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Católicos y científicos: san Pablo VI y la ciencia,por Alfonso V. Carrascosa, científico del CSIC

Católicos y científicos: san Pablo VI y la ciencia,por Alfonso V. Carrascosa, científico del CSIC

En homenaje a quien tanto bien ha hecho a la Iglesia y a la humanidad. Licenciado en Teología y doctor en Derecho Canónico, es decir, con formación académica al más alto nivel y su tesis doctoral, que demuestra su capacidad científica de generación de conocimiento, después de haber recibido abundante religión en la escuela, Giovanni Battista Montini (1897-1978) escribió al entonces presidente fundador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), José Ibáñez Martín, una carta de agradecimiento por el obsequio de un lote de libros representativo de las publicaciones que el CSIC, en la cual mencionaba dos aspectos de la ciencia española:

Excmo. Sr. Dr. D. José Ibáñez Martín, Ministro de Educación Nacional . Madrid.

Excelentísimo Señor:

El Prof. D. Pascual Galindo ha tenido la bondad de entregarme la colección de las publicaciones del Consejo Superior de Investigaciones Científicas con que Vuestra Excelencia se ha dignado obsequiarme.

Es para mí un honor, y a la par un grato deber, agradecerle profundamente, Sr. Ministro, esta deferencia y cortesía que ha tenido conmigo y que me brinda, además, la ocasión de conocer mejor una obra por la que he sentido desde hace tiempo admiración y simpatía.

En la gran empresa de la reconstrucción de España, ha tocado a Vuestra Excelencia dirigir un sector que está destinado a contribuir, como ningún otro, al engrandecimiento espiritual de esa noble Nación. Y es de esperar que el mencionado Consejo de Investigaciones Científicas, que tan excelentes pruebas ha dado ya de su trabajo, será para ello una de las más poderosas ayudas.

Yo formulo mis fervientes votos por su labor, Sr. Ministro, y pido al Cielo que la luz divina asista siempre a Vuestra Excelencia, a fin de que pueda devolver a la cultura española el esplendor y sentido cristiano que tanto la distinguieron.

Al repetirle mi vivo reconocimiento, aprovecho la oportunidad para expresar a Vuestra Execelencia los sentimientos de mi más alta y distinguida consideración.

  1. B. MONTINI.

Secreteria di Stato di Sua Santita.

Dal Vaticano, 1 de Mayo de 1943.

 

Siendo Papa, clausuró el Concilio Vaticano II con este magnífico documento, de pleno vigor y actualidad:

PABLO VI

MENSAJE A LOS HOMBRES DEL PENSAMIENTO Y DE LA CIENCIA

 Un saludo especial para vosotros, los buscadores de la verdad; a vosotros, los hombres del pensamiento y de la ciencia, los exploradores del hombre, del universo y de la historia; a todos vosotros, los peregrinos en marcha hacia la luz, y a todos aquellos que se han parado en el camino, fatigados y decepcionados por una vana búsqueda. 

¿Por qué un saludo especial para vosotros? Porque todos nosotros aquí, Obispos, Padres conciliares, estamos a la escucha de la verdad. Nuestros esfuerzo durante estos cuatro años, ¿qué ha sido sino una búsqueda más atenta y una profundización del mensaje de verdad confiado a la Iglesia y un esfuerzo de docilidad más perfecta al Espíritu de la verdad?

 No podíamos, por tanto, dejar de encontraros. Vuestro camino es el nuestro. Vuestros senderos no son nunca extraños a los nuestros. Somos los amigos de vuestra vocación de investigadores, aliados de vuestras fatigas, admiradores de vuestras conquistas y, si es necesario, consoladores de vuestros desalientos y fracasos. 

También, pues, para vosotros tenemos un mensaje, y es éste: Continuad buscando sin cansaros, sin desesperar jamás de la verdad. Recordad la palabra de uno de vuestros grandes amigos, san Agustín: «Busquemos con afán de encontrar y encontraremos con el deseo de buscar aún más». Felices los que, poseyendo la verdad, la buscan más todavía a fin de renovarla, profundizar en ella y ofrecerla a los demás. Felices los que, no habiéndola encontrado, caminan hacia ella con un corazón sincero: que busquen la luz de mañana con la luz de hoy, hasta la plenitud de la luz. 

Pero no lo olvidéis: si pensar es una gran cosa, pensar ante todo es un deber; desgraciado de aquel que cierra voluntariamente los ojos a la luz. Pensar es también una responsabilidad: ¡Ay de aquellos que oscurecen el espíritu por miles de artificios que le deprimen, le ensoberbecen, le engañan , le deforman! ¿Cuál es el principio básico para los hombres de ciencia sino esforzarse por pensar bien? Para ello, sin turbar vuestros pasos, sin ofuscar vuestras miradas, queremos ofreceros la luz de nuestra lámpara misteriosa: la fe. El que nos la confió es el Maestro soberano del pensamiento, del cual nosotros somos los humildes discípulos; el único que dijo y puedo decir: Yo soy la luz del mundo, yo soy el camino y la verdad y la vida. 

Esta palabra se aplica a vosotros. Nunca, quizá, gracias a Dios, ha aparecido tan clara como hoy la posibilidad de un profundo acuerdo entre la verdadera ciencia y la verdadera fe, una y otra al servicio de la única verdad. No impidáis este preciado encuentro. Tened confianza en la fe, esa gran amiga de la inteligencia. Alumbraos en su luz para descubrir la verdad, toda la verdad. Tal es el deseo, el aliento, la esperanza que os expresan, antes de separarse, los Padres del mundo entero, reunidos en Roma en Concilio. 

8 de diciembre de 1965

Durante su pontificado no dejó de promoverse la conciliación ciencia-fe, fundarse universidades católicas en todo el mundo, etc. Predicó con el ejemplo la conciliación ciencia-fe.

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