Emotivo homenaje en la Universidad Eclesiástica San Dámaso al cardenal Carlos Osoro, arzobispo emérito de Madrid. El aula Pablo Domínguez se quedó pequeña para reconocer la entrega y la dedicación del purpurado durante casi nueve años a la Iglesia de Madrid y, en ella, a este centro universitario. «La realidad de hoy es posible por usted», le dijo su sucesor, el cardenal José Cobo, que presidió el acto.
Acompañaron a Osoro el arzobispo emérito de Valladolid, cardenal Ricardo Blázquez, encargado de impartir una conferencia, además del cardenal Aquilino Bocos, el arzobispo castrense, José Antonio Aznárez, el obispo de Alcalá, Antonio Prieto, y los obispos auxiliares de Madrid, Getafe y Toledo, Jesús Vidal, José María Avendaño y César García Magán respectivamente.
En el cierre del acto, Cobo reconoció a Osoro su trabajo de «siembra, de luchar y trasnochar, de dedicación incansable», un tiempo en el que compartió con él hasta vivienda y donde aprendió de él «la mirada de pastor». Por eso le dijo que es tiempo «de saborear lo que ha sembrado» y de reconocer. «Si hoy estamos aquí es porque otros han sembrado», agregó.
El rector de la universidad, Javier María Prades, puso en valor la contribución del arzobispo emérito a la consolidación y el asentamiento de la universidad, de modo que «esta joven realidad eclesial y académica pudiera echar raíces en el servicio eclesial y misionero en España, América Latina y África». Citó en concreto el servicio de acogida de la archidiócesis de Madrid a sacerdotes de otros países que vienen a estudiar a este centro y el impulso a la biblioteca en la Cripta de San Francisco el Grande.
También el ponente, Ricardo Blázquez, se sumó al agradecimiento al arzobispo, que desarrolló su vida episcopal en Orense, Oviedo, Valencia y Madrid, por su dedicación generosa. Él fue el encargado de impartir una conferencia sobre el ejercicio del ministerio episcopal en un cambio de época. Reconoció que estamos inmersos en «una crisis de hondo calado», pero recordó que estamos llamados a ser resto y no residuo y pidió no perder de vista que «la fe es la luz y el cimiento de nuestra vida».
En este sentido, invitó a vivir la pobreza apostólica, cuya manifestación hoy puede ser, dijo, ser pocos. «Siempre es posible en un cristiano la esperanza. Es una tarea de la misión cristiana en nuestro tiempo», añadió.
Ante la avalancha de reconocimientos, Osoro respondió con gratitud: «Doy gracias a Dios por venir a Madrid y os doy las gracias a todos los que me habéis ayudado. Me he sentido muy a gusto». También confesó que no tiene conciencia de haberse guardado nada para así.