El obispo de Cartagena, que cumple 50 años como sacerdote y 20 como obispo, impartió la lección inaugural de los centros de estudios de la diócesis
Este año, la apertura oficial del curso del Instituto Teológico San Fulgencio, del Instituto Superior de Ciencias Religiosas del mismo nombre y de la extensión de Murcia del Instituto Superior de Ciencias Religiosas a Distancia (Universidad Eclesiástica San Dámaso) fue especial. El moderador de estos centros formativos, el obispo de la diócesis de Cartagena, José Manuel Lorca Planes, fue reconocido por dos hitos que se cumplirán próximamente: los 50 años desde que se convirtió en sacerdote y los 20 de su ordenación episcopal. Por eso, junto al cariño y el reconocimiento de los presentes en el acto, se le distinguió con la Insignia de Oro Fulgentina.
Todo esto sucedió justo después de la Eucaristía del Espíritu Santo y de la lección inaugural que, este año, precisamente, le tocó, de forma excepcional y justificada, al obispo. A través de ella abrió su vida y corazón para mostrar, según sus propias palabras, «los que han sido los pilares de mi vida o los principios que me han sostenido». El estilo, la humildad habitual: «Soy consciente de que mi vida no es tan interesante como para restar a vuestro tiempo ni un solo instante».
«Ha pasado la vida con nosotros, muy especialmente vinculado al seminario y el Instituto Teológico San Fulgencio. Ha sido alumno, profesor. Tantas cosas. Ahora, como obispo, le hemos pedido que tome la palabra y nos la dirija, a modo de Oratio solemnis», afirma a esta revista Juan Carlos García Domene, director del Instituto Teológico,
Un relato personal
Precisamente, como Oratio solemnis, la intervención de Lorca Planes fue personal y emotiva. Recordó en un primer momento las voces a su alrededor y, entre ellas, la de Dios. O la opción de irse a Madrid con los jesuitas y la decisión de quedarse en Murcia.
O su estancia en el seminario, no sin dificultades y esfuerzos. En su familia no abundaban los recursos económicos, pero nunca fue un problema para continuar. La diócesis le apoyó y él se empeñó. «Mi padre era un obrero y no hemos tenido nunca recursos para sostener mis estudios, dependía la familia solo de su sueldo, que ya os imagináis que era flaco, así que entre las becas, los trabajillos del verano cogiendo fruta y la caridad íbamos tirando», explicó.
Sacerdote
Y ya como sacerdote, recordó cómo se gestó el seminario mayor en Murcia —hasta el curso 1986-87 estuvo en Granada, donde él mismo se formó—. «Esta historia de la restauración del Seminario en Murcia lleva dentro muchos nombres, mucha gente que colaboró, muchas ilusiones, muchas ganas de hacer lo que la Iglesia nos estaba pidiendo, la gran colaboración y participación fue de todos los seminaristas, que estaban implicados en un proyecto que supuso austeridad, ilusión, sencillez y mucha heroicidad, os lo puedo asegurar», afirmó.
Al hablar de su vida sacerdotal, Lorca Planes señaló los tres criterios que lo han sostenido en el servicio. En primer lugar, la formación teológica y la etapa del seminario, donde tomó conciencia de que el ministerio no era para él, ni mérito suyo, sino para la comunidad, para el mundo. Después la importancia de tener los oídos abiertos a la gente, para llevar a Dios sus preocupaciones y también a Dios, para decirle a la gente lo que él quiere. Y los sermones de san Agustín: «El sacerdote es un llamado a ser pastor, según el estilo de Jesucristo. Parte siempre de la conciencia de que el único Pastor es él y nosotros participamos de su misión».
Obispo
La palabra que más aparece en su recorrido por la vida episcopal es el amor. Pues en el recorrido aparece la indiferencia ante Dios, el hombre que se ve a sí mismos, el sinsentido, el relativismo, el pecado… Todo esto, dijo, debe estimularnos a «seguir escuchando la voz de Dios que sigue saliendo a los cruces de los caminos, invitándonos a ser sus testigos».
También recordó que Dios nunca abandona a sus hijos en las adversidades, que las hay, sobre todo, en el ministerio episcopal, con situaciones de dolor «por la frágil condición humana, el pecado, las debilidades».
«Siempre me he dicho: “Paciencia, José Manuel, serenidad, confía en Dios, porque Él nunca ha estado ausente y ha dado la cara”. Puedo asegurar que me ha dado resultado, me ha consolado y nunca me he sentido perdido, aunque no sé cómo se las ha arreglado el Señor, no se lo he preguntado, pero ha sido una puerta abierta a la presión del sufrimiento. No hay ningún secreto para esto, basta con poner a Cristo en el centro de tu vida, yo doy testimonio de que nunca me ha defraudado», añadió
Para concluir, expresó lo que espera de aquí en adelante, que no es otra cosa: haber hecho decentemente lo que la Iglesia le encomendó y recibir la misericordia de Dios.
Y de forma más concreta, confesó que todo lo que tiene, —ahorros, cruz pectoral, anillo, báculo, cáliz, patena…— se quedará en la diócesis, entre la catedral y el Seminario. «Poco a poco me iré desprendiendo de las otras cosas que me han acompañado durante mucho tiempo, porque hay que estar preparando las maletas y no quiero que pesen. Soy hijo de la Iglesia e hijo de obediencia, para cuando el Santo Padre acepte mi renuncia estar disponible. Seguro que me costará, pero es mejor irse desnudo como los hijos de la mar», concluyó emocionado.
Más de 200 alumnos
Tas la citada entrega de la insignia, se procedió a los reconocimientos de excelencia académica y los títulos del año anterior. Recogieron su título 14 bachilleres en Teología, un licenciado y siete bachilleres en Ciencias Religiosas en su formato presencial y un licenciado y cinco bachilleres en Ciencias Religiosas a distancia.
Para el nuevo curso, hay matriculados un total de 72 alumnos en el Instituto Teológico, fundamentalmente seminaristas de los Seminarios San Fulgencio y Redemptoris Mater de Murcia, Seminario San Indalecio de Almería, Sociedad Jesucristo Sacerdote y Religiosos Misioneros de la Caridad y la Providencia. También hay dos alumnos de Nigeria, de la diócesis de Onitsha.
El Instituto de Ciencias Religiosas San Fulgencio cuenta con medio centenar de alumnos, mientras que la versión a distancia alcanza el centenar. Entre ellos, hay laicos, provenientes fundamentalmente de la diócesis de Cartagena, pero también de las de Orihuela-Alicante, Albacete y Almería.
Según García Domene, gran parte de la buena salud de los institutos y del seminario se deben a José Manuel Lorca Planes, que lleva 15 años como pastor de esta diócesis, la suya, tras haber pasado por Teruel. «Ha mimado el seminario, el centro de estudios, no ha escatimado en recursos y ha hecho la provisión de profesores para que tengamos una realidad magnífica», concluye para ECCLESIA.