Desafíos y esperanzas en el mundo rural
Queridos hermanos, hoy nos dirigimos especialmente a los hombres y mujeres del campo. Como pastores de esta tierra, eminentemente rural, compartimos no solo la fe en Cristo, sino también las dificultades y los retos que afrontáis en vuestro quehacer cotidiano.
Las protestas de las últimas semanas han puesto de manifiesto la existencia de serios problemas que directamente os afectan, como son: las altas inversiones que suponen la maquinaria y las infraestructuras necesarias en las explotaciones agrícolas y ganaderas, las condiciones excesivas para acceder a las ayudas de la Unión Europea, la irrupción en el campo de grandes grupos de inversión con los que no podéis competir, la escasa capacidad negociadora de las pequeñas cooperativas agrícolas frente a los grandes grupos distribuidores de alimentos, las dificultades de la Administración pública para cubrir las plazas vacantes de los centros sanitarios en no pocas zonas de nuestra tierra, la falta de relevo generacional y el desánimo que producen el envejecimiento y la disminución de la población, a pesar de los estudios y programas que se anuncian para hacer frente a la “España vaciada”.
Esta problemática, sin embargo, no puede hacernos olvidar los valores que nuestros pueblos vienen aportando al conjunto de la sociedad: un estilo de vida menos estresante que en la ciudad, la práctica de la solidaridad y del cuidado mutuo entre los vecinos, el contacto con la naturaleza, el aprecio de lo pequeño, lo gratuito y lo auténtico frente a la dictadura de los números, la productividad y la apariencia; y, en definitiva, una vida más humanizada y saludable, que favorece, sin duda, el desarrollo de la espiritualidad y de la religiosidad.
Además de reconocer a los hombres y mujeres del campo vuestra aportación, también queremos invitar a quienes vivís en la ciudad a valorar el trabajo del mundo rural por «la función social, cultural y económica que desempeña en los sistemas económicos de muchos países y por su creciente importancia en la salvaguarda del medio natural», y a mirar con espíritu solidario «los numerosos problemas que el mundo rural debe afrontar en el contexto de una economía cada vez más globalizada», como advierte la Doctrina Social de la Iglesia (vid. Compendio, n. 299).
Deseamos, pues, animar a todos nuestros diocesanos a afrontar con esperanza los desafíos que se presentan. La agricultura y la ganadería del siglo XXI han de producir suficientes alimentos de calidad para una población mundial en constante crecimiento, sin dejar por ello de cuidar la tierra que habitamos. Hacemos, por tanto, un llamamiento a que entre todos mantengamos el respeto a la “casa común”, en la búsqueda de un desarrollo sostenible que sustente el necesario equilibrio ecológico. Además, en esta tierra nuestra de Aragón, al igual que en otras regiones españolas, debemos encarar el reto de la despoblación con decisión, mediante políticas eficaces y promoviendo, al mismo tiempo, el aprecio del estilo de vida rural frente a la cultura dominante que sobrevalora la vida urbana.
Queridos hermanos y hermanas, contad con nuestro apoyo en vuestras justas reivindicaciones y con nuestra oración. San Isidro, modelo de hombre del campo, trabajador y orante, ruega por nosotros y nuestros pueblos.
+ Carlos Manuel Escribano Subías, Arzobispo de Zaragoza
+ Vicente Jiménez Zamora, Arzobispo Emérito de Zaragoza y Administrador Apostólico de Huesca y de Jaca
+ Ángel Javier Pérez Pueyo, Obispo de Barbastro-Monzón
+ José Antonio Satué Huerto, Obispo de Teruel y Albarracín
+ Vicente Rebollo Mozos, Obispo de Tarazona