Hakuna parece conseguir lo que se le resiste a la propia Iglesia y a muchas instituciones: atraer a los jóvenes. Y lo hace con la Eucaristía, adoración, formación y música. El 6 de enero llenará el Wizink Center
Señala el fundador del movimiento católico Hakuna que una de las claves de su éxito es que tienen prohibido contar números. Pero a nadie se le escapa que son abrumadores. Miles de conversiones, especialmente de jóvenes, en los últimos años con las Horas Santas como gesto central. Y, además, un grupo de música con canciones cristianas cuyo último hito llega este 6 de enero: lleno en el Wizink Center, con un sold out de récord —16.000 entradas vendidas en cuestión de horas— en un auditorio al alcance de muy pocos artistas. ¿Cómo se explica este fenómeno? En ECCLESIA nos hemos acercado al centro neurálgico de la vida de Hakuna, su estudio en Las Rozas, para tratar de responder a esta pregunta. La respuesta: la alegría nueva que genera el encuentro con Cristo vivo.
¿Dónde estamos?
Esto era un convento de las Concepcionistas Franciscanas, que hicieron con mucha ilusión, pero, al final, hace unos años, se quedaron tres o cuatro monjas. Tenían mucha ilusión en que siguiese sirviendo para algo de la Iglesia y dieron con nosotros. Nos propusieron que nos lo quedáramos. Llegamos a una fórmula que fuese posible para nosotros y buena para ellas.
Se ha convertido en un centro de espiritualidad, formación, con mucha vida. El carisma propio aquí está muy presente y va tomando forma en las piedras, en la decoración, en todo. Porque todo espíritu toma una forma siempre. Hay muchas clases de Teología, reuniones de formación, retiros los fines de semana, aprovechando las celdas de las monjas, que son treinta y tantas. Se hacen God Stops, concentraciones de coordinadores, encuentros de sacerdotes. Y muchas reuniones de gente que viene de toda España y otros países. Por ejemplo, han pasado por aquí alrededor de treinta jóvenes de América Latina que han empezado grupos de Hakuna allí y han venido para empaparse del espíritu. Muchos de ellos, durante esas temporadas —que llamamos estancias de grow up— trabajan ayudando en alguna de las áreas durante unos meses y así conocen todo desde dentro.
Todo empezó en la Jornada Mundial de la Juventud de Río de Janeiro en 2013. Siempre que hablan de ese viaje a Brasil dicen que ahí pasó algo extraordinario. ¿Qué pasó?
Pasó que lo pasamos muy bien. Que nos quisimos mucho. Dios nos dio una alegría, pero no la alegría que da el mundo. Hace poco leía que la madre Teresa de Calcuta decía que nuestra alegría es una alegría nueva. Nosotros experimentamos una alegría nueva. Una manera de vivir en la que el servicio, la adoración, la alabanza a Dios y el querer a los demás estaba muy presente.
A la vuelta lo comentaban muchos: «Ha sido un mes de estar como en el cielo». Siempre cuento la sorpresa con la que viví que, al volver y reiniciar el curso académico —en ese momento eran solo universitarios—, a la primera Hora Santa que celebramos vinieron 700 personas. Y no había más que la ilusión de cada uno de los que habían estado en Brasil de que aquello lo tenían que descubrir otros.
Esa experiencia que estuvo en el inicio, ¿perdura en el tiempo?
Esa es una de las cosas más sorprendentes. Muchas veces, en mi trabajo pastoral, cuando uno tiene una actividad de este tipo, se pregunta a ver cuánto dura. Se comenta que hay mucho sentimentalismo y me hace gracia.Cuando ves que las personas no están viviendo un subidón, sino que, realmente, hay una transformación de vida y que, además, como el fuego, va invadiendo más aspectos, te das cuenta de que ahí no hay más que acción de Dios. Es importante el papel que juega la libertad en esto. Antes de aquel viaje a Río de Janeiro yo tuve una conversación con cada uno de los 97 chavales que fueron. Les dije: «Tienes que saber que aquí hay dos coordenadas en las que nos vamos a mover: libertad y confianza». La libertad quiere decir que puedes hacer lo que quieras, no hay turnos, por ejemplo. Quién friega, quién va a preparar esto… fregará el que quiera, porque en el momento en que se convierte el servicio en obligación has imposibilitado descubrir lo más grande del hombre, que es vivir para servir. La manera más directa de hacer plena mi vida es convertirla en servicio. Y el servicio solo es verdadero cuando sale de la libertad.
