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Homilías papales para el domingo 24-B del tiempo ordinario (16-9-2012)

Trabajo recopilado por fray Gregorio Cortázar Vinuesa, OCD

NVulgata 1 Ps 2 EBibJer2ed (en) — Concordia y ©atena Aurea (en)

(1/3) Juan Pablo II, Homilía en San Pedro 16-9-1979 (sp fr it po)

«1. En el Evangelio de hoy San Marcos refiere el mismo acontecimiento que describe San Mateo en el capítulo 16. En las cercanías de Cesarea de Filipo Jesús pregunta a los discípulos: «¿Quién dicen los hombres que soy yo?» (Mc 8, 27). Después de las diversas respuestas, Pedro toma la palabra y dice: «Tú eres el Cristo» (8, 29), que quiere decir «el Mesías». En el Evangelio de San Mateo la respuesta es: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16, 16). Después sigue la bendición dirigida a Pedro con motivo su fe, y la promesa que comienza con las palabras: «Tú eres Pedro», piedra, roca (Mt 16, 18). Texto sublime que todos sabemos de memoria.

En la redacción de San Marcos, en cambio, inmediatamente después de la confesión de Pedro «Tú eres el Cristo», Jesús pasa al anuncio de su muerte: «Era preciso que el Hijo del hombre padeciese mucho… y que fuese muerto y resucitara después de tres días» (Mc 8, 31). Y entonces Pedro, como leemos, «se puso a reprenderle» (Mc 8, 32). Según San Mateo, esta reprensión decía: «No quiera Dios, Señor, que esto suceda» (Mt 16, 22). Pedro no quiere que Cristo hable de la pasión y de la muerte. No es capaz de aceptarlo con su corazón que ama de modo humano. Quien ama quiere preservar del mal a la persona amada, incluso en el pensamiento y en la imaginación.

Sin embargo, Cristo reprende a Pedro, le reprende severamente. Esta reprensión que encontramos en el Evangelio de hoy de San Marcos es todavía más significativa en el texto de San Mateo, por el contraste de las palabras precedentes con las que Cristo había bendecido a Pedro y le había anunciado su primado en la Iglesia. Precisamente el primado es el que no permite sustraerse al misterio de la cruz, no permite alejarse, ni siquiera un ápice, de su realidad salvífica».

(2/3) Juan Pablo II, Homilía en el jubileo de la tercera edad 17-9-2000 (ge sp fr en it po):

«1. «Vosotros, ¿quién decís que soy yo?» (Mc 8, 29). Esta es la pregunta que Cristo formula a sus discípulos, después de haberlos interrogado sobre la opinión común de la gente. Así profundiza el diálogo con sus discípulos, casi obligándolos a dar una respuesta más directa y personal. En nombre de todos Pedro responde con prontitud y claridad de fe: «Tú eres el Mesías» (Mc 8, 29).

El diálogo de Jesús con los Apóstoles, que hemos vuelto a escuchar hoy en esta plaza con ocasión del jubileo de la tercera edad, nos impulsa a ahondar en el significado del acontecimiento que estamos celebrando. En el Año jubilar que recuerda el bimilenario del nacimiento de Cristo, toda la Iglesia eleva al Señor, de un modo muy particular, «una gran plegaria de alabanza y de acción de gracias sobre todo por el don de la encarnación del Hijo de Dios y de la redención realizada por él» (Tertio millennio adveniente, 32).

«Vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Ante esta pregunta, que nos sigue interpelando, estamos aquí para hacer nuestra la respuesta de Pedro, reconociendo en Cristo al Verbo encarnado, al Señor de nuestra vida (…).

4. (…) Hemos escuchado en el libro del profeta Isaías la descripción del Siervo sufriente, que es el retrato de una persona que se pone totalmente a disposición de Dios. «El Señor me abrió el oído; yo no resistí, ni me eché atrás» (Is 50, 5). El Siervo de Yahveh acepta la misión que se le ha encomendado, aunque es difícil y llena de peligros: la confianza que pone en Dios le da la fuerza y los recursos necesarios para cumplirla, permaneciendo firme incluso en medio de la adversidad.

