En plena Pascua 2020 la Iglesia nos invita a contemplar su realización en una persona concreta: Jozef de Veuster ( 1840–1889), belga y misionero católico de la Congregación de los Sagrados Corazones, que dedicó su vida al cuidado de los leprosos de Molokai (Hawai), donde hoy es una gran fiesta. Fue beatificado en 1994 por san Juan Pablo II, y canonizado el 11 de octubre de 2009. Se le conoce como san Damian de Molokai. En Bélgica ha sido declarado belga más importante de todos los tiempos. La Pascua de Cristo venció la muerte en él.
Los apóstoles creyeron en Jesús no sólo por las señales y la resurrección, si no porque experimentaron que vivía dentro de ellos, capacitándoles para amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo. La encarnación de Dios en las personas sigue ocasionando cambios, y eso fue lo que le ocurrió san Damián: le dio su cuerpo a Dios, que vivió en él en el Espíritu Santo que nos ganó Jesucristo con su Pascua. Algo por cierto presente ahora en medio de la pandemia en muchas personas que por amor a Jesucristo dan su vida por los enfermos.
Miles de nativos hawaianos murieron por la gripe y la sífilis, enfermedades que introdujeron estadounidenses, europeos y chinos. También por la epidemia de lepra. El rey Kamehameha IV, muerto de miedo, confinó a los leprosos en la isla de Molokai y la “Royal Board of Health” los proveyó con suministros y comida, pero sin ayuda médica.
Entre tanto, Jozef de Veuster Entró en la vida religiosa con los Padres de los Sagrados Corazones de Jesús y María (SS.CC.), el 7 de Octubre de 1860 y tomó como nombre Damián. Siendo novicio en París se ofreció para las misiones. Los SS.CC. habían llevado la Iglesia Católica a Hawai, y allí partió en 1864, siendo ordenado en Honolulu, la capital. Al poco pidió ir a Molokai, donde formó una comunidad de amor y paz, construyendo la iglesia de Santa Filomena, un hospital, enfermería, escuela, viviendas, etc. En 1885 contrajo lepra a la edad de 49 años y no quiso ser trasladado para recibir tratamiento al empeorar. Decía:
“Hasta este momento me siento feliz y contento, y si me dieran a escoger la posibilidad de salir de aquí curado, respondería sin dudarlo: “Me quedo para toda la vida con mis leprosos…Continúo siendo el único sacerdote en Molokai. El padre Columbano y últimamente el padre Wendelin Moellers son los únicos hermanos que he visto desde hace dieciséis meses. Por tener tanto que hacer, el tiempo se me hace muy corto; la alegría y el contento del corazón que me prodigan los Sagrados Corazones hacen que me crea el misionero más feliz del mundo. Así es sacrificio de mi salud, que Dios ha querido aceptar haciendo fructificar un poco mi ministerio entre los leprosos, lo encuentro después de todo bien ligero e incluso agradable para mí, atreviéndome a decir como San Pablo: Estoy muerto y mi vida está escondida con Cristo en Dios”.
Una estatua de bronze del Padre Damián en el Capitolio de EE.UU. representa el estado de Hawai. El primero de diciembre del 2005 el Padre Damián fue escogido por una encuesta nacional belga como el belga más grande de todos los tiempos.
León Tolstói hizo referencia a «las hazañas del Padre Damián» en su libro ‘El reino de Dios está en vosotros’, como parte de su extensa argumentación para enfatizar «la contradicción entre nuestra vida y nuestra conciencia cristiana… nosotros, que apreciamos a los pensadores, filántropos, poetas y científicos de otras naciones; nosotros, que nos enorgullecemos de las hazañas de Damián, como si fueran propias”
Mahatma Gandhi ofreció su propia defensa a la obra y el trabajo del Padre Damián, llegando a declarar que había sido una inspiración para sus campañas sociales en la India, y escribiendo “El mundo politizado y amarillista puede tener muy pocos héroes que se puedan comparar con el Padre Damián de Molokai. Es importante que se investiguen las fuentes de tal heroísmo”.
La Madre Teresa, en una carta dirigida a Juan Pablo II, dijo: «Como sabe, nos encontramos trabajando entre millares de leprosos, y para poder continuar este hermoso trabajo de amor por la curación de los enfermos, tenemos necesidad de un santo que nos guíe y nos proteja. El padre Damián podría ser ese santo».
El papa Benedicto XVI dijo de él: «…Siguiendo a san Pablo, san Damián nos impulsa a elegir las buenas batallas (cf 1Tim 1, 18). No aquellas que llevan a la división, sino las que unen. Nos invita a abrir los ojos sobre las lepras que, aún hoy, desfiguran la humanidad de nuestros hermanos y que apelan más que a nuestra generosidad, a la caridad de nuestra presencia de servicio…»