Una alegría que entra por el sentimiento y que es acompañada puede ser el punto de partida para una conversión íntima
José Pedro Manglano
El sentimentalismo es una crítica recurrente a Hakuna, pero también es una cuestión de la sociedad actual. ¿Qué diferencia hay entre la alegría como sentimiento, como subidón, y esa alegría nueva que permanece?
Creo que el sentimiento en la vida del hombre es fundamental. Solo la experiencia de felicidad y la ilusión te mueven a dar pasos. Una alegría que entra por el sentimiento y que es acompañada puede ser el punto de partida para una conversión íntima. Una alegría de subidón, si no es acompañada… Tú puedes echar a un demonio, pero si dejas la casa vacía, él volverá a buscar otros demonios y volverán a ti, y será mucho más difícil echarlos. Con el sentimiento ocurre lo mismo.
Es muy importante aprovechar los momentos en los que sentimentalmente nos abrimos para introducir no solo afectivamente a Dios poniéndole en el centro, sino para aprender a amar y para habitar el interior con muchas claves reveladas. De la misma manera que una persona con poca lectura recurre mucho a palabras comodín y todo es cosa, todo es amor, todo es sentir, cuando uno se forma, empieza a introducir misterios distintos. Esa formación ayuda a habitar la casa, a poner cuadros, a llenar la nevera. El espíritu que sentimentalmente se vacía, enseguida hay que acompañarlo para llenarlo de la centralidad de Cristo. En Hakuna, los medios de formación son amplísimos. Antes de la Hora Santa, hay siempre una charla; quincenalmente, cada uno puede buscar lo que llamamos un revolcadero, grupos de vida para seguir creciendo en la fe. El Soul College, que es una maravilla.
Antes de verano fui al monte con diez chavales. Una de las que venía, en la bajada, estaba hablando con otra del acostumbramiento de Pentecostés. Yo me quedé asombrado, era una chica que, hace dos años, no creía, su familia no es en absoluto practicante, ella se convirtió en una Soul Week, en un retiro de fin de semana. Y ahora es alumna en el Soul College. Esto es habitar la casa.
Un dato importante: soy el único sacerdote que ha estado en Hakuna hasta hace poco. Un sacerdote para tantas personas no puede mantener nada. O hay una acción del Espíritu Santo o es insostenible. Lo que hay es vida, pero como hay vida, es también sentimental. No es un ejército, es como un matrimonio o una familia, si hay vida se nota, se contagia, hay un deseo de todos. Ahí hay vida, hay permanencia en el tiempo, hay compromiso. Gracias a Dios, hay 20 o 30 seminaristas. Por puro sentimiento, nadie entrega la vida ni vence los procesos lógicos, sanos y buenos por los que tienen que pasar los seminaristas.
Una parte fundamental del carisma de Hakuna son las Horas Santas, ¿Cuál es el secreto para que tantos jóvenes que no habían ido nunca a Misa, muy alejados de la Iglesia, se conviertan a partir de ellas?
Ese es el misterio. Se pone de manifiesto el poder de la Hostia. Lo que ocurre en las Horas Santas no tiene explicación humana, la única explicación es que ahí hay un poder, que Cristo está vivo. En ese clima de silencio, de oscuridad, acompañado por el Evangelio, de alguna canción, es muy fácil que el hombre habrá una fisura. Y por esa fisura Cristo entra y arrasa.
Te cuento el caso de una mujer que llegó de Tailanda. No era católica, ni siquiera sabía quiénes eran los cristianos. Su marido era protestante. Como no tenían nada que hacer, durante su estancia, fueron con un compañero a una Hora Santa. Era la primera vez que entraba en una Iglesia y se llenó de paz. La semana siguiente volvió. Siguió todo el proceso sin entender nada. Al cabo de unos meses le pregunté: «¿Quieres que te expliquemos algo del cristianismo?» Y dijo: «No quiero que nadie me explique nada, quiero seguir viviendo este proceso de relación directa, porque en cuanto metes la razón seguramente todo quedará condicionado. Prefiero seguir viviendo y cuando termine el proceso saber qué es lo que pasa». Dos meses después, pidió la explicación. Se bautizó e hizo la comunión. Su marido, el pastor protestante, volvió a la Iglesia y ahora se han casado —no lo estaban—. ¿Qué explicación tiene eso? Una persona de buena voluntad se pone delante de Dios y Dios la invade. Había hecho retiros budistas, había hecho de todo, pero decía que nunca había sentido la trascendencia que la abraza, que la sana, que le da paz y que la ama. Como ese caso hay mil.
