La primera parte de la Asamblea del Sínodo sobre la sinodalidad ya está en marcha. Después de dos años de trabajo desde la base en todo el mundo, las 464 personas que tomarán parte en los trabajos, 365 con derecho a voto, deberán responder a tres temas fundamentales planteados durante las consultas: la comunión, la misión y la participación. Esto es, caminar juntos, anunciar el Evangelio y crecer como Iglesia sinodal.
Son muchas las novedades de esta asamblea general a todos los niveles. Por ejemplo, el 25 % de los participantes no son obispos. Lo más significativo es que laicos, y entre ellos, mujeres (54), votarán por primera vez en un evento de estas características. Antes de la apertura a cargo del papa Francisco, se organizó una vigilia de oración ecuménica y un retiro que subraya el carácter espiritual de este acontecimiento. De hecho, en esa ocasión, el Pontífice reivindicó el silencio como base para el camino sinodal: «En un mundo lleno de ruido ya no estamos acostumbrados al silencio; es más, a veces nos cuesta tolerarlo, porque nos pone cara a cara con Dios y con nosotros mismos. Sin embargo, es la base del habla y de la vida». También dijo a modo de advertencia que a Dios no le gustan las proclamas, las habladurías ni el ruido y que «la verdad no necesita gritos para llegar al corazón de los hombres». Esta idea la refuerza la propia metodología del Sínodo: la conversación en el Espíritu, que pone el énfasis en la oración y en la escucha. Y recordó, durante la Eucaristía de inauguración, que no se trata «de una reunión política, sino de una convocatoria en el Espíritu; no de un parlamento, sino de un lugar de gracia y comunión». «El Espíritu Santo deshace, a menudo, nuestras expectativas para crear algo nuevo que supera nuestras previsiones y negatividades. Abrámonos e invoquemos al Espíritu Santo, él es el protagonista», abundó.
No es baladí tampoco que haya cambiado el lugar de celebración. Se ha pasado del Aula Nueva del Sínodo, en forma de auditorio, al Aula Pablo VI, con mesas redondas para facilitar el trabajo en grupo, en los llamados círculos menores (35). En una de ellas, en la presidencial, estará el Papa.
Hasta el 29 de octubre, los participantes tendrán que buscar una respuesta a cuestiones muy variadas. Desde cómo se sitúa la Iglesia ante los pobres, el medio ambiente, las migraciones o la polarización, a cuál es su propuesta de acogida y acompañamiento para aquellos que no se sienten aceptados en la Iglesia o ven algún tipo de exclusión. El ecumenismo, el diálogo interreligioso, el modo de articular el mensaje cristiano en la sociedad y cultura de hoy o cómo debe ser el ejercicio de la autoridad y la responsabilidad en la Iglesia serán otros de los temas.
Sobre estas preguntas reflexionarán una veintena de españoles, cada uno desde su posición. Hay quien acude en representación de la Iglesia española —como los obispos Vicente Jiménez Zamora, Luis Argüello y Francisco Conesa y el sacerdote Luis Manuel Romero—, de otros lugares —como Cristóbal López Romero o José Vicente Nácher— por formar parte del Consejo de Cardenales —Juan José Omella— o pertenecer a la estructura de la Secretaría General del Sínodo —Luis Marín—. Otros fueron designados directamente por el Papa, por su implicación en el proceso o la pertenencia a algún grupo concreto.
Es una novedad, aunque sea anecdótico, que uno de los participantes se aloje en Santa Marta, donde vive Francisco. Será Enrique Alarcón, hasta hace poco presidente de Frater España, llamado, precisamente, por el Papa. Tiene un 88 % de discapacidad y necesita un sitio muy adaptado a sus necesidades. En conversación con ECCLESIA, bromea con retar al Pontífice a una carrera de sillas de ruedas por los pasillos de la residencia. Está «con el corazón lleno de alegría» por participar en esta asamblea sinodal, por ser considerado como miembro de pleno derecho. Aunque no le ha tocado estar en el grupo de trabajo que abordará la cuestión de la discapacidad, sí tiene previsto tomar la palabra cuando salga en alguna de las congregaciones generales, las sesiones plenarias. «En el mundo hay 1.000 millones de personas con discapacidad. Yo me muevo con grúas en casa, tengo coche, asistencia sanitaria y medicinas, pero no es igual en todos los países. En América Latina es difícil conseguir una simple silla de ruedas y en África no hay nada. Es una visión doliente». Quiere llevar este mensaje, porque la propia Iglesia ha pedido conocer cuál es la situación. Pero también mostrará qué es lo que piden. En primer lugar, que el trato con este colectivo no se limite a una función exclusivamente asistencialista o caritativa. «Son ciudadanos y miembros de la comunidad cristiana con dignidad plena y no unos pobrecitos. Hay que posibilitarles los apoyos necesarios para que tengan todos los derechos y deberes en la sociedad y en la Iglesia», añade al reclamar una Iglesia «más inclusiva». Esto, por ejemplo, afecta a la eliminación de barreras arquitectónicas en templos o casas de ejercicios.
