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Escuela Arzobispo Morcillo: la esperanza de tener un futuro

Este centro educativo de Cáritas en Valdemoro acoge a más de 800 alumnos expulsados del sistema educativo para formarlos en oficios y valores 

Cuesta asumir, cuando uno deambula por el centro de Valdemoro buscando aparcamiento, que hace solo unas décadas estas calles fueran caminos de tierra sin alumbrado público. «Esto parecía un rancho del Oeste. Había un único edificio, en el que vivíamos. El salto que había desde el centro de Madrid era enorme», cuenta Juan Carlos Rodríguez Ledesma, quien ingresó en la ECAM —acrónimo formado por las siglas de Escuela Comarcal Arzobispo Morcillo— en 1978 para desarrollar sus estudios en Instalaciones Eléctricas en un proyecto de Cáritas Diocesana de Getafe. Podría decirse que la trayectoria de este centro educativo discurre en paralelo a la historia de Valdemoro, si no fuera porque es tangencial y punto de inflexión en el desarrollo no solo del municipio, sino de toda la región. «La huella de la ECAM ha dado una identidad diferente a la comarca. Sin ella, la zona sería diferente a como la conocemos, sin duda», prosigue.

60 años después de su fundación —la escuela celebra este curso tan redonda efeméride—, la institución que floreció sobre el camino polvoriento es hoy «la perla de la diócesis», como gusta de calificarla a don Ginés García Beltrán, el obispo de Getafe. Una joya que no es nueva ni vistosa, donde no hay piscina ni grandes instalaciones: «Si te fijas bien, aquí no hay dos aulas iguales, las paredes no miden lo mismo y cada espacio es de su padre y de su madre, porque la escuela ha ido creciendo y desarrollándose al adquirir las casas contiguas a lo largo de los años», explica el padre Jorge Revuelta, capellán del centro. 

Lo que comenzó como un proyecto a muchas bandas y que tuvo que poner de acuerdo a párrocos, alcaldes y pueblos de la comarca con empresarios y benefactores, acoge hoy en día a más de 800 alumnos que llegaron aquí cargando en sus mochilas con un pesado fracaso escolar y gravosos problemas familiares. Por pasillos y talleres se cruzan jóvenes abandonados, cuyos padres están en la cárcel, con problemas de drogas, peligrosos coqueteos con el yihadismo, etc. A todos se les facilita una última oportunidad: Formación Profesional y una educación en valores que van desde la solidaridad y la responsabilidad social hasta el espíritu de mejora, todo ello envuelto en una visión del mundo desde el humanismo cristiano. «Somos la última red. No podemos dar la espalda a estos chicos, porque por debajo ya no hay nada», afirma César Rodríguez, director del centro. «En este sentido, tenemos muy interiorizado que somos Cáritas y los valores que, como tal, tenemos», agrega. 

La entidad de la Iglesia, que ejerce de mentora de la escuela en orientaciones de todo tipo, manteniendo el espíritu, la ilusión y el aliento de los primeros tiempos, sufraga todos los gastos que origina esta obra y que no se cubren con el aporte del ministerio de Educación, pues no todos los cursos que se imparten en esta escuela tienen la asignación de Centro Concertado de Formación Profesional. 

A las celebraciones por el 60 aniversario se ha sumado el Premio Carisma 2024, reconocimiento con el que la Conferencia Española de Religiosos (CONFER)  destaca «la labor de personalidades e instituciones comprometidas con los valores evangélicos en su quehacer diario (…), con el propósito de celebrar y destacar el trabajo en línea con el fin primordial de la CONFER de animar, servir y promover la vida religiosa». Antonio Montero, director del programa Pueblo de Dios, Pablo d’Ors, Augustin Ndour, el chef José Andrés y proyectos como Sueños, el Musical figuran también entre los galardonados. Con el Premio Carisma a la Educación, la escuela se suma a un selecto grupo de instituciones y personas que se han destacado «por su compromiso con los valores evangélicos y su labor en favor de los más necesitados».

