“Hoy es el día en que ha obrado el Señor, ¡alegrémonos y celebrémoslo!” Nos alegramos sí, y lo celebramos, porque la obra de Dios, su acción supera todo lo que habríamos podido imaginar. Que Dios nos haya hablado, que haya venido Él mismo al mundo hecho hombre como nosotros, que haya muerto en la cruz, son motivos que tenemos para contentar-nos y de celebrarlo, como decimos en este fragmento del salmo 117.
Si todo hubiera terminado aquí podríamos todavía albergaralguna sombra de decepción y tristeza como la de aquellos discípulos que volvían de camino a su pueblo de Emaús. Pero es que no ha sido así, porque Jesús verdaderamente ha resucitado y esto supone que Dios hallevado a cabo su proyecto de amor, esto significa que la esperanza está presente en el mundo y en nuestras vidas.
Y significa también que lo que empezó en Belén ha terminado en un sepulcro vacío, porque Aquel que murió en la cruz ha resucitado. Aunque, realmente no acaba aquí, porque será necesario que Jesús resucite en cada uno de nosotros y que, cuando todo le esté sometido, Dios lo sea todo en todos (1 Cor 15, 27-28).
Muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo piensan que todo acaba con la muerte, y algunos dicen «es que nadie ha vuelto para contarlo», y prefieren quedarse en la oscuridad de una existencia sin propósito porque no tiene sentido una vida que, después de dolores de cabeza y sufrimientos todo terminecon la muerte. Pero resulta que Jesús sí que ha vuelto y nos lo ha contado; Él murió en la cruz y fue enterrado, pero esa cruz no era una derrota sino el signo de la victoria de Dios y también el nuestro. De la misma manera que los israelitas miraban a la serpiente en el desierto y se salvaban, también nosotros mirando la cruz (Jn 3,14).
En la Vigilia pascual hemos podido rememorar las maravillas que Dios obró a lo largo de la historia de la salvación, todas sus obras maravillosas. Desde la creación, cuando hizo la luz que ilumina las tinieblas, hasta la consumación final de los tiempos que esperamos, cuando Cristo resucitado volverá glorioso y podremos vivir eternamente con Él y todos los santos de la historia. La luz que nace del fuego nuevo, la palabra que actualiza la historia de la salvación, el agua bendita de las fuentes bautismales para hacer renacer a los catecúmenos y el sacramento de la Eucaristía que nos alimenta y da vida, vigor y alegría son los signos centrales de la nueva vida de hijos de Dios que hemos recibido.
Es verdad que tenemos que seguir luchando con las dificultades que se nos presentan cada día. Empezando por la lucha con nosotros mismos y con el pecado. Pero Él está vivo y así como Dios acompañaba al pueblo de Israel en su peregrinación por el desierto, lo guiaba y lo alimentaba, así ahora Jesús Resucitado, el Hijo de Dios encarnado, muerto y resucitado, nos acompaña a cada uno de nosotros y a la humanidad entera en nuestra peregrinación hacia la verdadera tierra prometida. Sólo necesitamos dejarnos guiar por Él. Y como María Magdalena ir a encontrar a nuestros hermanos que aún no lo conocen.
¡Buena y santa Pascua de Resurrección!