El Santo Padre ha exhortado a los fieles a emprender un camino de comunión, misericordia y cercanía durante la Cuaresma para romper las barreras del silencio y la indiferencia
El papa Francisco ha presidido este domingo el rezo del Ángelus desde el Vaticano. El Santo Padre ha exhortado a los fieles a «emprender un camino de comunión, misericordia y cercanía durante la Cuaresma para romper las barreras del silencio y la indiferencia». Ha comenzado su intervención indicando que «existe un contraste entre casa y mercado, pues son dos modos diferentes de presentarse ante el Señor», y es que en el Evangelio del día de hoy, el Pontífice aseguró que es una escena dura, en la que Jesús expulsa a los mercaderes del templo.
El Santo Padre añadió que «en el templo entendido como mercado, para estar bien con Dios bastaba comprar un cordero, pagarlo y consumirlo en las brasas del altar. Comprar, pagar, consumir, y después cada uno a su casa». En cambio, entendiéndolo como casa, sucede lo contrario: «Se va para visitar al Señor, para estar unidos a Él y a los hermanos, para compartir alegrías y dolores. Todavía más, en el mercado se juega con el precio, en casa no se calcula; en el mercado se busca el propio interés, en casa se da gratuitamente».
«Cristo vino a traer comunión, misericordia y cercanía»
El Papa ha explicado que «Jesús es hoy duro porque no acepta que el templo-mercado reemplace al templo-casa, que la relación con Dios sea distante y comercial en vez de cercana y llena de confianza, que los puestos de venta sustituyan a la mesa familiar, los precios a los abrazos y las monedas a las caricias. Porque de ese modo se crea una barrera entre Dios y el hombre, y entre hermano y hermano, mientras que Cristo vino a traer comunión, misericordia y cercanía».
El obispo de Roma subrayó que la invitación, también para nuestro camino de Cuaresma, es «hacer en nosotros y a nuestro alrededor más casa y menos mercado». Y añadió que «en primer lugar, con respecto a Dios. ¿Cómo? Rezando mucho, como hijos que, sin cansarse, llaman confiados a la puerta del Padre, no como mercaderes avaros y desconfiados».
El Pontífice animó a pensar «en el silencio incómodo, aislador, a veces incluso hostil, que se encuentra en muchos lugares». En este sentido, propuso un ejemplo: «En los medios de transporte: todos encerrados en sus propios pensamientos, solos con sus problemas, con los oídos tapados por los auriculares y los ojos hundidos en los teléfonos móviles».
«¿Por qué resignarnos a esto?»
Por último, lamentó que «un mundo en el que no se da gratis ni siquiera una sonrisa o un comentario, ¿por qué resignarnos a esto?» e incentivó a dar nosotros el primer paso: «Saludemos, cedamos el asiento, digamos algo amable a quien está a nuestro lado: aunque no nos contesten o alguien nos mire mal, habremos hecho casa. Y esto puede valer para muchas otras circunstancias de la vida cotidiana».