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Arzobispo Rino Fisichella

Rino Fisichella sobre el Jubileo de 2025: «Estamos llamados a hacer visible la esperanza»

El pro-prefecto del Dicasterio para la Nueva Evangelización afirma que todo está preparado y que  solo falta que lleguen los invitados. Reconoce la participación activa de la Conferencia Episcopal Española

El arzobispo Rino Fisichella, rostro visible de la preparación del Jubileo ordinario de 2025, recibe a la revista ECCLESIA cuando faltan 39 días para la apertura de la Puerta Santa de la basílica de San Pedro. La Iglesia celebra la gran fiesta de la misericordia con 35 eventos jubilares en el calendario. Está previsto que el Papa administre el sacramento de la Confirmación a algunos adolescentes, habrá un Jubileo del Consuelo, canonizaciones y las cofradías españolas llenarán la Ciudad Eterna con sus pasos y tradición.

—¿Cómo se encuentra ante el inminente comienzo del Año Santo? 
—Estoy muy tranquilo. Ya llevamos tres años trabajando para preparar este Jubileo. El 2023 estuvo dedicado a redescubrir los documentos del Concilio Vaticano II y el 2024 a la oración. He de decir que la Conferencia Episcopal Española ha participado muy activamente para ayudarnos y dar a conocer nuestras iniciativas a todas las diócesis de España. Así que solo puedo decir que el banquete está listo y solo nos faltan los invitados. Por supuesto, queda mucho trabajo por hacer, incluso a nivel organizativo, pero estamos seguros de que todo, especialmente los grandes eventos, irá bien, porque hemos creado un buen equipo. Algo que quiero subrayar es precisamente esto, que hemos creado un gran equipo y una gran coordinación para trabajar juntos con distintas entidades con el fin de elaborar el programa de eventos. Por eso, espero con tranquilidad a que llegue la fecha. 

—El Papa escribe en la bula Spes non confundit que «la esperanza constituye el mensaje central del próximo Jubileo», porque vivimos tiempos en los que hay muchas personas «desanimadas, que miran el futuro con escepticismo y pesimismo, como si nada pudiera ofrecerles felicidad». Por ello, desea que este Jubileo «sea para todos ocasión de reavivar la esperanza». ¿Son diferentes las expectativas de este Jubileo a las del año 2000?
—Hacer una comparación con el Jubileo del año 2000 no tendría mucho sentido en la era de la cultura digital, en la que 25 años son casi un siglo. En el año 2000, el mundo digital prácticamente no existía. Lo único que teníamos era el correo electrónico. También han cambiado las generaciones, ha cambiado la forma de ver la vida, la manera de abordar la religión y la fe y de ahí la elección de proponer un Jubileo con el lema Peregrinos de la esperanza. Creo que es muy coherente con el contexto histórico en el que vivimos. Estos últimos días, he pensado mucho en todos los habitantes de Valencia y de los pueblos que han vivido lo que nosotros en Italia hemos sufrido varias veces. ¿Cómo podemos recuperar la esperanza incluso en estas ocasiones? A veces, pensamos en la esperanza y la conectamos directamente con las guerras. Las guerras son un hecho dramático, porque involucran Estados, sociedades enteras y mueren personas inocentes. Pero hemos de fijarnos en la vida cotidiana en la que, lamentablemente, también ha aumentado la violencia. Pensemos en las mujeres asesinadas, un drama aterrador, porque es expresión de la cultura de muerte. Pensemos en cuántas personas mueren en accidentes de tráfico por el incumplimiento de las leyes. Pensemos en cuántas personas lloran de tristeza por la soledad, por la violencia de la soledad, y cuántos otros ejemplos podríamos dar de la vida cotidiana donde también es necesario anunciar la esperanza. Pero hay algo más en la bula. 

