“En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios” (Jn 1,1). Con estas palabras comienza san Juan su Evangelio y así lo proclamamos en la Eucaristía del día de Navidad. Porque sí, queridos amigos, más allá de las cenas, comidas y regalos, está la Navidad en la que los cristianos celebramos que Dios se ha hecho hombre y se nos manifiesta en la fragilidad de un niño.
Es cierto que es difícil deslindar estas fiestas tan importantes para nuestra fe de lo meramente festivo. Pero estamos a tiempo de valorar lo que realmente es la Navidad, de buscar el auténtico sentido de lo que estamos celebrando. Para ello os invito a leer la Carta Apostólica Admirabile signun que el Papa Francisco escribió sobre el significado y el valor del Belén el 1 de diciembre de 2019. En este sencillo escrito encontramos unas pistas sobre lo que realmente es la Navidad representada en el hermoso símbolo del belén.
- Navidad significa anunciar con sencillez y alegría el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios. Estamos acostumbrados a los excesos navideños, las luces, los gastos… y, sin embargo, Dios se hizo hombre en la pobreza de un pesebre, entre animales, en el silencio de la noche, adorado por los pastores y lejos de grandes fastos. No nos perdamos lo esencial que es contemplar al Niño Jesús, a Dios que se ha hecho pequeño, un niño indefenso y, no obstante, será quien entregará su vida por mí. Él es la fuente de la vida, Él es la Vida misma.
- Navidad significa también salir al encuentro del otro, del más necesitado. No sólo del que es pobre materialmente, sino también de aquel que necesita ser escuchado, visitado o ayudado. Contemplar el belén nos ayuda a ver que Dios es el que ha tomado la iniciativa haciéndose hombre para encontrarse con cada uno de nosotros. Este es el modelo que debemos seguir: salir al encuentro de todo aquel que nos necesita. Como María que, ya embarazada, fue a ayudar a su prima Isabel, o como José, que se ocupa de proteger a María y al Niño. Ver el belén nos tiene que inspirar a salir en ayuda de todos aquellos que están a nuestro lado.
- Navidad es vivir la revolución del amor fraterno y de la paz. En estos tiempos tan convulsos, con tantos conflictos bélicos entre países y tanta agresividad entre las personas, donde la paz parece algo tan difícil de conseguir, os animo a rezar para que terminen todas las guerras, especialmente la que en estos momentos tiene lugar en la tierra de Jesús. Así nos lo indica el Papa Francisco en el número seis de Admirabile signum: “Al nacer en el pesebre, Dios mismo inicia la única revolución verdadera que da esperanza y dignidad a los desheredados, a los marginados: la revolución del amor, la revolución de la ternura. Desde el belén, Jesús proclama, con manso poder, la llamada a compartir con los últimos el camino hacia un mundo más humano y fraterno, donde nadie sea excluido ni marginado”.
La tradición de poner el belén la inició San Francisco de Asís en Greccio (Italia), buscando que los cristianos pudieran “ver” el acontecimiento que cambió la historia de la humanidad. San Francisco no quería quedarse en lo meramente estético, sino que lo que pretendía era hacer una escena en donde brillara la sencillez evangélica y la humildad, haciendo así que Greccio se transformara en una nueva ciudad de Belén. También nosotros debemos buscar eso mismo cuando pongamos un Nacimiento en nuestra casa: hacer de nuestro hogar una nueva Belén. Que en nuestra casa sí tengamos sitio para acoger al Salvador del mundo.
Espero que en esta Navidad pongamos a Jesús en nuestro corazón. Que acojamos en nuestro interior la fuerza que transmite esa debilidad y fragilidad del Niño Jesús, porque no hay nada más fuerte que una madre o un padre que tiene en sus brazos a su bebé. Dios se hace niño y en esa condición nos ha querido revelar su amor incondicional por nosotros.
Queridos diocesanos, este año hagamos del belén parte de nuestro anuncio evangelizador. Que cada vez que veamos un Nacimiento aprovechemos para transmitir lo que realmente significa a todos aquellos que nos rodean. Que poner un belén con nuestros pequeños no sea un mero ejercicio decorativo, sino que se aprovechemos para convertir ese momento en una auténtica catequesis de lo que significa la fe, la esperanza y la caridad.
Que Jesús, el Príncipe de la Paz, traiga la paz a nuestro mundo y que María Santísima con su sí a los planes de Dios, sea un modelo para nosotros. Os mando mi afecto para todos vosotros y vuestras familias durante estas fiestas y, de corazón, os deseo una Feliz y Santa Navidad.
Abilio Martínez. Obispo de Osma-Soria