“Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David” (Mt 15,22)
- La súplica de la mujer cananea nos llama la atención por venir de una extranjera y posiblemente pagana. ¿Somos conscientes del dolor y de los sufrimientos que afectan a todos los hombres y mujeres de este mundo?
- El evangelio sugiere que también entre las gentes que no pertenecen a Israel se encuentran modelos de oración. ¿Hemos aprendido a ver que los considerados como paganos pueden tener un profundo sentido religioso?
- La mujer cananea se dirige a Jesús, invocándolo como Señor. ¿Los que nos decimos seguidores de Jesús reconocemos con humildad su señorío sobre nuestras vidas y sobre nuestras decisiones concretas?
- Por otra parte, ¿tenemos la fe y la osadía necesarias para proclamar y aceptar el señorío de Jesucristo sobre los poderes de este mundo y sobre las estructuras que hemos creado en nuestra sociedad?
- La mujer cananea se dirige a Jesús con el título mesiánico de “Hijo de David”. ¿Estamos dispuestos a recocer las “semillas del Verbo” que pueden encontrarse en las diversas culturas y religiones no cristianas?
- Seguramente conocemos personas que tienen dificultades para aceptar la fe. Sin ánimo de hacer un fácil proselitismo, ¿no tendremos que ayudarles a descubrir confiadamente la misericordia de Dios?
- ¿Y yo, me reconozco como un discípulo de Jesús, dispuesto a acercar hasta él a las personas que lo buscan implorando su compasión?