En esta sociedad nuestra de la imagen, de lo inmediato, una de las preocupaciones más actuales y constantes es la de mostrar una buena cara a los demás, la de parecer siempre jóvenes, la de no querer envejecer; pero no es mi propósito reflexionar sobre la belleza física, sino de la capacidad rejuvenecedora del Espíritu en la Iglesia. Hoy celebramos el día de Pentecostés. Conmemoramos aquel día, cincuenta después de la resurrección de Jesús, en el que los apóstoles reciben la fusión del Espíritu, don que procede del Padre y del Hijo, y que les capacitó para extender el Evangelio. Comenzó el tiempo del Espíritu, arrancó la acción de la Iglesia como pueblo de Dios para llevar al mundo entero el Evangelio de Jesús (Mc. 16, 15).
Decía antes que conmemoramos, pero es mucho más que eso, recibimos de nuevo la efusión del Espíritu en nuestros corazones y por tanto el encargo de Jesús de seguir su misión. Esto es lo que nos hace sentir renovados, rejuvenecidos, el Espíritu viene para ayudarnos a superar nuestras rutinas, cansancios, desánimos; qué oportunidad más bonita para dejar que el fuego del Espíritu se avive en nuestro interior y podamos encender los corazones de los demás.
En este domingo de Pentecostés la Iglesia celebra el día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar con el con el lema “laicos por vocación, llamados a la misión”, nos recuerda que la vocación de bautizados se ejercita por el servicio a la misión. Los movimientos de Acción Católica y del resto de movimientos sienten hoy la necesidad de profundizar en su vocación misionera interpelados por el Espíritu para anunciar el amor de Dios manifestado en Cristo Jesús.
El Papa Francisco en el discurso de la Inauguración del Congreso de Laicos decía: “es la hora de ustedes, de hombres y mujeres comprometidos en el mundo de la cultura, de la política, de la industria (…) Los animo a que vivan su propia vocación inmersos en el mundo escuchando con Dios y con la Iglesia, los latidos de sus contemporáneos del pueblo” (febrero 2020).
Es clara la llamada a que los bautizados sientan en su vida que el ser seguidor de Jesús y llevar su mensaje a los demás es una vocación, no es un entretenimiento ni algo opcional. Ahora bien, ejercer esta misión se hace de forma más fácil y eficaz estando organizados, a través de los movimientos laicales. El Señor envió a los apóstoles a evangelizar de dos en dos, la Iglesia es comunidad, asamblea.
En este día de Pentecostés, nuestros ojos, nuestra oración se dirige de forma especial a los grupos de Acción Católica y al resto de grupos asociaciones de laicos. No es fácil tener una organización activa, dinámica, que se renueve, que piense en el otro y no solo hacia dentro del movimiento. La Iglesia necesita al laicado comprometido y organizado.
Pedimos este fruto hoy al Espíritu Santo. Pedimos que nunca falten en la Iglesia los movimientos que puedan evangelizar en los ambientes más diversos. Oramos para que el Evangelio sea cada vez más una realidad en nuestro mundo.