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Católicos y científicos: Antonio Domínguez Ortiz, por Alfonso V. Carrascosa, científico del CSIC

Católicos y científicos: Antonio Domínguez Ortiz, por Alfonso V. Carrascosa, científico del CSIC

Recogiendo como estoy el testimonio de los que han sido católicos y científicos, me detengo ante un caso que, probablemente no deba ser considerado como el guardián de la ortodoxia, y que mantuvo una postura crítica contra lo que él pensó eran errores de la Iglesia, pero que se quiera o no, tuvo arraigadas creencias religiosas. Se trata de del historiador Antonio Domínguez Ortiz (1909-2003), especialista en Historia Social del Antiguo Régimen.

Wikipedia nos dice de él que fue Licenciado en Filosofía y Letras, sección de Historia en 1932 con Premio Extraordinario, se convirtió en Catedrático numerario de Instituto en Granada entre 1940 y 1967, llegando a ser Doctor en Historia por la Universidad Complutense. Como estudioso de la historia publicó más de cuatrocientos artículos, libros de texto, ponencias, reseñas bibliográficas, prólogos, artículos de prensa, etc.

También fue académico de número de la Real Academia de la Historia, Académico correspondiente de la British Academy, Academia de Historia de Venezuela, Buenas Letras de Sevilla, Ciencia, Bellas Artes y Nobles Artes de Córdoba y otras, Miembro del instituto de Estudios Madrileños, Presidente de Honor del Centro de Estudios Históricos de Granada y su Reino. Orador visitante en el III Congreso de Estudios Españoles y Portugueses celebrado en Rutgers (New Jersey, 1972). Conferenciante en varias universidades europeas y americanas. Ponente en numerosos congresos históricos en España y el extranjero. Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en 1982, Hijo Predilecto de Andalucía y Doctor Honoris Causa por la Universidad de Cádiz en 1985.1 Murió a los 93 años.

Hablando de él un historiador dejó escrito (Ricardo García Cárcel
Historia Social nº 47, IV 2003 ) :Número de páginas: 0

“En el estudio del clero se preocupó especialmente por el poder de la iglesia, el contraste entre la iglesia oficial y la religiosidad popular. Más de una vez se constata una tensión entre las propias creencias personales del historiador íntimamente católico y el notable distanciamiento que le provocan las instituciones eclesiásticas y su aparato de poder. Diríase que Domínguez Ortiz tiene mucho de erasmista a lo Bataillon, aunque nunca tuvo conciencia militante de ello”.

El propio Domínguez escribiría sobre los monasterios: “Como toda obra humana, los monasterios no estaban exentos de defectos, pero ¡qué remansos de paz, qué hontanares de espiritualidad encerraban! En los enclavados dentro de las ciudades, el ritmo de la vida no difería mucho del de otras casas religiosas, pero los situados en localidades pequeñas o en pleno campo eran residuos de situaciones muy arcaicas; de lejanísimos tiempos en los que una administración embrionaria dejaba en manos de los monjes la jurisdicción temporal y espiritual de extensos territorios y en los que el monasterio asumía algunas de las funciones de las inexistentes ciudades; él encerraba el único centro cultural de la comarca, la única farmacia, el único refugio. Cuando en el paisaje austero el agotado caminante veía dibujarse sus torres, sabía que allí habría una hospitalidad generosa y llena de calor humano”.

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