El día 28 de este mes de enero, la Iglesia celebra la fiesta de santo Tomás de Aquino, doctor de la Iglesia, patrón de las universidades, los estudiantes y profesores, «el más santo de los sabios, y el más sabio de los santos», como le llamó Pío XI. Uno de los dominicos más conocidos de la historia de la Orden de Predicadores.
Nos llega su fiesta en medio de su triple jubileo, que comenzó hace un año, el 28 de enero de 2023, y que concluirá el 28 de enero de 2026. Triple jubileo en los 700 años de su canonización (18 de julio de 2023), 750 aniversario de su muerte (7 de marzo de 2024) y 800 de su nacimiento en el 2025.
Del Aquinate siempre se ha señalado su condición de sabio e intelectual, su papel en la conciliación entre fe y razón con lo que significó de labor conciliadora de filosofía y teología, su autoría de la Summa Theologica y la Summa contra Gentiles, su misión docente en la Universidad de París, las cinco vías de la demostración de la existencia de Dios, su servicio teológico al papado, especialmente en el diálogo con la Iglesia oriental, su papel de comentador de la obra aristotélica, el armonizador de las doctrinas de la naturaleza y la gracia, el que reflexionó sobre el fin de la felicidad de las personas y las sociedades que ha de perseguir la política, etc., etc.
Quizás esa dimensión académica ha opacado algo otra de las más fundamentales identidades de santo Tomás, como no podía ser de otro modo en un fraile y santo: su dimensión mística y espiritual.
El Aquinate profesor ha escondido al Aquinate espiritual: al autor del oficio litúrgico del Corpus Christi, al poeta del Lauda Sion y del Pange Lingua, al teólogo apofático, al santo caritativo, itinerante y predicador, al fraile pobre. Y, sobre todo, al místico que al final de su vida logró atisbar, en una experiencia para la que el autor de tantas obras se quedó sin palabras, la misma gloria de Dios, lo que le llevó a decir que ante lo visto, todo lo dicho sobre Dios le parecía nada… y que nada más que a Él quería como paga de su obra.
Santo Tomás, como nos recuerda el actual maestro de la Orden de Predicadores, fray Gerard Timoner, es un más que magnífico modelo para el siglo XXI para los frailes dominicos. Estamos llamados a contemplar y dar lo contemplado en todas las formas posibles para la predicación de la Palabra de Dios, desde el estudio y la comunidad, libres y curiosos, generosos, en un constante recordatorio de que solo Dios es capaz de dar plenitud al corazón del ser humano, en la entrega de su vida, con la sed de encontrar el rostro de Dios, mientras en este mundo se vive con la sonrisa del humor agradecido por los dones de Dios, de los que la razón es uno de los mejores.