzo de 1899. Nada más entrar en Astorga, en marzo de 1957, se comprometió a acabar la obra que Gaudí había dejado inconclusa. Concretamente, se centró en la última planta para convertirla en vivienda propia. Su muerte repentina durante una de sus visitas para seguir las obras, en el imaginario popular, explica que ningún obispo posterior haya pretendido irse a vivir al Palacio.
Un tercer lazo de unión nos lo ofrece Mons. Marcelo González Martín, vallisoletano de origen (Villanubla, 16.I.1918) que, después de ejercer durante cinco años como obispo de Astorga (1961-1965), fue nombrado Obispo Auxiliar de Barcelona y, más tarde, Arzobispo. El Nuncio Ildebrando Antoniutti le encargó rematar las obras del Seminario Menor de San José de La Bañeza y habitar el Palacio Episcopal. Cumplió lo primero, pero no lo segundo, llegando incluso a querer deshacerse del edificio. Finalmente, el sacerdote diocesano D. Augusto Quintana le ofreció la solución: adaptarlo como Museo de los Caminos, convirtiendo de esta manera “la joya en joyero”.
El último puente episcopal que nos ha unido a Cataluña ha sido el de Mons. Antonio Briva Miravent, nacido en Sitges (Barcelona), el 31 de enero de 1926. En el año 1967, siendo rector del Seminario Mayor de Barcelona, fue nombrado obispo de Astorga. Llegado a la sede episcopal, confirmó el noble destino para el que había sido destinado el Palacio Episcopal y continuó residiendo en el ala del Seminario habilitada como residencia episcopal en tiempos del obispo Grau.
Como ven, los caminos de Cataluña y Astorga se han cruzado con frecuencia. Ojalá este sencillo evento haga más fuertes los lazos de unión entre ambas y resalte el valor de nuestro querido Palacio.