Ha vuelto a insistir que durante el Jubileo se cree un fondo mundial contra el hambre con el dinero que se usa para armas y otros gastos militares y se condone la deuda externa de los países pobres
La diplomacia de la esperanza. Es la propuesta que al papa Francisco ha hecho este jueves al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede en el tradicional encuentro para felicitar el año nuevo. Una diplomacia que promueva la lógica del encuentro frente a la del enfrentamiento, la del diálogo con todos, incluso con los que se consideran «más incómodos» o «no legítimos» para negociar.
Pero este estilo o actitud que propone el papa Francisco llega consigo aparejadas unos rasgos y acciones concretas, que tienen como denominador común «la edificación del bien común y el desarrollo integral de la persona».
En el discurso, que tuvo que ser leído por Filippo Ciampanelli, subsecretario del Dicasterio para las Iglesias Orientales, por el resfriado del Pontífice, ha hecho también un análisis de la situación. Por ejemplo, ha subrayado algunas de las «miserias de nuestro tiempo». La soledad es una de ellas, a pesar de que la humanidad ha experimentado el progreso, el desarrollo y la riqueza: «Quizá nunca como hoy se ha encontrado sola y perdida, prefiriendo con frecuencia tener animales domésticos en vez de hijos». Otra es la negación de verdades evidentes, la polarización, la instrumentalización de documentos multilaterales «para llevar adelante ideologías que dividen y pisotean los valores de los pueblos», la cultura de la cancelación, el aborto o las guerras.
También ha advertido de la crisis de las instituciones multilaterales, que «ya no parecen ser capaces de garantizar la paz y la estabilidad, la lucha contra el hambre y el desarrollo para los cuales habían sido creadas, ni de responder a los desafíos del siglo XXI». Por ello, ha señalado que «muchas de ellas necesitan ser reformadas», una reforma que debe realizarse teniendo en cuenta los principios de «subsidiariedad, solidaridad y el respeto a la soberanía de los Estados».
Guerra en Ucrania y Gaza
Al margen de esta solicitud, Francisco ha señalado de forma concreta algunas cuestiones que deben ser abordadas de manera urgente. Así, ha pedido «recomponer las relaciones laceradas por el odio y la violencia, y así vendar los corazones heridos de todas esas víctimas».
Esto supone, según ha continuado, que la comunidad internacional se esfuerza para que se ponga fin a la guerra de Ucrania, se produzca un alto el fuego y la liberación de los rehenes israelíes en Gaza.
No al bombardeo de civiles e infraestructuras vitales
Tras señalar que la guerra es un fracaso, ha dicho que no se puede aceptar «de ningún modo» que se bombardeen poblaciones civiles o se ataquen infraestructuras vitales para la subsistencia. «No podemos aceptar el ver morir de frío a los niños porque se han destruido los hospitales y ha sido dañada la red energética de un país», ha agregado.
Por ello, ha exigido que se respete del derecho humanitario internacional y que la comunidad internacional se esfuerce «para que los derechos inviolables del hombre no sean sacrificados ante las exigencias militares». También ha solicitado, como ha hecho ya en muchas ocasiones, que se dedique la inversión en armas y otros gastos militares a luchar contra el hambre y en favor del desarrollo de los países más pobres.
Venezuela, Nicaragua, Haití, Siria, Myanmar…
Consciente de que son numerosos los conflictos que se extienden por el mundo o países que se encuentran en una situación delicada, ha hecho un repaso por ellos. Ha citado Sudán, República Democrática del Congo, Myanmar, Haití, Venezuela, Siria, Líbano o Nicaragua. Al hablar de este último país y de sus ataques a la Iglesia católica, Francisco ha subrayado que «no hay verdadera paz sin no viene garantizada la libertad religiosa». También ha recordado a las comunidades cristianas que son perseguidas en África y Asia y «las crecientes expresiones de antisemitismo».
Eliminar la esclavitud
Por otra parte, Francisco ha hecho un llamamiento para acabar con la esclavitud laboral, con la necesidad de crear condiciones dignas de trabajo, de por sí nombre y ennoblecedor, y que este no sea un obstáculo para la realización y el crecimiento de la persona humana.
Ha denunciado también la esclavitud de la adicción a las drogas, la trata de seres humanas o la «nube oscura de desconfianza» que cubre el fenómeno de las migraciones.
Con todo, ha pedido que la pena de muerte sea eliminada en todas las naciones, «porque no encuentra hoy justificación alguna entre los instrumentos aptos para reparar la justicia». También que se redoble el esfuerzo en el cuidado de la casa común y se convierta la deuda externa de los países pobres en políticas y programas efectivos, creativos y responsables de desarrollo humano integral». «La Santa Sede está dispuesta a acompañar este proceso consciente de que no hay fronteras o barreras, políticas o sociales, detrás de las cuales uno se pueda esconder», ha subrayado.