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Bendito el que viene. Domingo de Ramos. B

 “El Señor lo necesita, y lo devolverá pronto”. Con esas palabras los discípulos de Jesús han de disculpar a su Maestro, cuando alguien les pregunte en Betfagé por qué están desatando al borrico (Mc 11,1-10). 

Jesús sabe que sus discípulos van a encontrar un pollino apenas entren en la aldea. Y así ocurre en la realidad. Lo encuentran en la calle, atado junto a la puerta de una casa. Parece que Jesús tiene conocidos y amigos en el camino que va de Betania a Jerusalén, pasando por el Monte de los Olivos.  Seguramente lo ha recorrido muchas veces.

El salmo responsorial es una premonición o profecía de lo que había de ser la condena y la pasión de Jesús. Tras evocar la serie de sus tormentos, dedicamos nuestra atención al final del salmo, que proclama su señorío: “Del Señor es el reino. Él gobierna a los pueblos… Me hará vivir para él, mi descendencia le servirá” (Sal 21,29-31).

San Pablo recoge un himno en el que se canta que Cristo se rebajó hasta la muerte y por eso Dios lo levantó sobre todo y el dio el “Nombre sobre todo nombre” (Flp 2,6-11).

RAMOS Y PALMAS

El evangelio que hoy se lee antes de la procesión anota sencillamente que Jesús se sentó sobre el pollino. Seguramente, aquella acción ya dejaba entender que se trataba de un gesto significativo de la misión de Jesús.

Además, el texto nos sitúa intencionadamente en el “camino”. Había llegado la hora de que Jesús culminara su peregrinación. A lo largo de los caminos se había encontrado con los enfermos y los pobres, con los pecadores y los marginados de la sociedad.

Ahora, los peregrinos que venían acompañándolo, le rendían honores al extender por el suelo sus mantos y los ramos de palmas y de olivos.

EL REINADO DE DAVID

La tercera parte del relato, recoge los gritos de los que precedían y seguían a Jesús desde Betfagé hasta la Ciudad Santa:

• “¡Hosanna!” Esa antigua aclamación al rey (2Sam 14,4), se incluía ya en los salmos como una súplica de ayuda (Sal 118,25). En este caso era un grito de saludo y de alegría.

• “Bendito el que viene en el nombre del Señor”. También estas palabras se atribuían al rey que regresaba victorioso a Jerusalén. En esta ocasión eran muy adecuadas puesto que Jesús había venido y llegaba ahora en el nombre de Dios.

• “Bendito el reino, que viene de nuestro padre David”. Los pobres y los humildes siempre habían deseado que se recuperase el reinado de David.  Ahora, sus voces manifestaban su anhelo de un mundo de paz y de justicia.

• “Hosanna en las alturas”. Esa era una alabanza habitual al Dios Altísimo. Con motivo de la entrada de Jesús en Jerusalén, había llegado la hora de dar gracias al Señor, cuyo nombre no se podía pronunciar.

– Señor Jesús, nosotros creemos que tú llegas a nosotros en son de paz. Queremos acogerte en nuestra intimidad y en esta sociedad que pretende ignorarte. Danos la sencillez de los humildes para que podamos dar testimonio público de tu presencia y de tu mensaje. Amén.

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