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Homenaje a Eugenio Nasarre, católico comprometido con el diálogo y la reconciliación

La Fundación Pablo VI acogió este jueves la presentación de un libro homenaje al político y periodista español

Un recuerdo al político, al profesor y al periodista; un homenaje al defensor de la democracia y de Europa; un reconocimiento a un católico comprometido con el diálogo de la Iglesia con la sociedad y al servicio de la reconciliación en España. Pero, sobre todo, un tributo al amigo y a la personalidad de Eugenio Nasarre, una personalidad irrepetible e irreemplazable en la sociedad española.

Este jueves, 24 de octubre, la Fundación Pablo VI ha acogido la presentación del libro homenaje dedicado a Eugenio Nasarre, fallecido el 27 de enero de 2024, que ha promovido el Consejo Federal del Movimiento Europeo (CFEME) y para el que ha contado con la participación de hasta 80 amigos y compañeros del ámbito de la política, de los medios de comunicación, de la universidad y de numerosos entornos en los que Nasarre trabajó.

Cinco de ellos han estado presentes para recordar algunas de estas facetas y rasgos de la personalidad y de su forma de ver y entender la política, Europa, la Iglesia, la educación, el diálogo y la Democracia de Eugenio Nasarre, que tuvo una vida extraordinariamente fructífera y que contribuyó con un compromiso firme y desinteresado a una España democrática y moderna y a una Unión Europea federal. Soledad Becerril, exministra de Cultura; Juan María Laboa, sacerdote; Belén Becerril, profesora de Derecho de la Unión Europea de la Universidad CEU San Pablo; Jesús Avezuela, director general de la Fundación Pablo VI; y Francisco Aldecoa, presidente del Consejo Federal Español del Movimiento Europeo y coordinador de la publicación.

El primero en intervenir fue Jesús Avezuela, con una semblanza en la que puso de manifiesto su estrecha amistad con Nasarre y la inmensa gratitud por su colaboración con la Fundación Pablo VI desde sus tiempos como estudiante en la Escuela de Periodismo de la Iglesia. En los últimos años, formaba parte del comité de dirección de un seminario organizado por la Fundación Pablo VI para abordar la respuesta de Europa a la revolución digital y la transformación del trabajo. Y es en ese contexto donde puso de manifiesto en reiteradas ocasiones la necesidad de seguir creyendo en una Europa que, mucho más allá de los tratados europeos y de la regulación, tiene unos orígenes y valores que sus padres fundadores dejaron en herencia para servir como pilar a la hora de abordar las grandes cuestiones, como el desarrollo tecnológico, la transformación del trabajo, las amenazas nacionalistas, la inmigración o el cambio climático.

Pero, haciendo referencia a una confesión personal que le hizo el propio Nasarre, lo que más le preocupaba, recordó, era «la falta de esperanza con la que afrontamos estos retos y la falta de confianza de que los podemos resolver». Y es ahí, continuó Jesús, donde Eugenio tuvo también un carácter diferencial, pues destacó siempre por «su defensa de la necesidad de un verdadero diálogo y de un verdadero encuentro entre los diferentes», inspirado en personalidades como Jacques Maritain y en el pontificado de Pablo VI, desde la «integridad, la coherencia y la ejemplaridad» y pensando en el bien común.

Con este espíritu conciliador, democrático y constitucional contribuyó desde su juventud, junto a otras personalidades de la España de la Transición —algunos de ellos presentes en una abarrotada sala Maritain—, a abrir España a Europa y abrir también a la Iglesia, que, en aquellos años, estaba aún excesivamente reacia a formar parte del proyecto europeo. Así lo explicó Juan María Laboa, sacerdote al que unía también una profunda amistad con Eugenio Nasarre y con quien compartía la pasión por el Papa Pablo VI y el Concilio Vaticano II. En su intervención, recordó algunos de los momentos vividos juntos en Roma, desde donde contagió entusiasmo a aquellos jóvenes que representaban el cambio de la sociedad española. Era «un buen amigo, dialogante y un hombre profundamente convencido de sus ideas, que colaboró en los cambios de la Iglesia española».

Unas convicciones profundas que no le mantenían anclado al pasado, en una permanente nostalgia, sino que seguía, incluso fuera de la política activa, colaborando y ayudando a defender el Estado de Derecho, los valores constitucionales y las instituciones. En este sentido, explicó Belén Becerril, profesora de Derecho de la Unión Europea en la Universidad CEU San Pablo, «temía el auge de los populismos y de ese antieuropeísmo que empieza a imponerse en algunos partidos de izquierda y derecha»; estaba profundamente preocupado por la Ley de Amnistía, por la Ley de Memoria Democrática y por aquellos discursos que ponen en duda el valor de la Transición. Sin embargo, continuó, por su parte, Soledad Becerril, militante con él en los primeros años de la Unión de Centro Democrático, su vocación siempre fue aunar voluntades y, en este sentido, siempre trataba para todos los asuntos de «tender la mano a unas personas y otras». Y eso, lamentó, hoy solo lleva a la melancolía.

Por eso, entre el público presente en la sala, destacaron numerosas personalidades de diferentes sensibilidades políticas, como Juan José Laborda, expresidente del Senado; Juan Antonio Ortega Díaz Ambrona, ex ministro de Educación durante los gobiernos de UCD; Marcelino Oreja, ex ministro de Asuntos Exteriores de Adolfo Suárez; Óscar Alzaga, jurista y uno de los artífices de la Transición española; o Carlos Bru, jurista y político, con quien compartió también militancia en Izquierda Democrática.

Muchos de ellos comparten autoría en el libro promovido por el Consejo Federal Español del Movimiento Europeo (CFEME). Su presidente, Francisco Aldecoa, destacó el compromiso de Eugenio también con la sociedad civil y «con la necesidad de unir todas las fuerzas políticas españolas y europeas en torno a una Europa federal».

El colofón de este homenaje fue el discurso de la viuda, Maxi Serrano, quien resaltó la personalidad conciliadora y la generosidad de Eugenio, el amor por Europa que quiso transmitir a sus hijos y nietos, su fe y su forma de entender la política, desde la libertad y el respeto, pero también desde la coherencia.

Una coherencia que mantuvo hasta el último día y que hoy sirve de ejemplo para todos los que conocieron, admiraron y siguen admirando a quien es, como lo definió Jesús Avezuela, «un milagro irrepetible». 

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