Durante el tiempo de verano se organizan muchos campamentos, colonias, casales para niños y jóvenes. Es normal porque es el tiempo de vacaciones escolares y académicas y además el buen tiempo invita a salir a la montaña, al contacto con la naturaleza.
Y es habitual también que muchas de estas actividades sean organizadas por parroquias, escuelas, esplais y grupos de jóvenes. En nuestra diócesis desde hace ya años la Delegación de Juventud de la diócesis organiza cada verano una peregrinación con jóvenes a un santuario y este año volveremos a hacerlo. Por otro lado, desde hace dos años se organiza también un encuentro de una semana con adolescentes, Be Apostle, por lo que tenemos una semana con adolescentes y tenemos también una peregrinación de otra semana con jóvenes de dieciséis años en adelante. No querría, sin embargo, entrar a describir ahora estas actividades de la diócesis y otras que se llevan a cabo durante el año y explicar los detalles, sino ir al fondo del porqué lo hacemos, de nuestro objetivo.
Porque, si el hecho es que hay muchas actividades organizadas para los adolescentes y jóvenes por parte de grupos muy diversos, cuando la diócesis también los organiza es evidentemente con unos objetivos muy concretos. Y ciertamente es así, porque la nuestra no es una actividad de ocio o de deporte, que son muy buenas y recomendables, pero las actividades de la diócesis tienen como finalidad que los jóvenes hagan una experiencia de fe y de celebración compartida y gozosa de la fe. Por eso nuestras peregrinaciones incluyen desde el principio el caminar juntos, a menudo durante varios días a través de diversas etapas, para llegar a un lugar determinado, un santuario normalmente. Hacer camino, compartir camino es como la imagen de lo que es la vida. Una peregrinación compartida a un objetivo. Hacer camino disfrutando de la naturaleza en un ambiente de fe, y con oración personal y comunitaria, con catequesis para ir conociendo más al Señor, con celebración cada día de la Eucaristía, son los medios para vivir una experiencia gozosa y compartida de la fe, porque la fe debe ser necesariamente una experiencia compartida. Con palabras de un querido sacerdote de nuestra diócesis, que hace ya años que nos dejó, Mn. Francesc Cima, decía: «la fe no se vive si no se convive».
Esto es que lo intentamos vivir cada verano con los jóvenes, y esto es lo que también deberíamos plantearnos vivir los que ya no somos tan jóvenes, pero igualmente necesitamos la experiencia de una fe compartida, vivida en comunidad. Me atrevo por eso a proponer que, aunque sin largas caminatas, pero sí con encuentros de grupos, de matrimonios, de mayores etc. Deberíamos habituarnos a compartir nuestra fe, las dificultades que encontramos, las luces que el Señor nos da también. Sería un camino muy bueno, un camino interior, el de meditar juntos la Palabra de Dios, la Lectio Divina, es decir, la lectura meditada y compartida de las Sagradas Escrituras. Sería una experiencia muy enriquecedora, a la vez que necesaria, para nuestra vida cristiana y la de nuestras comunidades.