Nueva jornada del papa Francisco en Mongolia, que ha comenzado con un encuentro con líderes de las diversas religiones en el país, entre cristianos, musulmanes, budistas o hinduistas. Una ocasión que el Pontífice ha aprovechado para pedir «que no haya ninguna confusión entre credo y violencia, entre sacralidad e imposición, entre camino religioso y sectarismo».
«La cerrazón, la imposición unilateral, el fundamentalismo y la coerción ideológica arruinan la fraternidad, alimentan tensiones y ponen en peligro la paz. La belleza de la vida es fruto de la armonía; es comunitaria, se acrecienta con la amabilidad, con la escucha y con la humildad», les ha dicho en el teatro Han de Ulán Bator.
Y ha insistido en la idea de que en sociedades pluralistas como la de Mongolia, cada institución religiosa, reconocida por la autoridad civil, «tiene el deber y el derecho de ofrecer aquello que es y aquello que cree, respetando la conciencia de los otros y teniendo como fin el mayor bien de todos».
Para Francisco, el hecho de que todos los líderes religiosos se hayan encontrado en un mismo lugar «ya es un mensaje». «Las tradiciones religiosas, en su originalidad y diversidad, comportan un formidable potencial de bien al servicio de la sociedad. Si quien tiene la responsabilidad de las naciones eligiera el camino del encuentro y del diálogo con los demás, contribuiría de manera determinante a poner fin a los conflictos que siguen causando sufrimiento a tantos pueblos», ha agregado.
Esto podría parecer utópico en un mundo «lastimado por luchas y discordias», pero el Pontífice ha recordado que «los proyectos más grandes comienzan en lo escondido, con dimensiones casi imperceptibles». «El gran árbol nace de la semilla pequeña, oculta bajo la tierra», ha dicho.
Armonía para el mundo
En este sentido, ha subrayado que las religiones están llamadas a ofrecer al mundo la armonía, que el progreso técnico por sí solo no puede dar. Y ha insistido: «Al reunirnos hoy, nos comprometemos a compartir todo ese bien que hemos recibido, para enriquecer a una humanidad que, en su caminar, a menudo se encuentra desorientada por miopes búsquedas de lucro y bienestar; y a menudo también es incapaz de volver a encontrar el hilo conductor».
Así, ha señalado que Asia tiene mucho que ofrecer en esta tarea y que Mongolia «custodia un gran patrimonio de sabiduría, que las religiones que aquí se difundieron han contribuido a crear, y que quisiera invitar a todos a redescubrir y valorar».