Uno de los perfiles más conocidos es el de aquellos jóvenes que «aterrizan con adicciones y en un momento especial de enganche a las drogas. Esos chicos se nos escapan entre los dedos, porque, por muy buenos profesores o muy buenas herramientas que tengas, es imposible. De todas formas, intentamos mantener el vínculo y aprovechar algunas pasarelas para recuperarlos más adelante», detalla Rodríguez. «Vienen de entornos muy desestructurados, bastante es que sean capaces de llegar aquí, que se levanten a las ocho de la mañana y vengan aquí a escucharnos», prosigue. «Es cierto que algunos acaban en la cárcel, pero otros, en cambio, vienen aquí con el peso del fracaso escolar y, tras hacer un Básico, un Grado Medio y uno Superior, van a la universidad», señala el director del centro. 

Son ejemplos con nombre y apellidos, como el del propio Juan Carlos, que se licenció en Ingeniería y volvió a la ECAM como profesor: «Llevo 46 años aquí, ya tengo compañeros en el claustro que fueron alumnos míos. Voy por la segunda generación y espero no llegar a ver la tercera», bromea. O como José Antonio Ruiz y Fausto Siles, profesores ingenieros que también son antiguos alumnos. «Cuando llegué en 1978, lo que más me gustaba de la ECAM ya entonces era el ambiente», reconoce. «Esta escuela funciona gracias a profesores que estudiaron aquí y han interiorizado el proyecto. La implicación del profesorado es muy especial», indica César. Sirva como ejemplo de compromiso que José Manuel Torres, el responsable de mantenimiento es el director del coro de la escuela.

«En ocasiones, he tenido que ir a las casas de los alumnos para ver cuál era la situación real, y había problemas gordos», cuenta Juan Carlos. «El profesorado es la referencia que tienen, somos, por así decirlo, como un segundo padre para ellos», agrega. Y la metáfora no es baladí, pues, como lamenta el profesor Rodríguez Ledesma, «lo que se hace aquí, a veces se deshace en las familias». Para Alicia Aparicio, profesora de Ciencias Aplicadas en Básica y Aulas de Compensación Educativa, «no partimos de cero, sino de menos 20. El primer paso para el éxito es el fracaso, a ellos les viene hasta bien para reinventarse, porque son personas muy especiales y especialmente trabajadoras. Por eso, aquí personalizamos la enseñanza, fomentamos la autoestima en el alumno. Hay que ponerles retos». 

Esta sentencia resulta más que aplicable a Odeil Pérez Ríos, de 15 años y alumno de Primero de Básica en la rama de Comercio: «En mi instituto sacaba buenas notas, aprobaba bien, pero la ESO, sinceramente, no me motivaba». Fijándose en su hermano mayor, que estudiaba Cocina, se decidió por una FP y por la ECAM: «Mis padres se lo tomaron bien», reconoce, pues, como apunta su tutora, Cati Sánchez, «este es un sitio que la familia conocía y cuyos valores les parecían muy bien. De hecho, fueron sus padres quienes solicitaron al instituto la derivación». 

Foto: Carlos Mira

El centro de Formación Profesional de Cáritas en Valdemoro oferta cuatro ramas para el itinerario profesional de los alumnos: Automoción y Mecánica; Electricidad y Electrónica —ambas con un 95 % de alumnos varones y un creciente 5 % de mujeres— Marketing, Comercio y Logística; y Administración y Finanzas —estas dos últimas con un reparto entre sexos a partes iguales—. En alguna de estas ramas, como es el caso del sector automovilístico, acredita nada menos que un 100 % de empleabilidad: de aquí, el estudiante no sale solo con un título, también con un puesto de trabajo. Aparte de la formación en valores y el crecimiento personal, la ECAM cuenta con un prestigio académico y profesional acreditado durante décadas, no en vano actualmente cuenta con 600 convenios de colaboración con empresas. «Ir con la marca ECAM es, sin duda, un punto a favor», sentencia el director del centro. «Por ello —añade—, hay muchos jóvenes que nos dicen: “Yo quiero estudiar aquí. Ninguna de las ramas que tenéis sería mi primera opción por interés, pero lo que quiero es estar en la ECAM”». No pocos de sus titulados son, incluso, empresarios, algunos de ellos en asociación con otros alumnos. «Al salir de la escuela, ven el autoempleo como algo muy lejano, pero al ser conscientes de las herramientas de las que disponen y compararse con lo que hay en el mercado, la cosa cambia muy pronto», señala con orgullo César Rodríguez.