El misterio de sufrimiento y de redención anunciado por la figura del Siervo de Yahveh se realizó plenamente en Cristo. Como hemos escuchado en el evangelio de hoy, Jesús comenzó a enseñar a los Apóstoles «que el Hijo del hombre tenía que padecer mucho» (Mc 8, 31). A primera vista, esta perspectiva resulta humanamente difícil de aceptar, como lo muestra también la reacción inmediata de Pedro y de los Apóstoles (cf Mc 8, 32-35).

¿Y cómo podría ser de otro modo? El sufrimiento no puede por menos de causar miedo. Pero precisamente en el sufrimiento redentor de Cristo está la verdadera respuesta al desafío del dolor, que tanto influye en nuestra condición humana. En efecto, Cristo tomó sobre sí nuestros sufrimientos y cargó con nuestros dolores, iluminándolos mediante su cruz y su resurrección con una luz nueva de esperanza y de vida (…).

6. «Yo, por las obras, te demostraré mi fe» (St 2, 18). Con estas palabras el apóstol Santiago nos ha invitado a expresar en la vida diaria, abiertamente y con valentía, nuestra fe en Cristo, especialmente a través de nuestras obras de caridad y solidaridad para con los necesitados (cf St 2, 15-16).

Hoy doy gracias al Señor por nuestros numerosos hermanos que testimonian esa fe operante en el servicio diario a los ancianos, pero también por el gran número de ancianos que, en la medida de sus posibilidades, siguen prodigándose aún por los demás (…).

Pidamos a María, Virgen peregrina en la fe y nuestra Madre celestial, que nos acompañe a lo largo del camino de la vida y nos ayude a pronunciar como ella nuestro «sí» a la voluntad de Dios, cantando junto con ella nuestro Magníficat, con la confianza y la alegría perenne del corazón».

(3/3) Benedicto VI, Ángelus 13-9-2009 (ge hr sp fr en it po)

LA PALABRA DEL PAPA.- «Jesús, al dar a Simón (…) el título, más aún, el don, el carisma de la fuerza, de la dureza, de la capacidad de resistir y sostener –como es precisamente la naturaleza de una piedra, de una roca, de un peñasco–, asociaba el mensaje de su palabra a la virtud nueva y prodigiosa de este apóstol, que había de tener la función, él y quien le sucediera legítimamente, de testimoniar con incomparable seguridad ese mismo mensaje que llamamos Evangelio» (Pablo VI, Audiencia general 3-4-1968 fr it). «El mensaje de Cristo, de generación en generación, nos ha llegado a través de una cadena de testimonios, de la que Nos formamos un eslabón como sucesor de Pedro, a quien el Señor confió el carisma de la fe sin error» (Pablo VI, Homilía 20-9-1964 it). «Junto a la infalibilidad de las definiciones «ex cáthedra», existe el carisma de asistencia del Espíritu Santo concedido a Pedro y a sus sucesores para que no cometan errores en materia de fe y de moral y para que, por el contrario, iluminen bien al pueblo cristiano» (Juan Pablo II, Audiencia general 24-3-1993 sp it). «Al escogerme como Obispo de Roma, el Señor ha querido que sea su Vicario, ha querido que sea la «piedra» en la que todos puedan apoyarse con seguridad» (Benedicto XVI, Homilía en la capilla Sixtina 20-4-2005 ge sp fr en it lt po).

LOS ENLACES A LA NEO-VULGATA.- «Esta edición de la Neo-Vulgata puede servir también (además de especialmente para la liturgia) para que la tengan en cuenta las versiones en lengua vulgar que se destinan a uso litúrgico y pastoral, y (…) como base segura para los estudios bíblicos» (Juan Pablo II, Constitución apostólica Scripturarum thesaurus 25-4-1979 ge sp fr en lt po). «La palabra sagrada debe presentarse lo más posible tal como es, incluso en lo que tiene de extraño y con los interrogantes que comporta» (Benedicto XVI, Carta al presidente de la C.E. Alemana sobre un cambio en las palabras de la Consagración 14-4-2012 ge sp fr en it pl po).

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