En un mensaje firmado por el cardenal Parolin, se indica que «la escucha, el diálogo y la cooperación son los únicos medios para resolver los conflictos»
El Papa Francisco, a través de un mensaje firmado por el Secretario de Estado del Vaticano, cardenal Pietro Parolin, ha escrito a los participantes en el Foro de la paz de París, que se celebra estos días, pidiendo una vez más el fin de los conflictos, indicando que «la escucha, el diálogo y la cooperación son los únicos medios para resolver los conflictos».
El nuncio apostólico en Francia, Celestino Migliore, ha sido el encargado de leer el mensaje. Francisco ha pedido que el Foro sea «un signo de paz apoyado en compromisos que favorezcan un diálogo sincero, basado en la escucha del grito de todos los que sufren a causa del terrorismo, de la violencia generalizada y de las guerras, flagelos todos ellos que benefician sólo a unos pocos grupos alimentando intereses particulares, lamentablemente a menudo disfrazados de nobles intenciones».
En la nota también se indica que «el bien común, está la difícil construcción de la paz, un proceso lento y paciente que requiere el valor y el compromiso concreto de todas las personas de buena voluntad que tienen en el corazón el presente y el futuro de la humanidad y del planeta».
La ONU y los derechos
Francisco constata con realismo que, exactamente 75 años después de la adopción de la Declaración universal de los derechos humanos, sigue existiendo una «brecha persistente entre los compromisos solemnes asumidos el 10 de diciembre de 1948 y la realidad, una brecha que todavía hay que colmar, y en algunos casos con gran urgencia».
Se pregunta que «¿Cuántos niños a causa de los conflictos, se ven privados del ‘derecho fundamental y primario a la vida y a la integridad física y mental?, ¿cuántas personas se ven privadas del derecho al agua potable y a una alimentación sana, del derecho a la libertad religiosa, a la salud, a una vivienda digna, a una educación de calidad y a un trabajo decente?»
Por último, añade que «la guerra es siempre una derrota de la humanidad y que ninguna vale las lágrimas de una madre que ha visto a su hijo mutilado o asesinado, o la pérdida de la vida de un solo ser humano, un ser sagrado creado a imagen y semejanza del Creador, o el envenenamiento de nuestra casa común, o la desesperación de quienes se ven obligados a abandonar su patria».