Estas palabras de Jesús quieren recordarnos el hecho de que somos hermanos en una familia, y que Dios nos pedirá cuentas también de nuestros hermanos. El Señor nos llama a “ganar a los hermanos”, los de cerca y los de lejos. No sea que un día nos pregunte como en el libro de Génesis a Caín: «el Señor preguntó a Caín: ¿dónde está tu hermano Abel? Él respondió: No sé, ¿acaso soy yo el guardián de mi hermano?” (Gn. 4, 9). Sí, somos custodios de nuestros hermanos, somos custodios los unos de los otros.
Es verdad que Jesús nos ha puesto el nivel muy alto, sí. Amar a los demás, amar a los buenos y alos malos, amar incluso a los enemigos nos sitúa en un nivel muy alto y nosotros a menudo pensamos que es imposible. Pero es que Jesús no nos habla con la lógica humana, sino con la sobrenatural. Y lo imposible para los hombres es posible para Dios, porque Él nos ha hecho entrar en una vida nueva en el bautismo que es su misma vida y que ha querido compartir con nosotros. Y esa vida es la vida de la gracia que lo hace posible.
Ciertamente es un nivel exigente porque el amor cristiano no elige a quien amar. Quien ama, no elige al prójimo, se hace prójimo, como lo hizo el buen samaritano. Solo hace falta ver a una persona en la enfermedad, en la exclusión o el dolor para suprimir la distancia. Estamos llamados a hacernos cercanos, estamos llamados a hacernos presentes, a ponernos a su disposición. El otro debe percibir: «estoy aquí, puedes contar conmigo». Y ese «contar conmigo» significa ayudarle a que pueda reconocer sus limitaciones, ayudarle a que actúe por sí mismo, ayudarle a descubrir también sus dones y capacidades, ayudarle a que sea responsable de su vida y que comprenda su sentido. Amar así a los demás no es posible para nosotros pero sí es posible si lo hacemos con Él, si amamos con su mismo amor.
En este sentido amar a los demás, en la práctica, significa ayudarles. “Si tu hermano peca, dice Jesús, ve a encontrarlo, y hablad ambos solos. Si te hace caso, te habrás ganado al hermano” (Mt. 18, 15). ¿Tenemos conciencia de que los demás son realmente nuestros hermanos?
Ganar al hermano debe ser un objetivo que debemos tener bien claro nosotros los cristianos. Por eso Dios se ha hecho nuestro hermano, para liberarnos de nosotros mismos y ganarnos para Él. Pero ganar al hermano pasa por amarle, como Jesús nos ha amado y nos ama, y nos ha ganado.
Dios se ha hecho hombre, y en la cruz nos ha ganado a todos para Él y nos ha manifestado qué significa realmente el amor, qué significa amar de verdad, y cómo debemos amarnos entre nosotros, ayudarnos, velar unos por otros como hermanos. Es todo un reto. Toda una tarea que dura toda la vida.