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Sembradores de amor

El próximo 19 de marzo, solemnidad de san José, celebramos el Día del Seminario. La Iglesia nos invita a dar nuestro apoyo al Seminario y a agradecer a Dios el don de la vocación al sacerdocio. Pidamos al Señor que envíe más sembradores de su amor y de su Palabra. Y es que «la mies es abundante, pero los trabajadores son pocos» (Mt 9,37).

Para comprender el sentido de este día nos puede ayudar un precioso texto del Antiguo Testamento que trata sobre la vocación del profeta Samuel (1 Sam 3,1-19). Samuel era un joven que vivía en el santuario de Siló con un sacerdote, llamado Elí, a quien ayudaba. Una noche en que Samuel dormía plácidamente, el Señor le llamó. Samuel creyó que era Elí el que se dirigía a él. Sin embargo, cuando fue a su encuentro, el sacerdote le dijo que él no había sido.

El Señor llamó a Samuel dos veces más. Elí, al ver de nuevo al joven, interpretó lo que había ocurrido. Quien lo llamaba era el Señor. Así, pues, le dijo a Samuel que si recibía de nuevo la llamada de Dios respondiera: «Habla, Señor, que tu siervo escucha». Samuel hizo lo que le mandó Elí y pudo dialogar con Dios.

El Señor nunca se cansa de llamarnos. Y, como en el caso del joven Samuel, nos llama sin cesar. Nos llama, aunque nuestra fe parezca dormida. Dios quiere iniciar un diálogo con nosotros, de corazón a corazón, y espera que le respondamos con generosidad.

Elí ayuda a Samuel a reconocer la voz de Dios. Es importante discernir su llamada, acompañados de un guía espiritual o de alguien del equipo de pastoral vocacional. Los sacerdotes podemos ayudar a que la vocación dé mucho fruto.

Por lo tanto, tal como hizo Samuel, escuchemos la voz de Dios. Acojamos el don de la vocación con paz y confianza. La vocación es un camino lleno de luz y de sentido. No nos dejemos vencer por las dificultades que encontremos a lo largo del camino. Jesús siempre estará a nuestro lado. Recordemos las palabras del apóstol Pablo: «Sé de quién me he fiado» (2 Tim 1,12).

Las vocaciones sacerdotales son un regalo que recibimos con alegría. Las pedimos a Dios y cada año lo hacemos de manera especial en las vigilias de oración que se organizan en torno al Día del Seminario. También ayudan a impulsar la pastoral vocacional los retiros, como el del pasado mes de febrero, donde podemos descubrir la belleza de la vocación sacerdotal. Estos días podemos orar todos intensamente por las vocaciones.

Queridos hermanos y hermanas, pidamos a Dios que, por intercesión de san José, patrón de los Seminarios, nos dé sacerdotes alegres, cercanos y llenos de Dios que nos ayuden a vivir su Palabra y sus sacramentos. Presbíteros que sean buenos compañeros de camino de todos los hombres, especialmente de los más vulnerables. Que María, Madre de la Iglesia, ilumine el corazón de los jóvenes, para que respondan a la llamada del Señor con alegría.

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