Procuramos que una Hora Santa al año sea con el obispo en su casa, en ese Sagrario donde deja todos los problemas
José Pedro Manglano
¿Cómo es la relación de Hakuna con el resto de la Iglesia?
Buenísima. Desde el principio hemos procurado vivir que todo sea verdad. Tengo claro, igual me equivoco, que de la misma manera que el problema de nuestra sociedad es la despersonalización, —olvidar el valor, la dignidad, la inmensidad de la persona—, en la raíz de nuestra realidad eclesial de hoy está la desfamiliarización. En el sentido de que si olvidamos que la Iglesia es familia, estamos viviendo algo que no es. La Iglesia es la familia de Cristo, la familia de Dios. Cuando han venido aquí a comer obispos siempre les digo a los que están preparando la comida: «Lo más importante hoy es que el obispo lo pase bien, que sepa que lo queremos, que esté en su casa». Estuve hace poco con el Papa y me preguntaban qué le había pedido. Nada, he ido a darle las gracias y a contarle cosas que le pueden alegrar. Soy su hijo, no es una empresa en la que tenga que conseguir algo en mis relaciones.
Una costumbre que tenemos en Hakuna es que procuramos celebrar una Hora Santa al año con el obispo en su casa, en ese Sagrario en el que deja cada día todos los problemas de la diócesis que pastorea. Nos sirve mucho para que los alejados vean la Iglesia como familia, vean que el obispo es una persona, que ríe, que tiene sus preocupaciones, que habla. No es un personaje del periódico. Además, también tengo que decir que no empezamos nunca en una ciudad sin el visto bueno del obispo.
Ha dicho de pasada: «Nosotros vamos a los alejados». ¿Cuál es el perfil del joven que entra en Hakuna?
Las personas que estaban al inicio han determinado mucho el crecimiento inicial. Lógicamente, en Madrid, nació con un grupo de universitarios, la mayoría de ICADE. Con el paso del tiempo se ha ido diversificando. Ahora mismo, hay en Aluche, en Carabanchel, en Alcorcón… Entendemos que nuestra misión es ir a las personas que se han alejado de Dios y de la Iglesia y, por eso, todas nuestras acciones o actividades siempre tienen en cuenta a esas personas en la manera de hablar, en la manera de rezar, en los temas que se proponen, en el respeto y en la alegría. Tenemos mucha ilusión en que las personas que, por lo que sea, se han rebotado con Dios o que no lo conocen —el primer sacerdote de Hakuna que se ha ordenado, Carlos, cuando llegó aquí no sabía ni el avemaría, había entrado en el budismo, de la Iglesia Católica no sabía nada—, lo conozcan. Es frecuente que vengan chavales que son ateos. Yo les pregunto: «¿Por qué vienes si no crees?» Vienen, en realidad, porque es su momento de paz de la semana.
En los últimos años ha habido un gran cambio. Antes, había mucho odio hacia la Iglesia, mucha repulsión, huida. Pero ahora, lo que hay es desconocimiento e indiferencia. Y, quizás, la gente está más abierta. ¿Perciben que las nuevas generaciones tienen más sed de Dios y menos prejuicios que las anteriores?
Muchísimo. Coincido con el diagnóstico. Creo que en el primer mundo hay mucho sufrimiento. El otro día hablaba con una chica que ha estado en Calcuta y decía que lo más duro había sido ver a los otros voluntarios. Que eran un grito de qué hago con mi vida, qué sentido tiene esto. Es verdad, Calcuta es un lugar extremo en el que buscas que pase algo porque no puedes más. Hay dramas, tragedias, problemas… Hay muchísimas heridas afectivas, muchos conflictos. La despersonalización nos convierte en piezas de una maquinaria. En un mundo así, el olfato por la vida se agudiza y cuando ves vida no sabes explicar qué pasa, pero sabes que ahí hay vida y que estás bien, que eres querido, que eres libre. De la misma manera que los perros huelen el miedo, o eso dicen, los jóvenes huelen la vida. De donde hay vida no se quieren ir. No es un proceso intelectual, es la experiencia de que existe el Amor, de que soy mirado, soy valorado. Los padres de la Iglesia decían que el cristianismo no se extiende por convicción o coacción, sino por contagio. Es lo único que ocurre aquí, que hay contagio y lo que se contagia es vida.