Desde la Conferencia Episcopal Española, la participación en la asamblea se preparó con una pequeña consulta a nivel diocesano sobre el Instrumentum laboris, y cuyas aportaciones presentarán. «No hablaremos solo en nombre propio, sino también con la voz que hemos escuchado de la Iglesia en España, subrayando que quienes más han participado han sido los laicos», afirma Luis Manuel Romero, director de la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar y miembro del equipo Sinodal de la CEE. En estas últimas aportaciones, abunda, se insiste en la importancia de la escucha, del diálogo sincero y de intentar llegar a consensos guiados por el Espíritu Santo, el papel de la mujer o la cuestión de la autoridad, que «no se entienda como poder, sino como servicio».
«El protagonista del Sínodo es el Espíritu Santo. Está intentando guiar a la Iglesia a un nuevo modelo de ser y estilo, a vivir la comunión y a sentirnos todos protagonistas y, desde ahí, ser una Iglesia más propositiva, capaz de anunciar a Jesucristo con valentía en la sociedad actual». Porque, continúa Romero, el gran desafío es el anuncio del Evangelio en el contexto actual.
El papel de la mujer
El rol de las mujeres es una de las grandes cuestiones de esta asamblea. Y no solo porque es uno de los temas recurrentes en la síntesis de la consulta al pueblo de Dios, sino también porque serán protagonistas, con derecho a voto. La teóloga Cristina Inogés, laica, es una de ellas. Cree que en todo el proceso, también en la cita de este mes, se ha puesto de manifiesto el sensus fidei, «el olfato de las ovejas». «Tenemos capacidad para pensar, para expresar las opiniones y nos centramos en lo nuclear. Hemos descubierto el valor profundo de la comunión, que no significa uniformidad, sino unidad en la diversidad», añade. Por eso espera que en la conversación se produzca una escucha sincera, de modo que todos puedan hablar con claridad, planteando sus visiones e incluso mostrando las tensiones. «Que surjan tensiones no es malo, lo malo es polarizar», añade.
La religiosa nicaragüense afincada en España Xiskya Valladares también toma parte en la asamblea en representación del ámbito digital. Llevará las preocupaciones de todos los habitantes de este continente que transmitieron sus opiniones a través de misioneros digitales como ella, el 30 % alejadas de la Iglesia. «No hay nada que suene raro. No piden la bendición de parejas homosexuales, lo que piden es ser parte de la Iglesia, tener un rol y no sentirse juzgados, así como revisar el papel de la mujer», explica.
Eva Fernández Mateos, coordinadora del Foro Internacional de Acción Católica, va como «una laica de parroquia muy enamorada de Jesucristo, de la Iglesia y de la Acción Católica» y con la idea clara de escuchar y dar respuesta a la necesidad de transmitir el amor y misericordia de Dios desde la acogida y el valor de cada persona, lo cual, recalca, «no es incompatible con las verdades de fe». Ella va como invitada especial y, por tanto, no tiene derecho a voto: «El Espíritu Santo nos va a dar claves. Espero que este camino sepamos hacerlo vida en nuestras parroquias. Que no sembremos discordia y que seamos capaces de acoger las diferencias en clave de futuro», subraya.
En este sentido, María Luisa Berzosa, que ya ha participado en dos sínodos y ejercerá como dinamizadora, recuerda que la comunión se hace «dialogando, no imponiendo una visión única». «La comunión nos une en lo fundamental y, por eso, permite la diversidad». En su opinión, ser parte de la Iglesia y tomar parte en ella implica de algún modo ser crítico. «Critico algo porque me toca, porque pertenezco. Y si lo hago es para que algo cambie», concluye.