En esta redención particular por la vía de los estudios, numerosos estudiantes de la ECAM regresan a los institutos en los que habían fracasado para dar conferencias sobre materias TIC, formación medioambiental o hacer teatro de sombras. «Los profesores que te habían repetido una y otra vez que ibas a fracasar, se sorprenden cuando los ven y les dicen “pero, ¿tú qué haces aquí?”», remarca la dirección del centro. «A estos chicos hay que ponerles retos, necesitan ver la diferencia que hay entre los lugares de donde vienen y en el que están», explica Alicia. «Aquí damos una educación integral y personalizada en coordinación permanente con las familias. La cooperación y la FP de Cáritas es una receta de éxito, porque ponemos en práctica el gran valor de san Juan Bosco: servir», añade.

En su compromiso con la educación de calidad, especialmente en atención a colectivos vulnerables, la ECAM ha formado a miles de jóvenes a lo largo de sus 60 años de historia, proporcionándoles las herramientas necesarias para afrontar los retos del mundo laboral y convertirse en agentes de cambio positivo en la sociedad, muchas veces desde la prevención. Así las cosas, la CONFER ha destacado a este centro como «referente de excelencia en la comunidad educativa», así como «su compromiso con los valores humanos fundamentales basados en el Evangelio», que han dejado «una huella perdurable en la sociedad y han contribuido significativamente en un mundo donde la educación es fundamental para el progreso y la inclusión social».

No es de extrañar, por tanto, que Odeil se reconozca «muy feliz aquí». «Esta es mi segunda casa. Me alegré mucho de poder venir; aquí he hecho amigos y me estoy mejorando a mí mismo. Hay una diferencia muy grande con los profesores del instituto. En la ECAM me siento más cómodo y seguro con mi tutora», agrega. En la FP, el vínculo entre alumno y maestro se asemejaría más a una relación de profesional a profesional. De parecida opinión es Adrián Jiménez, alumno de Grado Medio en la modalidad de Comercio, quien, a sus 16 años, ha hecho «varias entrevistas de trabajo, pero nunca una entrevista para una revista»: «Yo terminé la ESO y seguí hasta el Bachillerato, me dejé llevar por donde va todo el mundo… y duré un mes. La verdad es que no tenía nada que ver con lo que te enseñan aquí. El instituto es, por así decirlo, más superficial y dirigido, mientras que aquí te acogen, es como si fuéramos una familia», afirma. 

Adrián nos cuenta que está ilusionado con poder cursar un Erasmus en Italia a la vuelta del verano. Mientras tanto, subraya el gran impacto que ha tenido hacer voluntariado para Cáritas en la ECAM: «Es los sábados por la mañana, con el valor que eso tiene para chicos de nuestra edad. En el instituto nunca participaba en nada, habría sido imposible allí. Lo más espectacular es ver a los profesores, después de trabajar los cinco días de la semana, sacrificando sus fines de semana como voluntarios. Los veía tan felices que yo quería sentir lo mismo. Es algo muy especial». En la escuela, Adrián comparte clases y recreos con Naiara, una alumna con discapacidad que ha despertado su verdadera vocación: «Es toda una experiencia. Cuando termine mi formación, me quiero dedicar a dar clases a personas con discapacidad. Tienen un corazón muy puro, ves todo lo que pueden dar cuando hay inclusión e integración». 

