“Ahora comprendo con toda verdad que Dios no hace distinción de personas, sino que acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea”. Una visión y una palabra del cielo han llevado a Simón Pedro hasta la casa del centurión Cornelio (Hech 10,34-35).
Para sorpresa de los presentes, el Espíritu Santo bajó sobre todos los que escuchaban la palabra del apóstol. El mismo Pedro parece asombrado. Los procedentes del judaísmo se admiraron, al ver que se repetía el fenómeno de Pentecostés también sobre los paganos.
Con razón, el salmo responsorial que hoy se canta nos invita a proclamar que “el Señor revela a las naciones su justicia” (Sal 97).
Evidentemente Dios es amor. “El que ama ha nacido de Dios”. Y el milagro no es que nosotros podamos y queramos amar a Dios. Lo verdaderamente admirable es que él se ha adelantado y nos ha amado, aun cuando nosotros no lo merecíamos (1 Jn 4,7-10).
PERMANECER EN EL AMOR
El tema del amor reaparece en el evangelio que se proclama en este domingo sexto de Pascua (Jn 15,9-17). En él continúa la alegoría de la vid y los sarmientos, que se leía en la eucaristía del domingo pasado (Jn 15,1-8). Hoy se afirma que el Padre celestial es la fuente de la vida que llega hasta los sarmientos de la vid. Y él es el origen del amor.
• “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo”. En nuestra cultura se considera el amor como un sentimiento que nos acerca a los demás o nos hace gozar de la simpatía de los otros. Pero antes de ser una relación entre nosotros, es una revelación del amor que viene de Dios. Jesús nos muestra el amor del Padre, al tiempo que nos demuestra su propio amor.
• “Permaneced en mi amor”. Jesús menciona una y otra vez la vocación a “permanecer”. Es necesaria la unión de los sarmientos con la vid para poder dar fruto (Jn 15,4-7). Si Jesús permanece unido al Padre (Jn 15,10), puede exhortar a sus discípulos a permanecer unidos a él (Jn 15,9-10). Esa será la señal que ha de caracterizar al discípulo amado (Jn 21,22-23).
LOS CANALES DEL AMOR
Ahora bien, si el amor es un don gratuito de Dios, para nosotros es también una vocación y una tarea imprescindible. El amor no nace de nuestra iniciativa personal o grupal. Sin embargo, nosotros somos los canales para que el amor de Dios llegue a nuestros hermanos.
• “Esto os mando: que os améis unos a otros”. Ese es el mandamiento que Jesús dirige a sus discípulos. Los que estaban decididos a seguir a su Maestro, deberían aprender la obediencia de la fe y también la obediencia del amor.
• “Esto os mando: que os améis unos a otros”. Esa palabra de Jesús vale también para la comunidad cristiana de todos los tiempos. No es la Iglesia la que hace la caridad, sino que es la caridad de Dios la que funda y edifica la Iglesia.
• “Esto os mando: que os améis unos a otros”. El amor no es un sentimiento ni una estrategia interesada. Jesús dice que el amor mutuo es un mandato. No podemos amar tan solo a los que nos son simpáticos. Jesús nos manda pasar el amor de Dios a todos los que Dios ama. – Señor Jesús, tú nos has dicho que no hay mayor amor que entregar la vida por los demás. Y tú mismo has cumplido ese ideal. A lo largo de tu vida tú nos enseñaste a amar a los más débiles y necesitados. Y con tu muerte nos mostraste la verdad de tu misión y la sinceridad de tu compromiso. No permitas que olvidemos tu mandamiento. Amén.