El presidente y la vicepresidenta reivindican en un mensaje la obediencia, los sueños y el camino sinodal
El presidente y la vicepresidenta de la CONFER, Jesús Díaz Sariego y Lourdes Perramon Bacardit respectivamente, han publicado un mensaje con motivo de la Jornada de la Vida Consagrada 2024, que se celebra el 2 de febrero. En él, indicen en que, a pesar de inquietudes y preocupaciones, «el don de Dios que los distintos carismas nos ofrecen no está agotado, ni su fuerza se ha detenido».
Y continúan: «Su gracia sigue presente en el corazón de la Iglesia y su urgencia está aquí y allá, donde la humanidad sufriente precisa de cuidado y acompañamiento. Cercanos y solidarios con todas las personas, especialmente con aquellas que más sufren, los carismas siguen evolucionando al ser llevados por la gracia de Dios hacia su mejor donación y entrega».
Tomando como referencia el lema para este año Aquí estoy, Señor, hágase tu voluntad, señalan algunas ideas que buscan recalcar. Por ejemplo, el compromiso de la obediencia de los religiosos, así como el modo de vivirla y comprenderla.
«La obediencia se vuelve la mejor palabra de libertad en la conciencia de los consagrados y
consagradas cuando se madura desde la escucha mutua, desde el discernimiento en común, desde
la capacidad que nuestros carismas nos otorgan para vivir la fraternidad como el gran signo profético
de nuestro tiempo. La obediencia carismática es profética en su misma raíz y esencia», añaden. También hacen autocrítica y propósito de enmienda ante las desviaciones que pueden surgir y que les preocupan.
En el mensaje tampoco olvida el proceso sinodal en el que se encuentra inmersa la Iglesia, así como la próxima celebración del Jubileo de 2025, un acontecimiento en el que «la vida consagrada tiene un papel relevante, porque puede aportar su experiencia de vida como peregrinos de la esperanza que somos, junto a todos los demás miembros de la Iglesia».
En el marco del Sínodo, afirman que si la Iglesia que Dios quiere en el siglo XXI es, ante todo, sinodal en su modo de ser, la vida consagrada no puede faltar. «Es mucho lo que aporta y puede seguir aportando para ayudar a la Iglesia en su conjunto a ser realmente sinodal con todos los cambios y exigencias que ello conlleva», agregan.
Y concluyen con otra clave, que tiene que ver con los sueños. «El sueño de Dios se hace realidad en cada carisma y en cada consagrado. Asumimos el compromiso de seguir a los sueños de Dios, que se
nos manifiestan, especialmente, en los rostros humanos más sufrientes. No olvidamos la guerra, la
injusticia, las relaciones insolidarias, el maltrato y la mentira. Todo ello clama a Dios en nuestros sueños», dicen.