El Santo Padre les ha recordado que para ser discípulos del Señor, «es necesario una formación humana integral»
El Papa Francisco ha presidido este jueves una audiencia con los participantes en el Congreso Internacional sobre la Formación Permanente de los sacerdotes. En total son unos mil participantes en esta formación promovida por el Dicasterio para el Clero, en colaboración con los Dicterios para la Evangelización y para las Iglesias Orientales. El Santo Padre les ha recordado que para ser discípulos del Señor, es necesario una formación humana integral.
Francisco ha comenzado agradeciendo el esfuerzo de los Prefectos de los Dicasterios involucrados y ha indicado que «durante estos días, tienen la gracia de intercambiar las buenas prácticas, de debatir sobre los desafíos y problemáticas, y de escrutar los horizontes futuros de la formación sacerdotal en esta época cambiante; siempre mirando hacia adelante, siempre dispuestos a echar de nuevo las redes como nos pide la Palabra del Señor. Se trata de caminar en busca de instrumentos y lenguajes que ayuden a la formación sacerdotal, sin pensar que se tienen todas las respuestas en la mano, sino confiando en poder encontrarlas a lo largo del camino».
Ha querido a su vez indicarles tres direcciones en el camino que están recorriendo: la alegría del Evangelio, la pertenencia al pueblo y la generatividad del servicio. De la primera de ellas ha señalado que «en el corazón de la vida cristiana está el don de la amistad con el Señor, que nos libera de la tristeza del individualismo y del riesgo de una vida sin sentido, sin amor y sin esperanza. La alegría del Evangelio, la buena noticia que nos acompaña es precisamente ésta: somos amados por Dios con ternura y misericordia».
Pertenecer al pueblo de Dios
Ha expuesto que «sólo si somos y permanecemos discípulos, podremos llegar a ser ministros de Dios y misioneros de su Reino. Sólo acogiendo y custodiando la alegría del Evangelio podremos llevar este gozo a los demás. En la formación permanente, por tanto, no olvidemos que somos siempre discípulos en camino y que esto constituye, en todo momento, lo más hermoso que nos haya sucedido, por gracia de Dios».
Los ministros de cristo deben servir. Es su carácter distintivo. El Maestro, remarcó por último, nos lo manifestó a lo largo de toda su vida y, en particular, durante la Última Cena, cuando lavó los pies a los discípulos. Desde la perspectiva del servicio, «la formación no es una operación extrínseca, la transmisión de una enseñanza, sino que se convierte en el arte de poner al otro en el centro, resaltando su belleza, lo bueno que lleva dentro, poniéndole de manifiesto sus dones y también sus sombras, sus heridas y sus deseos».
Y así, señaló el Pontífice, formar sacerdotes significa servirles, servir sus vidas, animar su camino, ayudarlos en su discernimiento, acompañarlos en las dificultades y apoyarlos en los retos pastorales. «El sacerdote así formado, a su vez, se pone al servicio del pueblo de Dios, está cerca de la gente y, como Jesús en la cruz, se hace cargo de todos».
Ponernos al servicio de los demás
«Hermanos y hermanas, fijémonos en esta cátedra de la Cruz. Desde allí, amándonos hasta el extremo (cf. Jn 13,1), el Señor hizo nacer un pueblo nuevo. Y también nosotros, cuando nos ponemos al servicio de los demás, cuando nos convertimos en padres y madres para quienes nos han sido confiados, generamos la vida de Dios. Este es el secreto de una pastoral generativa: no de una pastoral en la que nosotros somos el centro, sino de una pastoral que genera hijas e hijos a la vida nueva en Cristo, que lleva el agua viva del Evangelio al terreno del corazón humano y del tiempo presente».