En la última audiencia general de agosto y antes de emprender viaje a Mongolia, el número 43 del pontificado, el papa Francisco ha continuado con sus catequesis sobre la cuestión del celo apostólico por el anuncio del Evangelio. En esta ocasión, la protagonista fue Catalina Tekakwitha, la primera mujer nativa de Norteamérica que fue canonizada.
«La vida de Catalina es un testimonio más de que el celo apostólico implica tanto una unión vital con Jesús, alimentada por la oración y los sacramentos, como el deseo de difundir la belleza del mensaje cristiano a través de la fidelidad a la propia vocación particular. Encontramos a una mujer que dio testimonio del Evangelio, no tanto con grandes obras, porque nunca fundó una comunidad religiosa ni ninguna institución educativa o caritativa, sino con la alegría silenciosa y libertad de una vida abierta al Señor y a los demás», ha explicado el Pontífice.
El Papa se ha referido, en concreto, a su labor entre los mohicanos en la misión jesuita cercana a Montreal, donde tuvo que refugiarse por las persecuciones sufridas. Allí asistía a Misa, adoraba al Santísimo, rezaba el rosario y llevaba una vida de penitencia. «Estas prácticas espirituales suyas impresionaban a todos en la misión; reconocían en Catalina una santidad que atraía porque nacía de su profundo amor a Dios. Al mismo tiempo, enseñaba a rezar a los niños de la misión y, mediante el cumplimiento constante de sus responsabilidades, incluido el cuidado de los enfermos y de los ancianos, ofreció un ejemplo de servicio humilde y amoroso a Dios y al prójimo», ha recalcado.
Así, ha recordado que, como en el caso de santa Catalina, una relación vital con Dios fructifica en el compromiso de realizar diariamente sencillas obras de misericordia, tanto materiales como espirituales, hacia los hermanos y las hermanas, especialmente los pobres y más necesitados.
Aunque, ha continuado, no todos los cristianos están llamados a la consagración especial que hizo esta mujer, el Papa ha subrayado que «todo cristiano está llamado a comprometerse diariamente con corazón indiviso en la vocación y en la misión que Dios le ha confiado, sirviendo a Él y al prójimo con espíritu de caridad».
Gestos sencillos y dificultades
Las otras enseñanzas de la vida de santa Catalina Tekakwitha tienen que ver con el modo que tuvo de recibir la fe, a través de su madre, que la enseñó a rezar y cantar himnos a Dios. Para el Pontífice, la evangelización muchas veces comienza así, «con gestos sencillos, pequeños, como los padres que ayudan a sus hijos a aprender a hablar con Dios en la oración y les hablan a ellos de su amor grande y misericordioso».
También que en el camino de fe, aparecen numerosas dificultades, la cruz. En el caso de Catalina, perdió a sus padres y su hermano menor por viruela y sufrió persecución por la fe. «El testimonio del Evangelio no consiste solo en lo que es agradable; también debemos saber llevar nuestras cruces cotidianas con paciencia, con confianza y esperanza», ha concluido.