Después de algunos años «de bastante conflictividad», en palabras del director, el clima en la ECAM es ahora mucho más pacífico. Durante nuestra visita, nos encontramos con un alumno que reconoce haber sido expulsado temporalmente varias veces del centro, pero que sigue estudiando Automoción «tranquilo y sin rencores». «Las circunstancias que han sufrido en sus vidas les hacen ser muy duros, pero en cuanto rompen el caparazón, ves que son chicos muy sensibles», señala Alicia. 

Odeil también ha participado en actividades solidarias, como cuando fue a visitar y cantar villancicos con algunos compañeros a una residencia de mayores: «Iba vestido de paje, pensando que aquellos ancianos quizás no tuvieran muchas visitas en su día a día. Me sentí muy feliz, porque había ayudado a que otras personas se sintieran felices», recuerda. O cuando fue voluntario en Ecamlandia, organizando una fiesta navideña para niños: «Mi papel era el de guardia de seguridad. Tenía que acompañar a los Reyes Magos, pero también controlar la competición de penaltis y premiar con chuches a aquellos niños que metían canasta», detalla.

Estas iniciativas brotan desde el Departamento de Pastoral, que coordina Alicia en contacto directo con el padre Jorge. La experiencia más demandada es el Camino de Santiago, «un instrumento pedagógico increíble, aparte de su propio valor religioso», en palabras de la profesora Cati Sánchez. En su última actividad, la ECAM ha puesto a peregrinar a 40 alumnos, Odeil entre ellos: «Es una experiencia muy bonita y que siempre llevaré conmigo. Yo tengo un problema, y es que tiendo a juzgar mucho por las apariencias. El Camino me ha permitido conocer a muchas de esas personas y ver que son buenas personas, considerar a algunos tus amigos». Como anécdota personal, recuerda haber encontrado un tronco de más de dos metros y haberlo usado a modo de bastón: «Algunos compañeros me retaron a llevarlo hasta el final de la etapa, me decían que no podría cargar con tanto peso, además de la caminata y la mochila. Y me lo acabé llevando, por un pique, hasta Santiago. Allí, por seguridad, no me lo dejaron meter en la catedral, y ahora lo guardo en mi casa. Con esta historia aprendí que era capaz de más». 

Según explica Cati, «desde los inicios somos un grupo joven y que ha hecho muchas actividades, en las que ellos deciden acompañarnos voluntariamente. Tenemos un plan de pastoral que trata de impregnar al alumno de valores cristianos». «En la ECAM no hay explícitamente unas clases de Religión al uso, pero estamos ante ellos de manera visible y concreta», afirma el padre Jorge. «Yo mismo paso a las clases durante las tutorías, hay una educación explícita y en estos ratos se habla sobre temas de fe, se ofrecen testimonios… Y luego está la mera presencia del cura, al que se le acercan los profesores y algunos chavales, y que da dos Misas a la semana», prosigue. 

«Con la materia prima que tenemos, y que es precaria en algunos casos, tenemos que innovar. Hay que montar todas las estrategias nuevas a mano para que los jóvenes se impregnen transversalmente de nuestra misión. Un ejemplo de ello es el Camino de Santiago: el primer día, el padre Jorge empieza andando solo; al final, los 40 alumnos acaban andando detrás de él», sintetiza Alicia. Tras la peregrinación, algunos estudiantes han pedido el Bautismo, mientras que otros se han acercado a la fe y han podido sentir el cariño de Dios. «La primera pobreza es la falta de amor. Aquí se tienen detalles humanos con estos jóvenes, los profesores son verdaderamente como unos padres, quieren a sus alumnos. Ellos necesitan sentirse acompañados, sentir que alguien cree en ellos, que los corrige, que los castiga, incluso, ese es uno de los elementos de distinción de esta FP. La ECAM la hacen sus profesores, el modo como dan clase…», explica el padre Jorge, quien compagina desde hace ocho años su responsabilidad como párroco en Valdemoro con la capellanía del centro. «En su momento, había dos sacerdotes y dos profesores de Religión, cuando se contemplaba esta asignatura en los planes de estudio. Ahora estoy peleando por que haya dos curas permanentemente, porque yo no llego», asegura. Y lo lamenta profundamente, pues «esta escuela me ha cambiado en mi sacerdocio, me ha puesto en contacto con la realidad del mundo y me ha aportado frescura para entender a la juventud. Por eso, cuando el Papa dijo aquello de “pastores con olor a oveja”, creí entenderlo perfectamente», sentencia.

