Sor Fátima Benito, que pertenece a la congregación de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, lleva dos años en el país ofreciendo dignidad a ancianos que sobreviven entre una pobreza generalizada
Después de tres días en Indonesia, el Santo Padre pondrá rumbo hacia Puerto Moresby, capital de Papúa Nueva Guinea. En este país de Oceanía llevan a cabo su labor las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, la orden a la que pertenece la hermana Fátima Benito. Lleva en este país de mayoría cristiana, «donde los católicos en ocasiones son hostigados, unos dos años, intentando dar dignidad, calidad de vida y alimento espiritual a los ancianos que sobreviven entre una pobreza generalizada».
Según detalla, «hay un gran choque entre la belleza del país y la necesidad de sus gentes. Vivimos en un lugar muy aislado, por lo que situación es más precaria. A donde yo vivo, solo se puede llegar tras un día y medio en barco. Faltan puestos de trabajo, educación, etc.» En su testimonio, destaca que «no es solo que un cierto grupo de población sea pobre, pues la pobreza es generalizada». «Y luego —añade— impresiona que esta es una nación cristiana, pero en la que los católicos somos minoría. Las diferencias con las Iglesias protestantes nos impiden muchas veces trabajar unidos, porque hay división y personas que están abiertamente en contra de los católicos. Además, todavía hay guerras entre tribus». Pese a todo, destaca que «los católicos son auténticos: valoran la Eucaristía, los grupos, se animan unos a otros, como Jesús nos enseña en el Evangelio».
En cuanto a su labor, sor Fátima denuncia que en el país «no hay nada para los mayores. En su cultura tienen como norma muy fuerte cuidar de sus ancianos, por lo que debemos ayudarles y cumplir nuestro carisma siendo muy delicadas, para no ofenderles. ¿Pero qué ocurre? Que no tienen medios. Una familia tiene que decidir si el arroz es para sus hijos o para otro tipo de cuidados, y la madre, lógicamente, se lo da a los niños». Por ello, agrega, «queremos mostrarles con sensibilidad que tienen un espacio donde ellos también pueden compartir muchos ratos con su familia. La vida se ha encarecido bastante, pero logramos una casa que ya se está adaptando para albergar al menos a 25 mayores, y que puedan pasar aquí sus días tranquilos, sin la ansiedad de pensar que hoy no comen, que no tienen ropa, sitio donde dormir, etc. Y, además, donde puedan también disfrutar de su unión con Dios antes de presentarse al Señor».
Importan al Papa
Sobre cómo recibirá Papua Nueva Guinea a Francisco, responde que «con mucha sorpresa ante la decisión de venir aquí». «El Papa ha elevado la autoestima de la población, que ha perdido mucha dignidad con tanta pobreza. Se sienten muy importantes, ya que importan al Papa. Están entusiasmados», añade.
Por último, opina que los frutos apostólicos del viaje «van a ser como un aldabonazo, un empuje de coraje para seguir viviendo la fe. Va a fortalecer muchísimo a las comunidades, con un momento muy difícil de olvidar en el que vamos a alimentar nuestra fe, sabiendo que tenemos un padre que se preocupa por nosotros y nos saca a la luz internacional. Estamos inmensamente agradecidos».