—Dígame…
—No solo habla del anuncio de la esperanza, sino también del compromiso de crear signos tangibles y visibles de esperanza. Creo que este es el gran desafío, a diferencia del Jubileo del 2000. No solo estamos llamados a anunciar la esperanza, sino también a hacerla visible y, por tanto, a estar presentes, a estar cerca, a ser partícipes del sufrimiento de nuestros hermanos. No debemos olvidar que la esperanza es un don que se nos ha dado y, por ello, también debemos saber mantener el corazón abierto para recibirla. Y la esperanza es algo diferente de las esperanzas que aguardamos y que parten de nosotros, pero que no alcanzamos porque lo que deseamos no depende de nosotros. Este Jubileo nos hace pasar de las esperanzas a la esperanza y creo que esto es lo más importante. La esperanza da certeza, la esperanza da fuerza y estabilidad. No es casualidad que la esperanza, desde los inicios del cristianismo, haya estado representada por el ancla. Porque el ancla da estabilidad, el ancla da fuerza. El ancla también aparece en el logo del Jubileo.

—Usted habla de los signos que el Pontífice propone en la bula a cada uno de los cristianos. Pero el Papa también propone signos de esperanza a gran escala como, por ejemplo, la cancelación de la deuda externa que oprime a los países más pobres…
—En el capítulo 25 del libro de Levítico se habla de este perdón. Este tipo de condonación no existía entonces, la condonación de la deuda de los países más pobres, pero como en el año 2000, el Papa vuelve a ser la voz de quienes no tienen voz a nivel internacional y viven en una situación de gran pobreza. Creo que para este Jubileo habría que responderles. El Papa también hace un llamamiento a los obispos de aquellos lugares donde existe la pena de muerte a que se conviertan en promotores del respeto a la dignidad de la vida de cada persona, independientemente del delito que hayan cometido. Es una invitación a que, por tanto, se elimine el sentimiento de venganza que muchas veces está detrás de estas situaciones. Sería una forma de restituir la esperanza incluso a quienes no la tienen.

—Hay un Jubileo que llama especialmente la atención. El 15 de septiembre se celebrará el Jubileo del Consuelo. ¿Qué significa en concreto este evento?
—El Jubileo de Consolación es para mí uno de los eventos más importantes, porque significa secar las lágrimas de quienes son víctimas inocentes. Pensemos, por ejemplo, en las víctimas de abuso; pensemos en las muchas víctimas, como decía antes, de la carretera; en las mujeres víctimas de la violencia de una cultura de la posesión. Pensemos en cuántas madres y padres lloran a sus hijos, víctimas de enfermedades y patologías incurables. ¡Cuántas lágrimas hay por secar y cada lágrima es única! El llanto es signo de dolor, pero también de esperanza.

—Sin embargo, parece una contraposición, porque el Jubileo invita a la alegría, al júbilo, y, sin embargo, hablamos de un Jubileo para quienes viven sin esa alegría. 
—Sí, el Jubileo debe hablar de alegría porque es una experiencia de perdón, es una experiencia de amor. Pero, precisamente por ser una experiencia de alegría, debe hacernos sentir responsables de quienes no tienen esta alegría y de quienes nos necesitan. Responsables a través de nuestra cercanía y de nuestra presencia para que, al menos, quien lo necesita halle un poco de serenidad. La esperanza debe traer serenidad y paz al corazón.

—El Papa ha confirmado que en el Jubileo se producirán las canonizaciones de Carlo Acutis y Pier Giorgio Frassati. El primero subirá a los altares como santo en el Jubileo de los Adolescentes, en abril. El segundo, en el de los Jóvenes, en agosto.
—Cada Jubileo se ha caracterizado por ciertas canonizaciones importantes. En 1959, Pío XII canonizó a una joven mártir, María Goretti, para ofrecer un signo de la fortaleza en la fe que conduce incluso al martirio. Pablo VI canonizó a un obispo latinoamericano en el año 75 para ofrecer un signo de la unidad de la Iglesia diez años después de la conclusión del Concilio. Juan Pablo II canonizó a sor Faustina Kowalska en el Jubileo del año 2000 para ofrecer un signo concreto de la misericordia de Dios a través de las revelaciones de esta religiosa. El papa Francisco, en el Jubileo de la Misericordia, canonizó a la madre Teresa de Calcuta como signo concreto de la misericordia hacia los más humildes, los más pobres. Estoy convencido de que Francisco quiere ofrecer con estas canonizaciones una señal similar. Es decir, un signo de que este Jubileo mira al futuro y que, por tanto, se dirige directamente a los jóvenes. Para ellos son estos testimonios de dos personas que vivieron intensamente el Evangelio.

