Francisco defiende, además, un liderazgo colaborativo, pues lo contrario es autoritarismo
Tras un breve saludo a las autoridades, el papa Francisco ha comenzado su visita a Verona con un encuentro con religiosos y religiosas y sacerdotes en la basílica de San Zenón. Allí, ha hablado de la llamada, la vocación, y la misión y ha dejado a los presbíteros un improvisado llamamiento a perdonar todo en el sacramento de la reconciliación.
«Me dirijo a los sacerdotes, que son ministros del sacramento de la Penitencia. Por favor, perdonadlo todo, perdonadlo todo. Por favor, no tortures a los penitentes. Que no sea una sesión de tortura. Por favor, perdónalo todo. Todo. Y perdonad sin causar dolor, perdonad abriendo vuestro corazón a la esperanza», ha dicho en su primer discurso en la ciudad del Véneto.
Según Francisco, «la Iglesia necesita perdón y vosotros sois los instrumentos para perdonar». Y ha añadido: «A todos. A todos debemos llevar la caricia de la misericordia de Dios, especialmente a los que tienen sed de esperanza, a los que se ven obligados a vivir marginados, heridos por la vida, o por algún error que han cometido, o por las injusticias de la sociedad, que siempre se cometen a costa de los más frágiles», ha subrayado.
Antes de esta petición, Francisco ha hablado de la vocación, de la llamada, de la especial consagración de religiosos y sacerdotes.
«Es pura gracia, pura gratuidad, un don inesperado que abre nuestro corazón al estupor ante la condescendencia de Dios. Queridos hermanos sacerdotes, queridas religiosas y hermanos religiosos: ¡no perdamos nunca el asombro de la llamada! Esta se alimenta de la memoria del don recibido por gracia, memoria que debemos mantener siempre viva en nosotros», ha dicho en primer lugar sobre la llamada.
También ha dicho que «si perdemos esta conciencia y esta memoria, corremos el riesgo de ponernos a nosotros mismos en el centro en lugar del Señor; corremos el riesgo de agitarnos en torno a proyectos y actividades que sirven a nuestras propias causas más que a la del Reino; corremos el riesgo de vivir incluso el apostolado en la lógica de promocionarnos a nosotros mismos y de buscar el consenso, en lugar de gastar nuestra vida por el Evangelio y por el servicio gratuito a la Iglesia».
Y ha añadido sobre la misión: «Lo necesitamos también hoy: la audacia del testimonio y del anuncio, la alegría de una fe empeñada en la caridad, la inventiva de una Iglesia que sabe acoger los signos de los tiempos y responder a las necesidades de los que más luchan».
Con niños y jóvenes
Tras este primer encuentro, Francisco se ha reunido en el exterior de la basílica con más de 5.000 niños y jóvenes, que plantearon varias preguntas al Pontífice.
«Tenemos que ser un signo de paz, compartir me parece bien, escuchar a los demás, jugar con los demás, pero no pelearnos con los demás… Digámoslo juntos: ¡Tenemos que ser un signo de paz!», les ha pedido.
Luego ha tenido lugar uno de los actos principales de la visita a Verona, donde Francisco ha presidido el Encuentro Arena de Paz, donde ha defendido, en sus respuestas a los presentes, un liderazgo colaborativo, que es lo contrario a autoritarismo.
«Un gran desafío hoy es despertar en los jóvenes la pasión por la participación. En un pueblo, ¿la suma, la obra del conjunto, es solo eso? No: es más. Es más. Uno más uno [es] tres: este es el milagro del trabajo en común», ha defendido.
También ha sugerido que es necesario reconocer los conflictos del día a día y responder ante ellos: «Una sociedad sin conflictos es una sociedad muerta. Una sociedad en la que tomamos el conflicto de la mano y dialogamos es una sociedad de futuro».
El abrazo con un palestino y un israelí
Uno de los momentos más emotivos del viaje se produjo precisamente en el encuentro Arena de Paz. Allí, dos empresarios de Israel y Palestina compartieron su testimonio y se abrazaron con el Papa: Se llaman Maoz y Aziz.
«El sufrimiento de estos dos hermanos es el sufrimiento de dos pueblos. […] Esto no es solo coraje y testimonio de querer la paz, sino también un proyecto de futuro», ha agregado Francisco.
En la cárcel
Como en el viaje anterior a Venecia, Francisco ha visitado la cárcel: «Para mí, entrar en una cárcel es siempre un momento importante, porque la cárcel es un lugar de gran humanidad. De humanidad probada, a veces fatigada por dificultades, culpas, juicios, incomprensiones y sufrimientos, pero al mismo tiempo llena de fuerza, de deseo de perdón, de deseo de redención».
Y ha lanzado un mensaje de esperanza: «Quiero instarles a no ceder a la desesperación. Siempre merece la pena vivir, y siempre hay esperanza para el futuro, incluso cuando todo parece desvanecerse».