Capellán para todos

Esta frescura de la juventud se deja sentir en la naturalidad con que los alumnos muestran al capellán sus dudas: «Tienen mucho desconocimiento. Ya no hay hostilidad hacia la fe, sino desconocimiento. Los hay que se me acercan y me preguntan que cómo se llama el alzacuellos, que si tengo mujer, que qué hago parado en silencio en la capilla… Y les digo que rezar, que si saben lo que es rezar, y muchos no lo saben. En la ECAM hay de todo y yo soy el capellán de todos: de los musulmanes, de los ateos, de los cristianos que están fuera de la Iglesia, de los que pertenecen a sectas… De todo. Incluso, tenemos tres chavales que se están preparando para ser imanes y me siento cómodo con ellos», explica el sacerdote. Por todo ello, el Departamento de Pastoral tiene como uno de sus principales objetivos crear un grupo para aquellas personas que deseen acercarse y conocer la fe en Cristo. En palabras del director del centro, «el equipo de Pastoral, con el padre Jorge a la cabeza, nos aporta frescura y renovación de pensamiento para reenganchar a estos jóvenes que abandonaron y siguen adelante, tanto a nivel educativo como espiritual». 

Uno de los conceptos clave es este reenganche que también juega a favor de las personas en paro. Porque, por las tardes, una vez finalizada la FP, el centro mantiene sus puertas abiertas para adultos y mayores en situación de desempleo para formar a estos trabajadores y expedirles certificados de profesionalidad. «Para nosotros, la educación es esperanza, y por eso habilitamos constantemente pasarelas para que estos mayores que están en los cursos de desempleo puedan pasar a hacer la Formación Profesional con nosotros», explica César Rodríguez. Durante la visita de ECCLESIA, nos cruzamos con Gonzalo y David, alumnos desempleados de más de 50 años que tienen clase por la tarde, pero que acuden junto a los jóvenes de la mañana porque los profesores de Automoción son «muy buenos». Uno de ellos fue, incluso, mecánico en un equipo de MotoGP. «Ver cómo estos profesores, que podrían estar ganando bastante más dinero en otra parte, se parten la cara por sus alumnos es algo que nos llena de orgullo», señala el director, que también es ingeniero. En su inmensa mayoría, los docentes son antiguos alumnos que quieren devolver la generosidad con que ellos fueron tratados en su día. En palabras de Rodríguez, «con que un alumno haya cursado una sola hora en nuestra escuela, ya tiene derecho a formar parte de su bolsa de empleo toda la vida. Porque, el que es de la ECAM, lo es para siempre». Y las escasas veces que hay una vacante en el claustro, ahí está Escuelas Católicas y su propia bolsa de empleo para hacer la labor de asesoramiento en la contratación de personal. «Están muy involucrados. Y lo mismo sucede con la diócesis de Getafe, donde nuestro obispo, don Ginés, siempre habla maravillas de este centro», continúa Rodríguez. 

Sin salir del vecindario, la escuela acaba de comprar un recinto aledaño de unos 600 metros cuadrados donde les gustaría construir dos nuevos talleres, nueve aulas con baño y una capilla «un poco más grande». El Premio Carisma de CONFER les supone una motivación más para seguir trabajando con la misma filosofía y para seguir creciendo, como se anunció recientemente, tras la visita del vicario de la Caridad Aurelio Carrasquilla al alcalde de Parla, ciudad en la que se abrirán las primeras aulas fuera del centro matriz. La clave, para el padre Jorge, «es lo que pasa dentro de la clase, donde cada uno es de su padre y de su madre, sí, pero donde está el tipo de profesorado en el que la Iglesia confía. Este modelo de éxito en lo laboral y lo humano es el que nos gustaría extender por todo el sur de Madrid». 

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