El Pontífice ha intervenido en la cuarta edición de los Estados Generales de la Natalidad y ha pedido políticas eficaces, valientes y a largo plazo: «No faltan perros y gatos, faltan hijos»
El papa Francisco ha participado este viernes en la cuarta edición de los Estados Generales de la Natalidad, organizado por la Fondazione per la Natalità, ocasión que ha aprovechado para animar a trabajar por la natalidad con realismo, luces largas y con coraje. Porque, ha dicho, el regalo de un hijo nos recuerda que Dios confía en la humanidad.
Así, ante un auditorio repleto de autoridades, el Pontífice ha sugerido que se afronte esta cuestión con realismo frente a las teorías que buscan reducir la población mundial bajo el pretexto, por ejemplo, del cuidado del medio ambiente.
«La vida humana no es un problema, es un regalo. En la raíz de la contaminación y del hambre en el mundo no están los niños que nacen, sino las opciones de quienes solo piensan en sí mismos, el delirio de un materialismo desenfrenado, ciego, de un consumismo que, como virus maligno, mina la existencia de las personas y la sociedad», ha sentenciado.
En su opinión, el problema no es cuántos somos, sino el tipo de sociedad que construimos. Y ha reiterado: «No son los niños, sino el egoísmo, que crea injusticias y estructuras de pecado, hasta el punto de tejer interdependencias malsanas entre los sistemas sociales, económicos y políticos». Y ha añadido, abandonando los papeles: «No faltan perritos y gatos, esto no falta, faltan hijos»
Así, ha subrayado que el número de nacimientos «es el primer indicador de la esperanza de un pueblo», pues «sin niños ni jóvenes, un país pierde su deseo de futuro». De nuevo improvisando, ha citado que las industrias que más beneficios generan son la de las armas y la de la anticoncepción: «Una destruye la vida, otra la impide. Estas son las inversiones que dan más rendimiento. ¿Qúe futuro nos espera?».
La cuestión es compleja, ha continuado Francisco, pero esto no debe ser excusa para no abordar la cuestión con luces largas, en un futuro a largo plazo. «A nivel institucional, urgen políticas eficaces, opciones valientes, concretas y a largo plazo, sembrar hoy para que los niños puedan cosechar mañana. Es necesario un mayor compromiso por parte de todos los gobiernos, para que las jóvenes generaciones estén en condiciones de realizar sus sueños legítimos. Se trata de poner en práctica opciones serias y eficaces a favor de la familia», ha dicho.
En concreto, ha pedido que hay que crear las condiciones para que una madre no tenga que elegir entre el trabajo o el cuidado de sus hijos, para que los jóvenes no estén lastrados por la precariedad laboral y el difícil acceso a una vivienda.
Una cultura de generosidad y solidaridad intergeneracional
«Es importante entonces promover, a nivel social, una cultura de generosidad y solidaridad intergeneracional, revisar hábitos y estilos de vida, renunciando a lo superfluo para dar a los más jóvenes una esperanza para el mañana, como ocurre en tantas familias. No lo olvidemos: el futuro de hijos y nietos se construye también con las espaldas doloridas de años de trabajo y los sacrificios ocultos de padres y abuelos, en cuyo abrazo está el regalo silencioso y discreto del trabajo de toda una vida», ha destacado.
La tercera palabra que ha propuesto Francisco en su reflexión es el coraje, que es una invitación a los jóvenes a que no se rindan, a tener fe, porque «el mañana no es algo ineludible». «Lo construimos juntos, y en este juntos encontramos ante todo al Señor. Es Él quien, en el Evangelio, nos enseña ese “pero os digo” que cambia las cosas», ha concluido.
Con todo, Francisco ha dicho que el futuro no solo se resuelve con niños, sino teniendo en cuenta a los abuelos. «Hoy existe una cultura que esconde a los abuelos, los envía a la residencia. Ahora ha cambiado un poco debido a la jubilación, pero la tendencia es la misma: descartar a los abuelos», ha concluido.
