Han pasado ya 25 años desde que se pusiera en marcha el Congreso Católicos y Vida Pública, organizado por la Asociación Católica de Propagandistas. Corría el año 1998 y el arzobispo de Madrid era el cardenal Antonio María Rouco Varela. Y, por ello, fue el purpurado gallego el encargado de presentar la nueva edición, que tendrá lugar del 17 al 19 de noviembre en Madrid. Nacimiento y desarrollo de una iniciativa evangelizadora: los congresos Católicos y Vida pública fue el título que aglutinó su intervención y que recorrió distintas épocas de la historia. Dejó un gran titular: «La Iglesia tiene una seguridad: no desaparecerá nunca».
Rouco Varela reivindicó la aportación católica, a través de la doctrina social de la Iglesia, a la República Federal de Alemania, tras vivir la humanidad su momento «de más fracaso de 1939 hasta 1945». También puso en valor el Concilio Vaticano II, que fue de «una extraordinaria importancia», aunque reconoció que su aplicación en los años posteriores fue un tanto anárquica.
En este sentido, dijo que el pontificado de Juan Pablo II no solo «fue un milagro» y una «sorpresa increíble», sino que provocó «una especie de renacimiento del entusiasmo espiritual» y un modo de retomar «la gran luz del Concilio Vaticano II». Recordó la llamada a recuperar las raíces de Europa desde Santiago de Compostela en 1982. También dijo que España no se entiende sin Europa y viceversa y agregó que pocos países son tan universales como lo ha sido España.
De hecho, defendió firmemente la Unión Europea y la idea de Europa, aunque dijo que es necesaria una renovación, pues, como ya avanzó san Juan Pablo II, «está en crisis», pues «se vive como si Dios no existiese». Y señaló: «Para que la sociedad salga adelante, tiene que haber santos». También subrayó que «en una Europa decrépita desde el punto de vista físico, el problema del matrimonio y la familia es decisivo».
En cualquier caso, ha explicado que para dar testimonio en la vida pública, primero hay que entender qué es ser católico. Según dijo, es «ser de Cristo» y, por tanto, de su Iglesia. «No se puede separar Iglesia y Cristo. La Iglesia visible es un sacramento de la presencia de Cristo. Ser católico es estar dentro de esa comunidad que pertenece a Cristo, que es para todos la salvación».
Con todo, reivindicó que hay que buscar fórmulas para que los católicos estén presentes en la vida pública y respondan a lo que es de verdad el hombre y a sus esperanzas, y añadió que ni las revoluciones ni renovaciones se han empezado ni consolidado sin ideas. En su opinión, hay una problemática de fondo hoy: «El hombre no se hace a sí mismo, no es solo espíritu y voluntad. También es naturaleza. Cuando el hombre se destruye a sí mismo y se crea a sí mismo, se acaba la libertad».
Otra cuestión fundamental es el problema de Dios, pues creer en Dios parece que nada tiene que ver con la vida pública, como si solo la política o la economía pudiese actuar en este campo. «La pregunta sobre Dios es de una actualidad enorme», subrayó.
El purpurado fue presentado por el catedrático de Periodismo de la Universidad CEU San Pablo, José Francisco Serrano Oceja, que destacó la importante trayectoria del ponente y reveló algunas cuestiones más personales como su profunda vida de oración. Por su parte, el director del Congreso, Rafael Sánchez Saus, dijo que el acto de presentación es un momento en el que «un pastor, alguien con autoridad y capacidad, nos marca pautas de lo que debería ser un congreso desde un punto de vista espiritual».
Sobre la amnistía
Preguntado tras concluir su intervención por la amnistía que se está negociando para todos los involucrados en el referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017, el purpurado sentenció que desde la doctrina social de la Iglesia «no es aceptable una secesión unilateral». «Este es el principio ético, de moral social, que hay que tener en cuenta a la hora de juzgar este asunto», subrayó.
