Comenzamos un año nuevo. Os deseo un año nuevo lleno de paz y bien, de felicidad. Como creyentes que somos, lo comenzamos llenos de esperanza, confiando en el Señor y en la protección de María Santísima. Durante este nuevo año vamos a reanudar la visita pastoral en nuestra Archidiócesis. La visita pastoral, como sabéis, es una acción muy importante del pastor diocesano, confirmada por siglos de experiencia, en la que mantiene contactos personales con los sacerdotes, diáconos, miembros de la vida consagrada, y laicos y laicas; en suma, con todos los miembros del pueblo de Dios que forman una determinada comunidad cristiana, generalmente una parroquia, un colegio, una obra religiosa, un movimiento o asociación.
El Directorio para el ministerio pastoral de los obispos recuerda que tienen la obligación de visitar su diócesis cada año, total o parcialmente, de modo que al menos cada cinco años visiten la diócesis entera, personalmente o por medio de sus colaboradores. El periodo de cinco años nos da una pista que considero muy válida sobre el espíritu de la visita pastoral, porque deseo subrayar, ante todo, que no ha de ser en modo alguno una mera formalidad jurídica o administrativa. Reducirla a esta dimensión sería olvidar el espíritu de esta práctica pastoral y privarla de los frutos que, con la ayuda de Dios, hemos de esperar de ella.
Cada cinco años los obispos realizan la llamada visita “ad limina Apostolorum”. Se refiere a la visita o peregrinación a los sepulcros de Pedro y Pablo en Roma para renovar la comunión con el sucesor de San Pedro y obispo de Roma, el Santo Padre. Esa es su finalidad principal. De modo semejante, la visita pastoral a una determinada comunidad o a una obra cristiana es una ocasión para renovar la comunión con el pastor diocesano, para invitar a todos los fieles a la renovación de la propia vida cristiana y a una acción apostólica más intensa y fructífera.
La visita pastoral constituye una oportunidad para reavivar las energías de los fieles que colaboran en la obra evangelizadora de la Iglesia en sus distintos campos de acción. Es una oportunidad para el encuentro, para agradecerles el trabajo, y también para animarlos y consolarlos ante las dificultades y obstáculos. Asimismo, es una oportunidad para examinar el funcionamiento y la eficacia de las iniciativas destinadas al servicio pastoral.
En suma, la visita pastoral es una acción apostólica que el obispo debe cumplir animado por la caridad pastoral, que lo presenta como principio y fundamento visible de la unidad y la comunión en la Iglesia particular. Para las comunidades e instituciones que la reciben, la visita ha de ser un evento de gracia que refleja en cierta medida aquella especial visita con la que el supremo pastor (1 Pe 5,4) y el “guardián de nuestras almas” (1 Pe 2,25), Jesucristo, sigue visitando y redimiendo a su pueblo (cf. Lc 1,68).
En la Iglesia primitiva hallamos un bello precedente de esta práctica. Pablo y Bernabé, terminado su primer viaje misionero fuera de Palestina, con mucha esperanza y no pocas tribulaciones, fueron plantando comunidades en Chipre y en Asia Menor. Pasó el tiempo y un día comentó Pablo a Bernabé: “Volvamos ya a ver cómo les va a los hermanos en todas aquellas ciudades en que anunciamos la Palabra del Señor” (Hch 15,36). Fue la primera visita pastoral. Expresa un deseo afectuoso de conocer la vida de la comunidad y habla de “hermanos y hermanas”. Ahí está expresado el espíritu de la visita pastoral.
Para que la visita pastoral sea realmente un acontecimiento de gracia, ha de ser preparada en especial con la oración. Tanto por parte de los obispos como por las comunidades. Pidamos al Señor que sea ocasión de crecimiento en nuestra santificación personal y en la misión evangelizadora que nos ha sido encomendada. Santo y feliz Año Nuevo.