El presidente de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada, Luis Ángel de las Heras, anima a los religiosos a cooperar más estrecha y eficazmente, libres de autorreferencialidad
El arzobispo de Madrid, cardenal José Cobo, ha participado este viernes en la Semana Nacional de Vida Consagrada, que organiza el Instituto Teológico de Vida Religiosa, de los misioneros claretianos. En una intervención improvisada, recalcó la importancia de la comunión y dijo que «oír hablar a la vida consagrada de comunión es muy necesarios».
«Y hacerlo en medio de una Iglesia diversa, plural y grande es más importante. La vida consagrada aporta respuesta a la comunión», indicó. En este sentido, tras destacar que hay diversidad de carismas, añadió que solo hay una misión. Reconoció también que los consagrados son expertos en sembrar fraternidad, algo básico para la misión.
Les dio las gracias por estas jornadas, cuyo trabajo, apuntó, quedará sembrado y reconoció la aportación de la vida consagrada a Madrid. «No podemos entender Madrid sin la vida consagrada», subrayó.
Comunión, minoridad y profecía
Por su parte, el presidente de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada y obispo de León, Luis Ángel de las Heras, reflexión, teniendo en cuenta el tema de la Semana, sobre tres cuestiones: comunión, minoridad y profecía.
Sobre la primera, dijo que él prefiere hablar de comunión fraterna más que de comunión y fraternidad y puso el ejemplo de una de las tres comisiones que hay en la diócesis de León, la de Comunión Fraterna. «Es un ejemplo del don y tarea que supone en la Iglesia construir la comunión fraterna entre laicos, personas consagradas, seminaristas, diáconos, sacerdotes y obispos caminando sinodalmente», explicó.
En segundo lugar, ante la realidad de decrecimiento, De las Heras señala que esta es un desafío para vivir la unidad y la comunión, para crecer en ellas. «La minoridad debe hacernos recapacitar para que cada una de las realidades eclesiales se preste a expresar la comunión, cooperando todos cada vez más estrecha y eficazmente, libres de autorreferencialidad», agregó.
Finalmente, sobre la profecía, recalcó que la vida consagrada debe ser profética en la comunión fraterna: «En tiempos de división, de polarización, de diferencias, de crispación —en la sociedad y también dentro de la Iglesia—, cobra más sentido y premura la profecía de la comunión fraterna, acogiendo y escuchando a los hermanos y hermanas y al Espíritu que nos habla».