El Santo Padre ha dedicado la catequesis de este 3 de abril a explicar la virtud de la justicia, la segunda de las cardinales
La justicia es la virtud social por excelencia. El Papa ha recurrido al Catecismo para definirla: «La virtud moral que consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido». La justicia no se puede dar sola, va acompañada de otras virtudes como la benevolencia, la gratitud, la honestidad… «virtudes que contribuyen a la buena convivencia entre las personas».
La consecuencia de no respetar la justicia, ha señalado Francisco, es que se generan conflictos. «Sin justicia, se consagra la ley del fuerte sobre el débil». Algo que no hay que aplicar solo a lo grande, «sino también a la ética que caracteriza nuestra vida cotidiana». Los ejemplos son numerosos: «Las medias verdades, los discursos sutiles que buscan engañar al prójimo, las reticencias que ocultan las verdaderas intenciones».
Pero ser justos está al alcance de todos. Basta recordar que «si amamos es también porque hemos sido amados primero». ¿Cómo es una persona justa? «No sólo se preocupa por su bienestar individual, sino por el bien de toda la sociedad. (…) Vigila su propio comportamiento para que no perjudique a los demás. Desea una sociedad ordenada, en la que sean las personas la que den lustre a los cargos, y no lo contrario. Aborrece las recomendaciones y no comercia con favores».
Y esto se puede aplicar a cualquier ámbito de la vida, por ejemplo al mundo de la empresa. «Un hombre que no reconoce un justo salario para los trabajadores no es justo». No sabemos sí son muchos o pocos, pero, «son hombres que atraen gracia y bendiciones tanto sobre sí mismos como sobre el mundo en el que viven».