¿Cuál es el papel de un pringao, de un cristiano de 2023 en España, en una situación concreta como la de nuestro país (nuevo Gobierno, ley de amnistía…). No le pregunto por el posicionamiento político, sino por cuál es el papel del cristiano en la sociedad de hoy como presencia pública.
El mismo que en los inicios del cristianismo. La sociedad cambió de abajo a arriba, es decir, que los cristianos fueron cambiando las instituciones con su vida. En el momento en el que nosotros vayamos contagiando a las personas que tenemos al lado, iremos purificando las instituciones. Tenemos la ilusión de desarrollar este año algún curso de concienciación sobre la vida pública. Creo que en los jóvenes hay una gran apatía por todo. Vivimos en una sociedad cansada. Cuando estaba en un colegio mayor, los principales periódicos traían centenares de ejemplares y los ponían en la portería. Los primeros años, si llegabas un poco tarde, ya no había. Los últimos, se quedaban ahí, no importaban nada. Hay un desinterés, un cansancio, un no sentirse involucrado en lo público. Creo que es importante que ayudemos a que surjan iniciativas distintas, que nos hagamos más conscientes de la necesidad de nuestra presencia para inspirar desde el pensamiento de Cristo las instituciones.
No podemos hablar de Hakuna y no hacerlo de música. ¿Por qué es un pilar tan importante del carisma?
Creo que es un grupo muy original. Hacen canciones que nacen siempre en lo secreto y llegan siempre a lo secreto. Como decía Joaquín Sabina: «Yo no soy un cantante, soy un contante». Es verdad, sus letras van acompañando su biografía.
Aquí son contantes de algo que se ha producido en lo íntimo, en climas de oración, y a eso le ponen una letra y una música. Toda la creación de las canciones parte de una persona, pero luego se trabaja en equipo. Algunas salen redondas desde el primer momento, pero la mayoría son acompañadas del trabajo, de la crítica de muchos otros. Siempre las superviso yo, eso sí. Como nacen en la oración, son un vehículo para que el Espíritu, que habitó al principio en esa letra, actúe. Si todo el proceso es verdadero, tanto en la composición musical como en la interpretación, el Espíritu viaja con la canción hasta el interior de otra persona. No digo que sea Palabra de Dios, pero sí que es palabra revelada por Dios a una persona que la vehiculiza con arte y que el mismo Espíritu es capaz de transformar a cada persona a la que le llega. Son canciones muy especiales, muy normales y muy comerciales, pero hay mucha verdad y mucha vida. Y luego la interpretación se cuida mucho. En Vistalegre me pedían llevar el Santísimo, que está todo el día de ensayo. Tienen la conciencia de que les acompaña, les entona, piden que sea el protagonista oculto, el secreto.
La manera más directa de hacer la vida plena es el servicio. Y el servicio solo es verdadero cuando sale de la libertad
José Pedro Manglano
El 6 de enero habrá conciertazo en el Wizink Center con todo vendido.
Después de Vistalegre nos llamaron de la Warner diciendo que querían trabajar con nosotros. Las chicas que trabajaban allí decían que van a muchísimos conciertos pero que el grado de implicación que había allí, todo el mundo al unísono viviendo lo mismo, nunca lo habían visto. Pero esto no es un espectáculo, sino una experiencia. Los propietarios de Vistalegre contaban que, normalmente, en un aforo completo, siempre cuentan con un 8 % de ausencias, aquí hubo solo un 1 %.
También en Vistalegre, cuando empezó la canción que se llama Noche, en la que se pide por todas las personas que sufren, por los que son perseguidos, por las prostitutas, por los que están pensando en el suicidio, toda la pista se puso de rodillas sin decir nada. Qué implicación. No están en un concierto sin más, están en algo muy sorprendente. Vuelvo a lo mismo, hay mucha verdad y, entonces, el hombre se expande. Va a ser muy bonito.