Mattia Ferrari tiene claro que lo único que puede salvar es el amor y que este «se realiza en la fraternidad y la acogida con las personas migrantes». Por eso está implicado como asistente en una ONG que salva a personas de morir ahogadas. Hace poco estuvo con el papa Francisco.
—¿Cuál es su misión en el barco?
—Soy capellán, asistente espiritual de Mediterranea Saving Humans, que no es solo un barco, es un movimiento popular que incluye a muchas personas. Me gusta decir que somos una realidad laica, una plataforma para todos en la que muchos obispos e incluso el Papa caminan con nosotros. En Mediterranea también hay ateos, agnósticos y creyentes de otras religiones, porque quiere reunir a personas de distintas culturas y creencias en esta misión de reconstruir la fraternidad en la carne. Lo que hacemos en medio del mar, salvar a las personas, no es solo una acción humanitaria, es una acción que reconstruye la fraternidad.
—¿Qué es lo más impactante después de un rescate?
—Inmediatamente después del rescate se crea una especie de microcosmos en el barco. Es como ver a la humanidad en una especie de estado primordial, donde se afirma la fraternidad. En el mar te encuentras con el otro y contigo mismo. Todos juntos, tripulación y rescatados, vivimos ese abrazo donde se realiza el sueño de Dios de reconstruir la fraternidad. Cuando hacemos un rescate, experimentamos que la historia de estas personas no está escrita y se puede cambiar cuando se ama visceralmente. En medio del mar ves personas que están destinadas a morir. Son personas pobres, de países saqueados por Occidente, que van en esas barcazas por la cerrazón de Europa. Iban a ahogarse y entonces son rescatados por gente de toda Europa, muchos de ellos jóvenes, que han elegido amar y no aceptar la historia escrita por los poderosos.
—El Papa ha hablado varias veces de su labor e incluso se han reunido con él.
—Estamos en contacto con él, él habla de nosotros y nos hemos encontrado varias veces. La última vez fuimos con un joven camerunés, Bentolo, que había sido torturado en un campo libio. Él nos decía: «¿Cómo es posible que el Papa, la persona más importante de la tierra, quiera verme a mí, que soy uno de los últimos en el mundo?». Fue realmente muy emocionante porque Francisco nos ha mostrado la fuerza del Evangelio y la belleza del amor de Jesús.
—¿Por qué está amenazado y tiene protección?
—Hay una cuenta de X, antes Twitter, que los periodistas expertos consideran como la voz de la mafia libia. En mayo de 2021, publicó mi foto con mi nombre y me señaló como enemigo. Por eso, estoy bajo protección policial y llevo un radiotransmisor.
—¿Esas amenazas están bajo investigación?
—La Fiscalía de Módena inicialmente pidió que se desestimara la investigación argumentando que, si el sacerdote no practica el ministerio de manera tradicional, o sea, de forma reservada y silenciosa —palabras de la Fiscalía—, entonces debe aceptar estos ataques. Hubo mucha controversia e incluso los obispos intervinieron asegurando que el ministerio sacerdotal también incluye lo que yo hago. Después de que el juez de instrucción ordenara nuevas investigaciones, un grupo de activistas descubrió que quien gestiona la cuenta es un ciudadano europeo, polaco-canadiense, que publica material en nombre de la mafia libia. Parece que es el director de los servicios informáticos de la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas, Frontex. Los activistas no pudieron determinar al 100 % que sea él, pero los datos lo señalan. Algunos medios italianos incluso preguntaron a Frontex, que asegura que lo está comprobando, pero ¿cuánto tiempo se tarda en verificar una identidad? Algunos eurodiputados italianos han escrito una carta a Ursula von der Leyen para pedirle que se haga cargo de la cuestión, porque es muy grave si es cierto y confirmaría que parte del aparato militar italiano y europeo son en realidad aliados de la mafia libia. Desgraciadamente, no nos sorprende mucho, porque sabemos que Italia ha hecho acuerdos con la mafia libia.
—¿Tiene miedo después de estas amenazas?
—Más que por mí, temo por nuestros muchos hermanos y hermanas inmigrantes prisioneros de la mafia libia en esos campos de concentración que llaman centros de detención. Por ellos sí tengo miedo, porque sufren mucho.
—El Ministerio del Interior italiano ya ha reconocido la llegada a costas italianas de unas 100.000 personas en lo que llevamos de año. Parece que el modelo de control migratorio de acuerdos con Túnez y Libia no está dando resultados, ¿cuál es su opinión sobre este modelo?
—Mi opinión es que estas políticas, además de no funcionar, son políticas brutales. Las políticas de expulsión en caliente que se están implementando con Libia y Túnez son políticas violentas que pisotean la civilización europea y que pisotean el Evangelio. Son políticas a las que respondemos con nuestras acciones concretas. Cuando nos hacemos a la mar, lo hacemos para salvar a la gente, tanto del naufragio como del rechazo. Y la única y verdadera clave para resolverlo todo es la fraternidad.
Todos estamos llamados a asumir el desafío de la acogida. No solo los Estados y los municipios, sino toda la sociedad, porque se trata de entablar relaciones. Y añado esto: la experiencia nos demuestra que quienes acogen son mucho más felices que quienes no. Porque somos una sociedad triste, especialmente los jóvenes, que tienen enormes problemas de salud mental. Somos una sociedad que sufre porque hemos perdido la brújula persiguiendo el consumismo. Lo único que puede salvarnos es el amor y el amor se realiza en la fraternidad.
Y los migrantes que llaman a nuestras puertas traen consigo su cultura, su experiencia de vida y su carga de humanidad. Como dice el Papa, traen esa sabiduría especial que tienen los pobres. Ellos son quienes pueden salvarnos. Si creamos relaciones con las personas, si las acogemos, recuperamos la fraternidad y nos salvamos. Porque encontrar a los inmigrantes y relacionarnos con ellos nos libera de muchas estructuras mentales de las que somos prisioneros.
—Precisamente, hablando sobre estructuras mentales, cuando se habla de inmigración, algunos advierten de una «sustitución étnica», ¿ha notado este fenómeno?
—Absolutamente no. Son expresiones muy peligrosas que se basan en una filiación étnica que en realidad no existe. No hay absolutamente ningún intento de sustitución étnica. Esas expresiones son propaganda.
—¿Recuerda su primer contacto con personas migrantes?
La historia de Yusupha, que ha cambiado la vida de muchos de nosotros y está en el origen de Mediterranea. Era el año 2016. Yo era seminarista, servía los fines de semana en la parroquia de Cittadella en Módena. Nos llama un chico migrante musulmán de 18 años que frecuentaba la parroquia y nos cuenta que en la estación de Bolonia conoció a un chico, migrante como él, de 18 años como él, que estaba sin hogar y completamente solo. Las mujeres de mi parroquia actuaron inmediatamente para encontrarle un lugar donde quedarse en la ciudad. Todo estaba lleno. Al final, lo acogieron los centros sociales boloñeses Tpo y Labas, ambientes históricamente alejados de la Iglesia. Gracias a ellos, al amor que recibió, Yusupha renació. Y gracias a él, nosotros y los centros sociales boloñeses Tpo y Labas nos hemos convertido en amigos y hermanos. Los centros sociales boloñeses Tpo y Labas se encuentran entre los fundadores de Mediterranea.
En esta historia fui evangelizado por el joven migrante musulmán que se detuvo para ayudar a Yusupha, por las mujeres de mi parroquia y por los jóvenes ateos o agnósticos. ¡Verdaderamente, el Evangelio es más grande que nuestros planes y viene a nuestro encuentro en aquellos que quizá no esperamos!