“Haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28,16)
- Hay algunos que han nacido en familias cristianas y han sido bautizados. Y sin embargo no se consideran discípulos del Señor. ¿A qué puede deberse ese hecho?
- ¿Y por qué otros que sí se consideran discípulos de Jesucristo, no reconocen a otros que también manifiestan ser discípulos de ese Maestro?
- Además, ¿no hay algunos que pretenden ser discípulos de Jesús, pero han olvidado su encargo de hacer discípulos a todos los pueblos?
- Y, pensándolo con serenidad, ¿qué significa y qué exige tratar de hacer a otros discípulos de Jesucristo?
- El Señor exhorta a sus seguidores a bautizar a todos los pueblos. ¿Qué implica ese mandato para la vida y los planes de la Iglesia?
- Evidentemente, el bautismo que Jesús quiere difundir por el mundo es diferente del bautismo de Juan Bautista. ¿En qué consiste esa diferencia?
- ¿Y yo he descubierto y celebrado en la práctica la grandeza de haber sido bautizado en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo?