Ángelus y homilías papales para el domingo 22 de Tiempo Ordinario, A (31-8-2014)
NVulgata 1 Ps 2 E – BibJer2ed (en) – Concordia y ©atena Aurea (en)
(1/4) Benedicto XVI, Ángelus 31-8-2008 (de hr es fr en it pt)
(2/4) Benedicto XVI, Ángelus 28-8-2011 (de hr es fr en it pt)
(3/4) San Juan Pablo II, Ángelus 2-9-1984 (es it)
(4/4) San Juan Pablo II, Homilía en Alatri 2-9-1984 (it):
«»Dios, Padre nuestro, de quien procede todo don perfecto, infunde en nuestros corazones el amor de tu nombre y reaviva nuestra fe».
Así hemos rezado juntos, queridísimos hermanos y hermanas (…), en la oración de esta Misa (…). La liturgia del día ha puesto en nuestros labios y en nuestro corazón esta hermosísima súplica: «Infunde en nuestros corazones el amor…, reaviva nuestra fe» (…).
El programa para la vida de fe nos lo traza san Pablo en el pasaje de la Carta a los Romanos que hemos escuchado como segunda lectura:
«Os exhorto, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios; este es vuestro culto razonable. Y no os conforméis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto» (Rm 12, 1-2).
Así pues, hermanos y hermanas queridísimos, la fe cristiana es ante todo ofrenda de sí mismo como sacrificio viviente: porque Dios, antes que nada, pide nuestro corazón; nos espera a nosotros, nuestra persona, nuestro trabajo, nuestros sufrimientos. Así se ejercita el sacerdocio real, a lo que el Concilio Vaticano II ha invitado a todos, incluido el laicado. Y efectivamente, hablando de la función de los laicos en la Iglesia, ha puesto de relieve que «todas sus obras, sus oraciones e iniciativas apostólicas, la vida conyugal y familiar, el cotidiano trabajo, el descanso del alma y del cuerpo, si se realizan en el Espíritu, e incluso las mismas pruebas de la vida, si se sobrellevan pacientemente, se convierten en sacrificios espirituales agradables a Dios por Jesucristo (1P 2, 5)» (Lumen gentium 34).
De este modo nuestra vida, aun cuando oculta, nonótona, insignificante a los ojos de los hombres, se hace extraordinariamente preciosa ante Dios: se hace adhesión a él, a su palabra de verdad y a su mensaje evangélico; convencida adhesión a la Santa Iglesia y a su Magisterio; sacrificio continuo en unión con el de Jesús: firme repulsa de errores y concepciones que van contra la Palabra de Dios, oponiéndose con los valores eternos a los seudovalores que la mentalidad de este mundo quisiera contraponer a la indefectible Revelación (…).
«No os conforméis…, sino transformaos», nos exhorta san Pablo. Así la fe se traduce en práctica afectiva, coherente, decisiva, al «discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto».
De la fe nace el amor (…).
Las lecturas de la Misa de este domingo nos ofrecen una enseñanza fortísima sobre la totalidad del amor que Dios nos pide. El profeta Jeremías, en el pasaje recién leído, al que se ha denominado sus «confesiones», renonoce en términos dramáticos la fuerza del amor de Dios, que lo ha llamado a profetizar para la conversión de su pueblo: «Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir… Era en mis entrañas fuego ardiente, encerrado en los huesos; intentaba contenerlo, y no podía» (Jr 20, 7. 9).
El profeta respondió plenamente a la llamada de Dios, que también lo hacía signo de contradicción, se dejó «aferrar» por Dios, a quien se adhirió con todas sus fuerzas.
Lo mismo nos pide Jesucristo, Hijo del Padre: «El que quiera venir conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará… ¿Qué podrá dar el hombre para recobrar su vida?» (Mt 16, 24 ss).
Debemos seguir a Cristo con la fuerza del amor. Debemos dar amor por amor. Porque él nos amó primero: por amor nuestro se encaminó por la senda de la cruz, previendo con anticipación todos sus detalles dolorosos, y oponiéndose resueltamente a las interpretaciones reductoras y a los consejos de prudencia humana que incluso Pedro intentaba darle. ¿Quién ha sido más privilegiado por Cristo que Pedro? Y sin embargo, hasta llega a llamarlo «satanás», cuando intenta desviar al Maestro del camino real de la cruz.
He aquí cuánto nos ha amado Jesucristo: a precio de su misma sangre, con la obediencia ofrecida al Padre, sin pedir nada para sí.
