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Una misionera colombiana espera al Papa en Mongolia: «Se abre una ventana hacia las personas que no conocen la experiencia cristiana»

El papa Francisco inicia esta tarde un nuevo viaje apostólico, el número 43. El destino es Mongolia, un país con una Iglesia muy joven, que data de 1992, y con apenas 1.500 miembros. La estructura eclesial se organiza en torno a la prefectura apostólica de Ulán Bator, con el cardenal Giorgio Marengo al frente. Esta se sostiene gracias a la ayuda de Obras Misionales Pontificias. En el país vive desde hace doce años Esperanza Becerra, colombiana y misionera de la Consolata.

En una entrevista a OMP, Esperanza ha contado lo que significa para la comunidad cristiana la llegada del Santo Padre: «Recibimos con mucha alegría y emoción la noticia de que el Papa Francisco va a venir a Mongolia». Y ha añadido: «Se abre una ventana hacia las personas que no han tenido la oportunidad de conocer una experiencia tan maravillosa como es la experiencia cristiana».

A pesar de que la comunidad cristiana es diminuta y la mayoría budista, la visita del Pontífice está generando una gran expectación. Ella mismo lo ha vivido en sus carnes. Mientras esperaba el autobús, una persona se le acercó al ver la cruz que llevaba. Este hombre, que no era católico, le preguntó cómo podía hacer para encontrarse con el Papa durante su viaje, ha contado.

Uno de los mensajes más repetidos por el Papa en estos diez años de pontificado es el de llevar la Iglesia a las periferias. Con esta expresión, se refiere tanto a las periferias geográficas como a las existenciales. En el caso de Mongolia, podemos hablar de una periferia en ambos sentidos. El país está ubicado al norte de China, en la estepa asiática. Allí, las temperaturas oscilan entre los -28º y los 24º durante todo el año. Solo la mitad del año más calurosa, desde abril hasta septiembre, la temperatura media es positiva.

Desde el punto de vista eclesiástico, todo el país es una única prefectura apostólica, con sede en Ulán Bator. En los más de 1.500 millones de kilómetros solo hay nueve lugares de culto oficialmente reconocidos por las autoridades. Hay 30 religiosas y veinticinco sacerdotes misioneros de diversas procedencias distribuidos por todo el país, de los cuales dos son españoles, y solo hay dos sacerdotes locales.

Cuando Mongolia se convirtió en un país democrático, a principios de los años 90, el Gobierno tomó la iniciativa de entablar relaciones diplomáticas con la Santa Sede y llamó a los misioneros católicos para que trabajasen en el país. El 4 de abril de 1992, estableció relaciones diplomáticas y el primer grupo de misioneros, tres miembros de la Congregación del Corazón Inmaculado de María (CICM), llegó a Mongolia el 10 de julio de 1992.

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