Las palabras de envío de Jesús —«como el Padre me envió a mí, yo os envío a vosotros» (Jn 20, 21)— son aplicables hoy a los misioneros digitales, pero ¿cuáles son los retos? En la actualidad, es imperativo llevar a Cristo a los nuevos ámbitos donde se encuentran las generaciones jóvenes. A la pregunta sobre qué es un misionero digital, puedo responder que es una persona que toma en serio ese envío, que desea llevar a Cristo a los confines del mundo y quiere samaritanear, término usado por el papa Francisco para expresar el servicio al que estamos llamados.
Es importante destacar que el misionero digital, como hijo de esta cultura, habla el mismo lenguaje. Esto es fundamental para llevar a Cristo a esos espacios digitales que representan una Iglesia en salida, llamada a responder a esta nueva evangelización, complicada pero necesaria. Un misionero digital no es un mero creador de contenido; va más allá. Aunque pueda ser etiquetado como influencer, debido a la cantidad grande de seguidores, su centro siempre es Cristo.
Existen varios desafíos para la Iglesia en la misión digital. Uno de ellos es reducir estas nuevas oportunidades a una mera visión instrumental, sin comprender la cultura y la necesidad de realizar una pastoral en esta realidad.
Se corre el riesgo de juzgar este contexto con criterios de la cultura anterior. Siempre el encuentro personal será lo más importante, pero, como Iglesia, necesitamos reconocer el valor comunicativo y evangelizador de esta forma de evangelizar.
El Sínodo ha abordado este desafío de manera seria. En el Informe de Síntesis, se dedicó todo el apartado 17 —«Misioneros en el ambiente digital»— a reconocer la importancia de los medios digitales como espacios para difundir el mensaje de Cristo y expandir la tienda de la Iglesia. La misión digital representa una oportunidad para llevar el Evangelio a todos los rincones. Los misioneros digitales se esfuerzan por ello, evitando convertir esta tarea simplemente en una estrategia de marketing.
Es esencial comprender que la misión digital implica más que trasladar la pastoral de siempre al ámbito digital. Se trata de adaptarla a esa realidad, haciendo una pastoral digital, comunicando en el mismo lenguaje y manteniendo a Cristo en el centro de todo.