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Un mes de mayo todo de María

Queridos diocesanos de Alcalá de Henares:

Pronto comenzaremos el mes de mayo, un mes tradicionalmente dedicado a la Virgen María. En la Edad Media, los cristianos, al contemplar la belleza de la primavera, exuberante en el mes de mayo, se dieron cuenta de que esa belleza podía compararse con la hermosura de nuestra Madre del cielo. De ahí viene la costumbre de levantar altares para la Virgen y llevarle flores. No perdamos esta hermosa costumbre. En este mes de mayo, podemos llevar a la Virgen la flor de nuestra oración y de nuestra caridad con los hermanos, especialmente con los más pobres. Nada agrada tanto a una madre como ver a sus hijos unidos, en armonía y en paz. Recemos el rosario. El Papa Francisco dice que el rosario es “la oración de los sencillos y de los santos” (Twitter 7-X-2016). Está al alcance de todo el mundo. No se conoce a ningún santo que no rezara el rosario. La devoción a María es “el camino más fácil, corto, perfecto y seguro para llegar a la unión con Dios, en la cual consiste la perfección cristiana” (S. Luis Mª Grignon de Monfort, Tratado de la Verdadera Devoción, n. 152).

Junto al rosario, podemos practicar también la devoción de la “esclavitud mariana”. Precisamente, el pasado 20 de abril hemos comenzado en nuestra Diócesis un Año Jubilar con motivo de los 450 años de la fundación del Monasterio de Santa Úrsula, en la ciudad de Alcalá de Henares. Es una ocasión para dar gracias a Dios por el regalo de las Hermanas Concepcionistas Franciscanas, presentes en este Monasterio, de manera ininterrumpida, desde su fundación. En el siglo XVI, una de estas hermanas, la Venerable Sor Inés de San Pablo, fundó en Alcalá la primera Cofradía de esclavitud mariana que se conoce, recogiendo una espiritualidad que se remonta a tiempos de San Ildefonso de Toledo. Hay un precioso texto de este santo que expresa el espíritu de la devoción: “Por esto yo soy tu siervo, porque mi Señor es tu Hijo. Por eso tú eres mi Señora, porque eres esclava de mi Señor. Por esto yo soy esclavo de la esclava de mi Señor, porque tú, mi Señora, has sido hecha Madre de mi Señor. Por esto yo he sido hecho tu esclavo, porque tú has sido hecha Madre de mi Hacedor” (Sobre la virginidad perpetua de Santa María, 1).

Durante los siglos XVII y XVIII, San Luis María Grignon de Monfort popularizó esta preciosa devoción, explicando su contenido: “Consiste en darse por entero, como esclavo, a María y a Jesús por ella y, además, en hacer todas las cosas por María, con María, en María y para María” (El secreto de María, n. 28). No hay nada que nos haga pertenecer tanto a Cristo y a María como la esclavitud voluntaria, según el ejemplo del mismo Jesucristo, que “tomó la forma de esclavo” (Flp 2,7) por nuestro amor, y el de la Santísima Virgen, que se llamó sierva y esclava del Señor (Cfr. San Luis Mª Grignon de Monfort, Tratado de la Verdadera Devoción, n. 72).

La esclavitud mariana se expresa también en el lema: Totus tuus, de San Juan Pablo II. Es el comienzo de una oración a la Virgen, atribuida a San Buenaventura, que reza así: “Yo soy todo tuyo, y todo lo mío es tuyo, oh Virgen gloriosa”. Que un hombre sea esclavo de otro es algo humillante e injusto, pues ante Dios todos somos iguales. Sin embargo, con Dios tenemos una relación de dependencia y sujeción, que precisamente es lo que más nos libera y nos ayuda a realizarnos como personas. Por eso, recomiendo vivamente la devoción a la Virgen María, bajo esta forma tan alcalaína de la esclavitud mariana.

Recibid mi saludo y mi bendición.

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