Este domingo 14 de enero las Obras Misioneras Pontificias celebran la jornada de la Infancia Misionera con el lema Comparto lo que soy
¿Qué es un misionero? Una de las explicaciones más claras que se pueden dar, la ha dado un niño de 12 años, Mateo Méndez, que desde hace dos acude a los campamentos misioneros de la obra Pontificia. Dice Mateo que «la diferencia entre ser bueno y ser misionero es que para lo segundo hay que centrarse en Jesús». Lo ha explicado durante la rueda de prensa de presentación de la Jornada de la Infancia Misionera con un ejemplo muy sencillo: para ser misionero no hace falta irse al Congo —ha dicho— se puede hacer misión bendiciendo la mesa ante los amigos, o invitándoles a catequesis.
Además de en los campamentos, Mateo ha participado de la iniciativa Sembradores de estrellas junto a otros niños. La concienciación de los más pequeños es fundamental para que ellos también quieran ayudar a otros niños, aunque no puedan hacerlo económicamente.
En total, la Santa Sede apoya 2.500 proyectos infantiles al año, que benefician a más de 4 millones de niños en las misiones. Son proyectos de educación, salud, protección de la vida y evangelización. Un año más, España ha sido el país que más ha aportado, más de dos millones de euros. Van destinados a orfanatos, maternidades, escuelas, leproserías o guarderías.
Una de ellas es la que regentan religiosas de Jesús María en Tánger, por la que pasan alrededor de 100 niños cada curso, cuyas familias no pueden permitirse pagar una privada. Elvira Pillado, una de las religiosas de esa comunidad, ha señalado en su paso por Madrid que también tienen una casa de acogida para niñas menores. «Hay que dedicarle alma, vida y corazón. Es un trabajo muy bonito, merece la pena».
El lema de este año Comparto lo que soy pretende llamar la atención especialmente entre los más jóvenes para que descubran que la misión consiste en «entregar lo que vivo y soy: mi fe, esperanza y amor», como lo define el director nacional de OMP, José María Calderón.