También a cada uno le pide Jesús la totalidad del don de sí mismo: nos pide seguirle por nuestro vía crucis cotidiano, no negarle las conquistas, conseguidas a veces a precio de heroísmos ocultos, que él exige a quien quiere permanecer fiel siempre y a cualquier costa.
Nos pide llevar la cruz de nuestra vida cotidiana, sin retroceder, agarrándonos a él para no caer por desconfianza o cansancio. Y desde luego, sin traicionarle jamás, en la perspectiva del juicio final: «Porque el Hijo del hombre –así termina el Evangelio de hoy– vendrá en la gloria de su Padre… y entonces pagará a cada uno según su conducta» (Mt 16, 27). Y, como se ha dicho, seremos juzgados del amor.
Amor a Dios «con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente» (cf Mt 22, 37); amor al hermano como a nosotros mismos (ib 22, 39). «El amor a Dios y al prójimo es, por tanto, el primero y el mayor mandamiento –ha vuelto a afirmar el Vaticano II–… Más aún, el Señor Jesús, cuando ruega al Padre que todos sean uno, como nosotros somos uno (Jn 17, 21s)…, sugiere una cierta semejanza entre la unión de las personas divinas y la unión de los hijos de Dios en la verdad y en la caridad. Tal semejanza demuestra que el hombre, única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí misma, no puede encontrar su propia plenitud sino en el don sincero de sí» (Gaudium et Spes 24) [«a Dios y a los demás»: Audiencia general 10-8-1983 (es it pt)].
«Dios Padre nuestro, infunde en nuestros corazones el amor y reaviva nuestra fe». Elevo esta oración al Señor por vosotros y con vosotros en esta Misa (…). Y este programa, basilar e insustituible para la vida de toda la Iglesia, os lo dejo como recuerdo (…).
¡Sed fieles, queridísimos hermanos y hermanas! Fieles siempre, sin conformaros a la mentalidad de este siglo. Fieles siempre, transformando vuestra mente, y siendo un sacrificio vivo, santo, agradable a Dios. Fieles en seguir la cruz de Cristo. En poner a Dios en primer lugar.
«Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia de ti… Tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis labios. Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote» (Salmo responsorial).
Sí, hermanos y hermanas; que así sea para vosotros cada día de vuestra vida (…). Con la continua intercesión de la Madre de Dios, a la que tanto amáis y que tanto os ama. A fin de que seáis comunidad de fe y de amor. Amén».
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LA PALABRA DEL PAPA.– «Jesús, al dar a Simón (…) el título, más aún, el don, el carisma de la fuerza, de la dureza, de la capacidad de resistir y sostener –como es precisamente la naturaleza de una piedra, de una roca, de un peñasco–, asociaba el mensaje de su palabra a la virtud nueva y prodigiosa de este apóstol, que había de tener la función, él y quien le sucediera legítimamente, de testimoniar con incomparable seguridad ese mismo mensaje que llamamos Evangelio» (Pablo VI, Audiencia general 3-4-1968: fr it). «El mensaje de Cristo, de generación en generación, nos ha llegado a través de una cadena de testimonios, de la que Nos formamos un eslabón como sucesor de Pedro, a quien el Señor confió el carisma de la fe sin error» (Pablo VI, Homilía 20-9-1964: it). «Junto a la infalibilidad de las definiciones «ex cáthedra», existe el carisma de asistencia del Espíritu Santo concedido a Pedro y a sus sucesores para que no cometan errores en materia de fe y de moral y para que así iluminen bien al pueblo cristiano» (San Juan Pablo II, Audiencia general 24-3-1993: es it). «Al escogerme como Obispo de Roma, el Señor ha querido que sea su Vicario, ha querido que sea la «piedra» en la que todos puedan apoyarse con seguridad» (Benedicto XVI, Homilía en la capilla Sixtina 20-4-2005: de es fr en it lt pt).
LOS ENLACES A LA NUEVA VULGATA.– «Esta edición de la Neo-Vulgata puede servir también (además de especialmente para la liturgia) para que la tengan en cuenta las versiones en lengua vulgar que se destinan a uso litúrgico y pastoral, y (…) como base segura para los estudios bíblicos» (San Juan Pablo II, Constitución apostólica Scripturarum thesaurus 25-4-1979: ge es fr en lt pt). «La palabra sagrada debe presentarse lo más posible tal como es, incluso en lo que tiene de extraño y con los interrogantes que comporta» (Benedicto XVI, Carta al presidente de la C. E. Alemana sobre un cambio en las palabras de la Consagración 14-4-2012: de es fr en it pl pt).
Textos recopilados por fray Gregorio Cortázar Vinuesa, OCD