Xabier Gómez OP, director del Departamento de Migraciones de la Conferencia Episcopal Española, participó el pasado fin de semana en una reunión temática sobre migraciones en el marco de la iniciativa Encuentros del Mediterráneo
Marsella volvió a ser este fin de semana la capital del Mediterráneo. Numerosos representantes eclesiales de diversos países se reunieron en una cita para aborda la realidad migratoria de la zona y fomentar el trabajo en red. Una iniciativa que se enmarca en los Encuentros del Mediterráneo. El director del Departamento de Migraciones de la Conferencia Episcopal Española (CEE), Xabier Gómez OP, atiende a ECCLESIA a su regreso a España.
¿Cuáles han sido las claves fundamentales de este encuentro?
El congreso MED24 (6-8 abril 2024) ha pretendido dar continuidad a la invitación del papa Francisco durante su participación en el MED23. Allí, emplazó a las iglesias del Mediterráneo a trabajar juntas y fomentar la coordinación y la comunicación para ampliar la mirada sobre las migraciones desde un contexto más allá de los desafíos de cada diócesis o territorio. Poniendo en el centro la urgencia de salvar y proteger vidas, los esfuerzos para promover e integrar la diversidad cultural y la convivencia religiosa en esta zona del mundo.
En Marsella hemos recordado que la misma existencia y desarrollo de la Iglesia católica es fruto de las migraciones que desde la Tierra de Jesús llevaron el Evangelio a todos los pueblos de la ribera mediterránea. Han sido días para el encuentro, el intercambio de experiencias, compartir los desafíos, escuchar a las personas migradas, rezar juntos y concluir con la importancia de seguir trabajando en red con una mirada amplia.
En resumen, hemos vivido una parábola de la cultura del encuentro, con personas venidas del ámbito subsahariano, de Marruecos, Grecia, Albania, Israel, Italia, Francia y España. También pudimos conocer el trabajo de muchas entidades y ONG que contribuyen a la acogida e integración social de los migrantes, reflexionar sobre el impacto de los nuevos pactos europeos de migración y asilo, constatar el desafío de las mujeres que viajan con niños o los adolescentes y jóvenes acompañados.
Hemos podido comprobar que las historias de las personas y los desafíos en materia de migraciones son los mismos en todos nuestros países y, por tanto, las aportaciones que la Iglesia va realizando también han de caminar juntas en la misma dirección. En septiembre del 2024 habrá otro encuentro para jóvenes en Albania. Así, poco a poco, se puede ir sembrando la cultura del encuentro y ensanchando el espacio de nuestra tienda, de nuestra ribera mediterránea.
La Iglesia en España está promoviendo una red atlántica para atender, acoger e integrar mejor a los migrantes. ¿Hay algún proyecto para replicarlo a nivel Mediterráneo?
Hemos dado un primer paso: el de encontrarnos y conocernos personalmente y escucharnos. Hemos trabajado con base en los cuatro verbos con los que el papa Francisco ha orientado la pastoral integral con personas migradas y ver cómo encarnarlos en el ámbito mediterráneo. Cada grupo de trabajo estaba acompañado, al menos, por una persona migrada que nos iba ayudando con su testimonio y su punto de vista a discernir algunas propuestas que se están recopilando todavía. Hemos tenido la certeza de estar al inicio de un proceso, y esto es muy importante. Más que ocupar espacios, iniciar procesos. Hemos constatado la voluntad de una comunicación más fluida y del trabajo en red.
Por ejemplo, ha sido muy interesante la complicidad vivida entre los representantes de las conferencias episcopales española y francesa. La palabra complicidad fue muy utilizada para resumir lo vivido estos días, complicidad con los migrantes y entre Iglesias, diócesis, ciudades, Cáritas, proyectos. Esto, con la ayuda de Dios, dará fruto. Después nos informaron de que existe otro proyecto en ciernes que puede facilitar estos valores. Se está discerniendo la posibilidad de una Asamblea Eclesial del Mediterráneo, similar a la que ya existe en la Amazonia. Sobre todo, para alentar la comunicación, la reflexión compartida, las redes de trabajo, la conexión entre países. También se habló de alentar una teología del Mediterráneo, que responda al contexto histórico, social, cultural y religioso de nuestra gran región. Hemos de comprometernos en todo lo que contribuya a que Mediterráneo deje de ser una tumba para ser de nuevo cuna de la vida y frontera de paz.
Se suele poner el foco en el mar, el encuentro es mediterráneo, y es cierto que son muchos los dramas, pero también muchos son los que cruzan el continente por los Balcanes, atravesando montañas y jugándose la vida. ¿Cómo es esta realidad?
Es una ruta dura, peligrosa, marcada por el terreno montañoso y la climatología; que encuentra la indiferencia o la hostilidad de una parte de la población y los gestos de acogida de otra. Es una ruta de entrada y de tránsito hacia países como Alemania, Francia, Países Bajos o Gran Bretaña, donde muchas personas, que provienen sobre todo de Oriente Medio o de Asia, buscan una vida mejor huyendo de guerras o de miseria. Es una zona donde, como en toda frontera, operan las mafias y las corruptelas, pero donde la Iglesia Católica también está a la vanguardia de la acogida y la protección de migrantes y refugiados.
En ese sentido, todos coincidimos en la importancia de evitar el sufrimiento de migrantes y refugiados reclamando políticas migratorias a nivel europeo que garanticen una migración legal, segura y ordenada, pero que también ofrezca los mayores estándares de protección a solicitantes de protección, sobre todo a mujeres con niños y a menores. No obviamos en el contexto polarizado que vive el mundo, el derecho de los países a la seguridad. En definitiva, las migraciones reclaman una gobernanza mundial, en nuestro caso, una gobernanza europea, que codifique el derecho a no tener que migrar, el de hacerlo con dignidad, el de favorecer las condiciones para la integración o la ciudadanía plena y, si se diera el caso, facilitar también el retorno. Como nos recuerda la recientemente aprobada exhortación pastoral sobre la identidad y el marco de la pastoral con migrantes de la Conferencia Episcopal, nuestro compromiso como Iglesia pasa por profundizar en la catolicidad, fomentar la cultura de la hospitalidad y construir comunidades acogedoras y misioneras.