El mensaje de Jesucristo ha trascendido a lo largo de más de 2.000 años. Es un regalo que recibieron nuestros antepasados, lo hemos recibido nosotros y lo recibirán los que vendrán, si son capaces de abrir el corazón y escuchar la hermosa melodía que Dios nos ofrece.
Muchas personas han dado testimonio del Evangelio, dando su propia vida por amor a Cristo. Recientemente, podemos sumar a dos hermanos más a la lista de aquellos que afrontaron la persecución religiosa y la muerte con valentía y esperanza, perdonando a sus asesinos. Actuaron como Cristo en la Cruz.
El pasado día 13 de abril, el papa Francisco aprobó el Decreto por el que reconoce el martirio del sacerdote Gaietà Clausellas Ballvé (1863-1936) y del laico Antoni Tort Reixachs (1895-1936). Estos dos Siervos de Dios serán beatificados en la Basílica de la Sagrada Familia de Barcelona el próximo sábado 23 de noviembre*.
Mn. Clausellas fue ordenado sacerdote en 1888 y es conocido como «el padre de los pobres» por la caridad con que atendió, como capellán, el Asilo de ancianos de Sabadell, desde 1916 hasta su muerte. Estas palabras salieron de sus labios, cuando le advirtieron que por seguridad debía exiliarse: «Yo prometí a mi antecesor en el cargo y fundador que nunca abandonaría a los ancianos del Asilo, y que, si esto significa que he de derramar mi sangre, lo acepto plenamente y ofrezco mi vida a Dios» (cf. Relatio et vota (2015, p. 46).
El 14 de agosto de 1936 cuando fueron a prenderle para fusilarle, salió sereno rezando el Te Deum. Al día siguiente, a primera hora de la mañana, fue asesinado en la cuneta cercana a la ermita de Sant Julià d’Altura.
El Sr. Tort, joyero de profesión, contrajo matrimonio en 1917 con María Josefa Gavín y tuvieron 11 hijos. En 1936, su hermano Francisco, el obispo Irurita y su secretario, y cuatro religiosas, se refugiaron en su casa de Barcelona. Llevaban una vida intensa de piedad y oración.
El 1 de diciembre de 1936 un grupo de milicianos registraron el domicilio. Cuando uno de ellos cogió el copón con las formas consagradas, Antoni se lo arrebató, diciendo: «A mi Señor no lo tocan». Después repartió la Eucaristía entre los presentes. Por la tarde de este mismo día, fueron detenidos el obispo y su secretario por ser sacerdotes, Antoni por acoger a sacerdotes y religiosas, y Francisco, su hermano, por constar en una lista tradicionalista. Todos ellos fueron conducidos al centro de detención, situado en el convento de San Elías, actual parroquia de Santa Inés de Barcelona. El decreto del Papa considera probado que, en la noche del 3 de diciembre de 1936, Antoni y su hermano fueron asesinados por odio a la fe en el cementerio de Montcada.
Leemos en el Evangelio que «Nadie tiene un amor más grande que el que da la vida por sus amigos» (Jn 15,13). El martirio de Gaietà y Antoni nos tiene que ayudar a afrontar las cruces de cada día con amor, serenidad y esperanza.
Queridos hermanos y hermanas, la beatificación de estos nuevos testigos de Cristo no solo confirma su santidad, sino que es para nosotros una invitación a vivir y a encarnar en el mundo el Evangelio del amor, la paz, la fraternidad y el perdón.