Hoy, tercer domingo de Pascua, os propongo que meditemos con atención un precioso texto del Evangelio de Lucas. Se trata del episodio de los discípulos de Emaús (Lc 24,13-48).
El evangelista explica que dos discípulos de Jesús se dirigen a un pueblo llamado Emaús, situado a unos once kilómetros de Jerusalén. Los discípulos están tristes porque Jesús ha muerto en la Cruz. Todas las esperanzas que habían puesto en Él se han desvanecido completamente.
Mientras caminan cabizbajos, un viajero se pone a caminar a su lado. Sin embargo, están tan ofuscados que no lo reconocen. El viajero les acompaña, se pone a hablar con ellos y escucha todo aquello que les preocupa. Al llegar a Emaús le invitan a cenar. Al principio de la cena, cuando el misterioso viajero bendice el pan y lo reparte entre los comensales, se dan cuenta de que Jesús resucitado ha estado con ellos durante todo el camino.
Hoy quisiera destacar un aspecto muy importante de este episodio: Jesús camina con los discípulos y los escucha. Escuchar implica prestar atención a nuestros hermanos y regalarles una parte de nuestro tiempo. Siempre me han impresionado las palabras de San Benito al principio de la Regla:«Escucha hijo […] aguza el oído de tu corazón», es decir, escucha con toda tu alma. Y es que escuchar es también una forma de amar.
Dios quiere tener con nosotros una relación de amistad. Toda la Sagrada Escritura nos presenta a Dios como aquel que dialoga con su pueblo y espera que le responda con amor. Dios desea reparar la comunión con Él, rota por el pecado. Lo podemos leer en la oración del Shemà: Escucha Israel, el Señor es nuestro Dios. Amarás al Señor con todo tu corazón, con todas tus fuerzas (cf. Dt 6, 4-5). Dios nos ama tanto que nos dirige su Palabra y también se inclina para escucharnos.
El papa Francisco, en su mensaje para la 56 Jornada Mundial de las comunicaciones, proponía a toda la Iglesia que organizara una «pastoral del oído». En esta pastoral de la escucha es necesario estar dispuestos y ser rápidos para escuchar, pero ser lentos para hablar (cf. Sant 1,19). Y es que dicen que Dios nos ha dado dos oídos y una sola boca para que escuchemos el doble de lo que hablamos.
Queridos hermanos y hermanas, Jesús siempre camina a nuestro lado. Él está dispuesto siempre a escucharnos sin hacernos un solo reproche, especialmente en los momentos en que hemos perdido la ilusión o nos damos cuenta de que nos hemos enfangado en el pecado. Él nos ayuda a emprender de nuevo nuestro viaje y a llevar el mensaje del Evangelio hasta los confines de la tierra. En este tiempo de Pascua le decimos a Dios: ¡ven a caminar con nosotros, Señor!