—En estos meses previos a la apertura de la Puerta Santa, desde su dicasterio han organizado importantes eventos culturales. Una de las más destacadas es la exhibición de La crucifixión blanca, de Marc Chagall. ¿Fue difícil convencer al Arts Institute de Chicago para que la institución la prestara?
—El Jubileo es un acontecimiento profundamente espiritual y, por serlo, debe ayudar también a la contemplación de la belleza. Hoy hay una gran búsqueda de la espiritualidad, y debemos ser capaces de responder a esta búsqueda de distintas maneras. El año pasado conseguimos traer por primera vez a Roma tres cuadros de El Greco que nunca habían salido de España. Acudieron a la muestra 230.000 personas que pudieron contemplar la belleza recogida por el artista. También logramos traer por primera vez el Cristo de Salvador Dalí junto al boceto de san Juan de la Cruz que había inspirado a Salvador Dalí. 330.000 personas acudieron a contemplar la belleza de un Cristo que da esperanza. Y ahora, el acontecimiento es Marc Chagall, con La crucifixión blanca. Debo decir que el director del Arts Institute de Chicago se mostró inmediatamente disponible cuando hablé con él sobre la posibilidad de traer por primera vez a Roma esta obra.

Estoy convencido de que muchas personas contemplarán el misterio del dolor que encuentra fuerza y luz en el misterio del amor de la cruz de Cristo. Desde su fe judía, Chagall nos dio una visión dramática de la humanidad. No olvidemos que pintó la noche de los cristales rotos y que, como artista, pudo comprender con mucha antelación lo que sucedería con el Holocausto. Y quiso ponerlo a la luz de Cristo, pintándolo con símbolos judíos. Eso también nos hace comprender que la historia de la salvación es una historia antigua que encuentra su culmen en el acto de amor de Dios en la cruz. Por tanto, estamos ante una obra que habla no solo de violencia, sino también de la gran esperanza que experimentamos si mantenemos la mirada fija en Jesús de Nazaret.

—¿Exactamente, cuáles serán las puertas santas que abrirá el papa Francisco?
—Abrirá la Puerta Santa de la basílica de San Pedro y, dos días después, la Puerta Santa de la prisión romana de Rebibbia. También abrirá la de su catedral, es decir, la Puerta Santa de la basílica de San Juan de Letrán. Para las puertas de las otras dos basílicas, Santa María la Mayor y San Pablo Extramuros, habrá dos delegados pontificios.

—¿Cómo se está preparando la apertura de la Puerta Santa de la cárcel de Rebibbia?
—Los internos están preparando todo con mucha dedicación. Están restaurando la capilla de la prisión, allí está la Puerta Santa que abrirá el Pontífice. Será otro gran signo de esperanza para quienes pasen a través de ella dentro del centro penitenciario. 

—¿Esperan que muchos fieles españoles se animen a venir a Roma?
—Los peregrinos que vienen de España siempre están entre los más numerosos porque aman Italia, aman Roma y para mí es una gran alegría encontrármelos por aquí, por la via della Conciliazione. La Iglesia Nacional Española de via Giulia, Santa María de Montserrat, se ha puesto completamente a disposición para acoger a los peregrinos. Hay una gran colaboración con la Conferencia Episcopal Española y esperamos que vengan muchos miles de jóvenes de España para el Jubileo de los Jóvenes y el de los Adolescentes. Ojalá acudan en gran número, porque necesitan vivir una experiencia como la del Jubileo. Está previsto que el Papa confirme a algunos de ellos. De España esperamos, además, que haya mucha participación en el Jubileo de las Cofradías, del 16 al 18 de mayo. Va a ser un momento muy significativo, porque podremos ser testigos en Roma de cómo cientos y cientos de personas expresan su fe como en tiempos pasados, siendo, a la vez, una fe que habla al corazón del hombre de hoy.  

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